La Bondad De Baltazar
Enviado por dianny • 29 de Marzo de 2014 • 443 Palabras (2 Páginas) • 1.915 Visitas
La bondad de baltazar
Según la tradición de Toledo, España, San Antón es el patrono de
los animales. Su fiesta comienza el 16 de enero. Todos los habitan
tes encienden una gran hoguera en la plaza principal, tocan las
campanas de la iglesia y lanzan brillantes cohetes. También suelen
llevar a sus animales más hermosos para participar en un desfile.
En una de esas fiestas, un burrito pequeño y noble, llamado Baltasar, iba trotando entre un conjunto de hermosos caballos, de crin reluciente y porte muy gallardo. El más llamativo de ellos, un corcel brioso de negro pelaje, le dijo:
—Fuera de aquí. Los burros son tontos y feos, y hacen que nuestra imagen pierda impacto ante los ojos de las personas.
Entre todos lo empujaron hasta que tuvo que salirse del camino, y ya no le fue posible ver la imagen de San Antón, a quien tanto anhelaba conocer. Con sus pasitos lentos (la verdad es que cojeaba un poco de una pata), se regresó muy triste a su establo.
Al cabo de tres o cuatro días terminó la temporada de la fiesta y todo volvió a la normalidad en los campos de Toledo.
Semanas después, iba Baltasar llevando su carga de heno, cuando se encontró en el camino al corcel de la fiesta, que encabezaba una partida de cacería.
—Mira —se burló el caballo—. Tienes el trabajo que te mereces.
Esa tarde, cuando Baltasar llegó agotado al establo, oyó cuchichear a dos hurones que le contaron:
—Fíjate que en la partida de hoy, los cazadores se encontraron con una manada de lobos. Éstos los atacaron y algunos salieron malheridos. El que quedó en peores condiciones es el hermoso caballo que iba al frente.
—¿Qué hicieron con él? —inquirió Baltasar.
—Lo dejaron allí, en el bosque.
El burrito caminó hasta el lugar y encontró al presumido corcel de la fiesta de San Antón. No podía moverse. Cuando vio a Baltasar derramó, en silencio, dos lágrimas.
—No todo está perdido, hermoso caballo —le dijo el burro.
Baltasar se inclinó y, con gran habilidad, puso al caballo sobre su lomo. Despacio, despacio, lo llevó consigo al establo. El amo de Baltasar entendió qué ocurría. Le lavó las heridas. Le dio de comer y suficiente agua. El burrito siempre estaba a su lado.
El caballo sanó por completo. No era tan hermoso como antes, pero estaba bien, y podía trabajar. Se quedó a vivir siempre con ellos. Comprendió que la belleza del cuerpo está en peligro, mientras la del alma es mucho más segura. Entendió también que el orgullo y la arrogancia son los rasgos de conducta que, con mayor facilidad, reciben una lección. Cada año Baltasar y él acuden, felices, a la fiesta de San Antón.
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