La Construccion Del Perfil Del Docente
Enviado por lagochita • 7 de Noviembre de 2011 • 1.416 Palabras (6 Páginas) • 1.639 Visitas
“LA CONSTRUCCIÓN DEL PERFIL DOCENTE-INVESTIGADOR DESDE LA INTEGRALIDAD DEL SABER:
Una visión transdisciplinaria con pertinencia social”.
Asignatura: Estadística
Facilitadora: Msc. Jely Pérez
Participante:
• Parada, Soraya.
Especialidad:
Maestría en Investigación Educacional.
BARQUISIMETO, JULIO 2001
“LA CONSTRUCCIÓN DEL PERFIL DOCENTE-INVESTIGADOR DESDE LA INTEGRALIDAD DEL SABER:
Una visión transdisciplinaria con pertinencia social”.
“…para ser competentes no basta con saber hacer,
se requiere saber ser y actuar holísticamente”.
Galvis, 2009.
La acelerada dinámica que hoy día marca los escenarios sociales, políticos, económicos, culturales e ideológicos, demandan un nuevo modelo educativo transformador que se ajuste a las necesidades, exigencias e intereses propios del contexto. De ahí, que la praxis educativa es asumida como un factor estratégico que garantiza, al menos en teoría, el desarrollo satisfactorio y el incremento en la calidad de vida de los ciudadanos; a partir de este requisito que la sociedad exige de la educación, calificada como una herramienta garante del desarrollo de los pueblos, se desprende la imperiosa necesidad de formar verdaderos y auténticos profesionales docentes con amplio dominio del conocimiento, eficiencia laboral, desempeño pedagógico y, sobre todo, bajo el principio de responsabilidad social.
Es así, como se erige un nuevo paradigma basado en competencias que, definitivamente, rompe con el modelo tradicional academicista y se esfuerza por articular desde la teoría todas las áreas del conocimiento, a los fines de promover la integración del conocimiento, desde la configuración del docente como mediador, investigador y promotor social, poseedor de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que lo capacitan para insertarse satisfactoriamente dentro del escenario socio-educativo, cuyos principios deberán enmarcarse bajo un modelo que favorezca la democratización del saber. No obstante, la formación del docente no es responsabilidad exclusiva de éste; por el contrario, constituye una corresponsabilidad entre él y el Estado, a través de los Institutos Pedagógicos como entes encargados de capacitar, perfeccionar y actualizar a sus egresados desde una perspectiva holística, desvinculada del conocimiento fragmentado que, lamentablemente, ha limitado la práctica pedagógica del docente.
En este sentido, la formación del docente debe ser un proceso continuo, dinámico, interactivo y transdisciplinario que suministre al docente en formación insumos teórico-metodológicos útiles para el desarrollo de su práctica profesional y necesarios para el logro de los objetivos trazados por el docente, quien debe ocuparse de tomar decisiones acertadas, con el propósito de solucionar diversos problemas, no sólo académicos (por ello el docente asume la función de promotor social) sino de otra índole, que satisfagan las necesidades de la comunidad en general. Evidentemente, el rol del docente es plausible, pues la educación, según el ex ministro de educación Cárdenas (1997), citado por Galvis (2009:83), es la fuerza impulsora del cambio y el docente es la piedra angular de la praxis educativa, en quien recae la responsabilidad directa de orientar el proceso de enseñanza-aprendizaje.
En consecuencia, es de capital importancia dignificar la función del docente y reconocerlo, definitivamente, como un profesional autónomo que debe perfilarse bajo una serie de competencias que le permitan comprender y accionar, oportunamente, dentro del fenómeno educativo. ¿De qué forma? Pues, inicialmente, se deben diseñar una serie de lineamientos sólidos emanados de la Universidad Pedagógica, máxima casa formadora de docentes, que establezcan un perfil de egresado competente en las cuatro áreas que plantea la institución como escenario de capacitación y perfeccionamiento; a saber: Formación General, Formación Pedagógica, Formación Especializada y el Componente de Práctica Profesional. En estos términos, es vital para el egresado y, lógicamente, para el Sistema de Educación, articular las áreas, es decir, integrarlas y dar pleno sentido a éstas como núcleo de la praxis profesional del docente.
Por ello, la formación del docente basada en competencias, debe ser asumida bajo el principio de pertenencia social de los perfiles y programas curriculares, cuyos contenidos deben ajustarse a la realidad contextual del país y a las políticas educativas que el Estado, como primer ente responsable de la educación (véase “El Estado Docente” de Prieto Figueroa) establece, a los fines de erigir desde la escuela (agente socializador) una sociedad humanista, libre, igualitaria, con verdadero sentido de justicia social, cooperativa y dialógica. Ciertamente, la materialización de lo antes citado demanda un cambio cultural en cuanto a la forma de asumir el proceso de enseñanza-aprendizaje, el cual debe desprenderse de la noción individualista y, además, requiere que el docente, como principal actor de cambio en
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