LOS TRAZOS EN EL CUERPO DE UNA HISTORIA SIGNIFICANTE
Enviado por JHAMEP • 31 de Mayo de 2013 • Informe • 22.330 Palabras (90 Páginas) • 276 Visitas
LOS TRAZOS EN EL CUERPO DE UNA HISTORIA SIGNIFICANTE
Alfredo Flores Vidales
A través del tiempo, el ser humano se ha interesado por estudiar la diversidad de
fenómenos de su entorno, más aún de aquel os que parecen presentarse de manera
inherente a la humanidad. La manera de poder l egar a una explicación ante éstos ha variado
dependiendo en gran medida del contexto sociocultural en que se viva. Así, de un tiempo a la
fecha se habla de “el método científico”, el cual propone una serie de lineamientos que
pueden permitir l egar a la verdad de la problemática estudiada con la máxima objetividad.
Sin embargo; ¿qué pasa cuando esto no es suficiente?.
Al realizar un recorrido histórico acerca de las distintas afecciones que han aquejado
al ser humano a lo largo de su existencia, se puede vislumbrar que las enfermedades no han
sido las mismas en las diferentes épocas por las que la humanidad ha atravesado. Aunque el
cuerpo tenga la misma anatomía, las enfermedades son propias de cada época. Los
discursos que se generan sobre y en torno de el as, van cambiando, se van ajustando al
quehacer científico; principalmente al saber médico, que bajo la premisa de “mejorar” la salud
de los sujetos afectados por alguna patología se apoya en el empleo de aparatos,
instrumentos, drogas y demás objetos que violentan al cuerpo, incluso la mayoría de las
enfermedades resultan correlativas a la aparición del instrumento hecho para detectarlas o
de los medicamentos destinados a tratarlas, por lo tanto; partiendo de esto se podría deducir
la existencia de una dolencia propia de cada época.
En la Iliada y en la Odisea, la enfermedad aparece como castigo sobrenatural, como
posesión demoníaca o como acción de agentes naturales. Para los griegos la enfermedad
podía ser gratuita o merecida, es decir; todo estaba en función de la conducta que el sujeto
hasta entonces había mostrado para con los demás. En cambio, con la l egada del
cristianismo que impuso ideas morales acerca de las enfermedades, la correspondencia
entre una enfermedad y su “víctima” fue haciéndose más estrecha, reinando la idea de
enfermedad/castigo (Sontag, 1989).
1
Posteriormente, con el auge del positivismo las enfermedades fueron dejando de
considerarse como efecto de algún castigo divino y tomaron su lugar las causas biológicas, lo
que de alguna manera posibilitó que el ser humano se interesara por l egar a comprender
cómo funcionaba su cuerpo a nivel fisiológico y cómo actuaban sobre él las distintas
enfermedades, hecho posible gracias al surgimiento de la anatomía.
La anatomía, se constituyó sobre el modelo de un cuerpo muerto, inmóvil,
enteramente visible en todos sus órganos exteriores e interiores, por lo tanto, disecable; en
suma, la anatomía se constituyó sobre la imagen del cadáver, y abordar el cuerpo en su
imagen de cadáver implica a “la vez un menoscabo y una proyección”: menoscabo porque
junto con la vida, la duración y la sexualidad, el anatomista priva al cuerpo de su parte
subjetiva e imaginaria, que permite al individuo afrontar el enigma de su existencia y la
perspectiva de la muerte; el cuerpo entonces queda desarraigado de sus mitos y pierde su
misterio; y proyección, en la medida en que al abrir el cuerpo, al descomponerlo en sus
partes y al restablecerlo en una unidad sintética, el anatomista practica una simple suma,
establece una disposición mecánica de partes, un conjunto articulado de órganos (Fedida,
cit. en Bernard, 1985).
Entonces, los médicos abren los cuerpos, miran, revuelven, cortan y trituran, no
encuentran al í más que una masa de órganos sangrantes y malolientes. El soplo de la vida
es imperceptible. El alma se les escapa. Lo inefable de la vida sólo aparece en un vientre
abierto. Desconcertado, el médico, ante el contenido de una envoltura humana: cree
encontrar al í el alma, que está siempre en otra parte (Anzieu, 1993).
Así, el cuerpo no habla, se habla por el mejor de lo que el mismo podría hacerlo. Se le
ruega que demuestre que los libros dicen la verdad. Si muere, solamente se debe a que su
enfermedad era mortal: el libro lo sabía. Pero de la muerte de ese hombre, de esa mujer, de
ese niño, con toda la angustia que conoce el cuerpo, de eso el libro no sabe nada y no quiere
saber nada. Es decir; el verdadero sentido del discurso anatómico sobre el cuerpo sería “el
cuerpo no lo conozco”.
2
El saber del Amo ciencia, es un saber que controla, que marca al hombre y lo ausenta
como tal, tratando de hacer entrar el cuerpo en un orden (Soler, 1994).
Una de las primeras personalidades que fue capaz de reconocer las limitaciones del
positivismo como herramienta para la comprensión del ser humano, y más aún; de las
enfermedades que le conferían a éste, sobretodo en relación a las premisas establecidas del
orden de lo biológico y lo médico cuestionando la linealidad de etiología, nosografía y
prescripción del padecimiento, fue Sigmund Freud, estableciendo una ruptura epistemológica
entre la enfermedad y su causa, argumentando que entre estas dos de ninguna manera
existía una linealidad.
Así, bajo esta mirada Freud logró escuchar a las histéricas, descubriendo una forma
enteramente nueva del estudio de la relación humana y del cuerpo. Al realizar una revisión
bibliográfica acerca de los acontecimientos históricos de éstas, Freud (1983, pág. 45) afirmó:
“... los documentos atestiguan que esa sintomatología no ha experimentado alteración alguna
hasta el
...