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La Evaluación De La Educación Superior En México

hanniapadme2 de Agosto de 2013

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Introducción

Ante el momento histórico de acelerados cambios económico-financieros, sociopolíticos y culturales que vive el mundo actual, se prevé la necesidad de analizar el papel de la educación superior, a fin de revisar la congruencia de sus planteamientos filosóficos, teóricos y metodológicos frente a esta transformación mundial.

Para nadie es ajeno, que los cambios generados por las intrincadas relaciones de los fenómenos económicos y sociopolíticos tienen repercusiones en el ámbito educativo mundial, por ello, la educación desde su quehacer específico trata de dar respuesta a los retos que le plantea esta dinámica.

Los procesos de cambio en el momento actual han traído como consecuencia un desigual desarrollo científico y tecnológico y han abierto más la brecha económica entre los países desarrollados y los subdesarrollados, situación que repercute de manera directa en los niveles de calidad, cobertura y desarrollo de los sistemas educativos.

Mientras las comunidades académicas de los sistemas educativos de los países desarrollados cuentan con nuevas tecnologías y contenidos más acordes con los progresos científicos, los países subdesarrollados enfrentan la carencia de los recursos mínimos para su educación. Lo mismo sucede con la formación y capacitación de los educadores.

Lo expuesto, plantea a los sistemas educativos de todos los países una serie de problemas que en ocasiones no llegan a resolverse, cuando ya se presentaron otros. Por ello la educación superior, como todas las instituciones educativas, están obligadas a visualizar su futuro, a repensarse y a reorganizarse de forma creativa e innovadora para atender a las exigencias de las sociedades en rápida transformación. Como consecuencia, se han propuesto reformas educativas, tanto a nivel político como de contenidos educacionales.

Como respuesta a los procesos de cambio en el mundo surge la modernización como el proceso necesario para innovar los modelos económico-sociales.

México es un país que en este contexto ha asumido la modernización como estrategia de reorientación de su crecimiento y desarrollo para hacer frente a las nuevas realidades económicas y sociales. Emprende desde hace más de media década, aunque en los últimos cuatro años de manera más intensa, cambios estructurales en lo económico que se reflejan en menores índices de inflación, así como en mejores condiciones de financiamiento, inversión, gasto público, producción y comercio exterior. Tales cambios buscan sanear las finanzas nacionales y obtener una mejor participación en sus relaciones de intercambio. La premisa de este esfuerzo es clara: una economía sana y una mayor productividad permitirán mejores términos de intercambio macro-regional y global; los beneficios derivados de esta nueva circunstancia servirán para mejorar la calidad de vida de los mexicanos.

Lo anterior es un proceso complejo y gradual que requiere, además de voluntad para el cambio, capacidad e infraestructura adecuadas. Aunque la magnitud y diversidad de recursos requeridos para emprender esta tarea son enormes, existe un factor de importancia estratégica que no sólo hace factible el cambio, sino que lo agiliza y acelera: el recurso humano.

De ahí la importancia de la educación. No es posible modernizar un país si no se moderniza su educación. Dado que toda transformación social requiere de creatividad, liderazgo y capacidad tecnológica y organizativa, la sociedad mexicana reconoce que la educación en general, y la educación superior tiene en particular, una misión fundamental en este proceso. Más aún, debido a que tiene prisa por recuperar tiempo perdido, ha emplazado a la educación superior para que refuerce su papel estratégico de anticipación social y apoye la modernización nacional de manera decidida y oportuna.

Para el desarrollo de este ensayo y profundizando en lo descrito anteriormente sobre la evaluación de la educación superior en México, tenemos que:

En los últimos años la evaluación ha tenido un gran impulso en el sistema educativo, de modo que actualmente ocupa un lugar destacado en los centros escolares. La evaluación tiene diversas aristas que producen distintos efectos en la vida de los sujetos y las instituciones educativas. Si bien se reconocen algunos beneficios que la evaluación ha traído consigo, dada la importancia que ésta ha adquirido al estar vinculada a beneficios materiales (recursos económicos) y simbólicos (prestigio, reconocimiento), se ha generado un conjunto de creencias y prácticas que resultan perniciosas para el desarrollo y la mejora de la educación.

No obstante en la década de los noventa representa un parte aguas en el ámbito de la educación pública en México porque es en este periodo histórico cuando irrumpe la evaluación y surgen la mayor parte de los organismos, agentes y programas evaluadores. Esto no significa que antes de esta época no se hiciera evaluación, por supuesto que se llevaban a cabo acciones en este sentido, pero la emergencia del “Estado evaluador” como tal se da a finales de los ochenta y principios de los noventa con el Programa para la Modernización Educativa 1989-1994, impulsado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (SEP, 1989).

Desde entonces a la fecha, la evaluación ha ido infiltrándose sigilosamente en nuestras vidas, pero con la fuerza suficiente para permear todos los niveles educativos, llegando a abarcar hoy en día prácticamente todos los ámbitos y elementos del sistema educativo. Esta tarea se emprendió con la convicción, por parte de las autoridades y líderes educativos, de que la evaluación nos conduciría a lograr de modo casi inevitable la calidad de la educación, haciendo al sistema más eficiente y transparente. No ha sido así en absoluto, el cambio y la mejora en educación es un proceso mucho más complejo de lo que los impulsores de las pasadas reformas llegaron a suponer. Y aunque no se pueden negar algunos de los beneficios que la evaluación ha traído consigo, lo cierto es que no han sido tan espectaculares como los promotores oficiales y sus seguidores han pretendido hacernos creer.

Por lo que tenemos prácticamente dos décadas haciendo evaluaciones y el camino recorrido ha sido bastante sinuoso, con avances y retrocesos. La evaluación es un proceso multidimensional, complejo y polémico en todas partes del mundo. La evaluación, al igual que un prisma, tiene muchas caras.

Por consecuencia la evaluación podría ser una actividad bastante simple si contáramos con estándares sobre los que todos estuviéramos de acuerdo. Fijar estándares es pues una labor sumamente difícil. A su vez, para que la evaluación tenga valor debe ser de calidad, es decir, no vale cualquier tipo de evaluación, ésta debe poseer un valor en sí misma. Esto que parece una verdad, no lo es tanto, porque en la práctica vemos como muchas veces el afán se pone en hacer muchas evaluaciones como si este hecho por sí solo bastara para conseguir la calidad de la educación. No se trata de evaluar constantemente porque si las evaluaciones son pobres o apócrifas no sólo no harán ninguna contribución a la calidad, sino que pueden resultar contraproducentes porque pueden “vacunar” a los participantes contra la evaluación o provocar que ésta caiga en el desprestigio.

Sin embargo, a pesar de las críticas que se le puedan formular, lo cierto es que se ha conseguido que la evaluación forme parte de la vida cotidiana de las instituciones educativas y sea reconocida por los diferentes actores aunque se le asignan sentidos diversos, lo cual no es un logro menor.

Es por ello que la evaluación es una práctica que llegó para quedarse. Nunca más podremos volver a la época anterior cuando en las instituciones educativas las cosas se dejaban casi al libre albedrío de los encargados de su funcionamiento, quienes discrecionalmente manejaban y distribuían los recursos prácticamente sin ningún tipo de control o supervisión.

Por lo tanto el problema de la educabilidad y su sospecha jaquea ahora con insistencia en torno al problema del fracaso escolar masivo, ligado estrechamente a los alumnos pertenecientes a los sectores populares como uno de los más significativos y graves en cuanto al efecto de ignorancia de la diferencia. De modo deliberado o encubierto, sea como expresión de la deserción o rezago escolar o de la habitual "promoción social", sin correlato en logros efectivos en el aprendizaje, el fracaso masivo expresa generalmente dos lugares comunes del sentido común que delatan problemas de gravedad: en primer término, existe una suerte de justificado pesimismo, en parte, sobre el carácter difícilmente reversible del deterioro de las condiciones vitales de los alumnos y, en segundo lugar, suele tenerse desconfianza sobre la educabilidad de los mismos, es decir, sobre su educabilidad entendida como capacidad de ser educado. Es por ello que hemos considerado de importancia indagar sobre las concepciones de educabilidad de los sujetos en relación con las concepciones habituales acerca del fracaso escolar masivo.

Sin embargo la educabilidad se sustenta en la plasticidad de los seres vivos o capacidad de cambio o adquisición de nuevas conductas, ya que el ser vivo es tanto más "plástico" o "dúctil" cuanto más compleja es su estructura biológica.

Aunque la capacidad de "hacerse" o aprender no es ilimitada, el hombre es educable a lo largo de su existencia, por lo que es un ser permanentemente inacabado. Así, la educabilidad no se contempla actualmente en los términos de nativismo o ambientalismo, ni como una capacidad estática y conclusa, sino en función de la cantidad

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