La Segunda Vida De Bree Tanner
Enviado por carolinelopez • 21 de Octubre de 2012 • 42.559 Palabras (171 Páginas) • 416 Visitas
STEPHENIE MEYER
UNA NOVELA DE ECLIPSE, BEST-SELLER MUNDIAL DE LA SAGA CREPÚSCULO
INTRODUCCIÓN
No hay dos autores que aborden las cosas del mismo modo exacto. Todos nos inspiramos y nos motivamos de formas diferentes, y tenemos nuestras propias razo¬nes para que determinados personajes permanezcan a nuestro lado mientras que otros desaparecen en una maraña de archivos abandonados. Yo, personalmente, no he sabido nunca por qué algunos de mis personajes han adquirido una vida independiente con tanta fuer¬za, pero siempre me alegra cuando lo hacen. Esos son los personajes que se desarrollan con menor esfuerzo, y son por tanto sus historias las que llegan a buen puerto.
Bree es uno de esos personajes y, además, la princi¬pal razón de que este relato se encuentre ahora en tus manos y no se haya perdido en el laberinto de carpetas olvidadas de mi ordenador (las otras dos razones se lla¬man Diego y Fred). Empecé a pensar en Bree cuando es¬taba editando Eclipse. Editando, no escribiendo: mientras escribía el primer borrador de Eclipse, llevaba puestas las anteojeras de la narración en primera persona; todo aquello que Bella no podía ver, oír, sentir, saborear o to¬car era irrelevante. Aquella historia era exclusivamente la de su experiencia.
El siguiente paso en el proceso de la edición consistía en alejarse de Bella y ver cómo fluía la historia. Mi edi¬tora, Rebecca Davis, desempeñó un papel fundamental en dicho proceso: tenía gran cantidad de preguntas que hacerme sobre las cosas que Bella no sabía y acerca de cómo podíamos aclarar más las claves de esa historia. Da¬do que Bree es la única neófita a quien ve Bella, la pers¬pectiva de Bree fue la primera a la que me aproximé al analizar lo que estaba pasando en segundo plano. Em¬pecé a pensar en la vida en el sótano con los neófitos y en la caza al estilo tradicional de los vampiros. Me ima¬giné el mundo tal y como Bree lo entendía. Y resultó sen-cillo hacerlo. Desde el principio, Bree estuvo muy defi¬nida como personaje, y algunos de sus amigos cobraron vida sin esfuerzo. Así es como me suele ir a mí en estas situaciones: intento escribir una breve sinopsis de lo que está sucediendo en cualquier otra parte de la historia y acabo garabateando diálogos. En este caso, en lugar de una sinopsis, me sorprendí a mí misma escribiendo un día en la vida de Bree.
Con Bree era la primera vez que me metía en la piel de un narrador que fuese un vampiro «de verdad»: un cazador, un monstruo. Llegué a mirarnos a nosotros, los humanos, a través de sus ojos rojos; de repente éramos débiles y patéticos, presas fáciles, sin importancia algu¬na excepto como un apetitoso bocado. Sentí cómo era estar sola y rodeada de enemigos, siempre en guardia, sin ninguna certeza excepto que la propia vida está en peligro. Llegué a sumergirme en una raza totalmente distinta de vampiros: los neófitos. La vida como neófito era algo que jamás había llegado a explorar, ni siquiera cuando Bella por fin se convirtió en un vampiro. Ella jamás fue una neófita como lo fue Bree. Resultó emocionante, siniestro y, en última instancia, trágico. Cuanto más me acercaba al inevitable final, más fuerte era mi deseo de haber concluido Eclipse de un modo sólo lige¬ramente distinto.
Me pregunto qué te parecerá Bree. En Eclipse es un personaje muy breve y en apariencia trivial. Su vida se reduce a cinco minutos desde el punto de vista de Bella, y aun así, qué importante es su historia para la com¬prensión de la novela. Cuando lees la escena de Eclipse en la que Bella está mirando fijamente a Bree y la consi¬dera como su posible futuro, ¿en algún momento se te ocurrió pensar en lo que habría llevado a Bree hasta esa situación en el tiempo? Cuando Bree le sostiene la mi¬rada, ¿te preguntaste cómo vería ella a Bella y a los Cullen? Es probable que no. Pero aunque lo hicieras, apos-taría a que nunca te imaginaste sus secretos.
Espero que Bree acabe despertando en ti el mismo afecto que yo siento por ella, aunque en cierto modo no deje de ser un deseo cruel. Ya sabes que las cosas no aca¬ban demasiado bien para ella. Pero al menos conocerás toda la historia. Y sabrás que no hay perspectiva que ca¬rezca de verdadera importancia.
Disfrútalo. STEPHENIE
El titular del periódico me fulminaba desde una peque¬ña máquina expendedora metálica: SEATTLE EN ES¬TADO DE SITIO - VUELVE A ASCENDER EL NÚME¬RO DE VÍCTIMAS MORTALES. Éste no lo había visto aún. Algún repartidor habría pasado a reponer la má¬quina. Afortunadamente para él, no se encontraba ya por los alrededores.
Genial. Riley se iba a poner hecho una furia. Ya me aseguraría yo de no estar a su alcance cuando viese el pe¬riódico y que fuera a otro a quien le arrancase el brazo.
Me hallaba de pie en la sombra que proporcionaba la esquina de un destartalado edificio de tres pisos, en un intento por pasar desapercibida mientras aguardaba a que alguien tomase una decisión. No deseaba cruzar la mirada con nadie, tenía los ojos clavados en la pared que había a mi lado. Los bajos del edificio habían alber¬gado una tienda de discos cerrada hacía mucho; los cristales de las ventanas, víctimas del tiempo o de la vio¬lencia callejera, habían sido sustituidos por tableros de contrachapado. En la parte alta había apartamentos, va¬cíos -supuse-, dada la ausencia de los habituales soni¬dos de los humanos cuando duermen. No me sorpren¬dió, aquel lugar parecía que fuese a venirse abajo al primer golpe de viento. Los edificios al otro lado de la oscura y estrecha calle se hallaban en un estado igual¬mente lamentable.
El escenario habitual de una salida nocturna por la ciudad.
No quería abrir la boca y llamar la atención, pero deseaba que alguien decidiese algo. Estaba realmen¬te sedienta y no me importaba mucho que fuésemos a la derecha, a la izquierda o por la azotea, lo único que quería era encontrar a algún desafortunado al que no le diese tiempo siquiera de pensar «el peor lugar, en el peor momento».
Por desgracia, Riley me había hecho salir esa noche con los dos vampiros más inútiles sobre la faz de la tie¬rra; nunca parecía importarle a quién mandaba en los grupos de caza, ni tampoco se le veía particularmente molesto cuando el hecho de enviar juntos a los integran¬tes equivocados suponía que un menor número de gen¬te regresase a casa. Esa noche me habían encasquetado a Kevin y a un chico rubio cuyo nombre desconocía. Am¬bos formaban parte del grupo de Raoul; por tanto, ni que decir tiene que eran estúpidos. Y peligrosos. Pero en aquel momento, principalmente estúpidos.
En lugar de escoger una dirección para irnos de caza, de repente se hallaban inmersos en una discusión acer¬ca de qué superhéroe
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