La crisis de la verdad. Para alumnos
Enviado por Johana Carvajal • 19 de Febrero de 2018 • Trabajo • 9.207 Palabras (37 Páginas) • 122 Visitas
ASIGNATURA: SER UNIVERSITARIO, CLAVE HUM 1303
Unidad 3. La crisis de la verdad
3.1 La dictadura del relativismo
3.2 Los límites del cientificismo
3.3 El sinsentido del nihilismo
3.4 La trampa del pragmatismo
3.5 La derrota de la apatía y conformismo
3.1 La dictadura del relativismo
¡Vaya un nombre el de la unidad 3: la crisis de la verdad!
Por sorprendente que te parezca, la verdad está en crisis y la sorpresa estaría en pensar “¿cómo va a estar en crisis si actualmente hay montones de verdades? Cada quién tiene la suya”.
Pues precisamente en esta variedad de verdades está la crisis y se llama Relativismo y viene, como algunas drogas estupefacientes, en dos presentaciones: Relativismo Epistemológico y Relativismo Moral.
¿Cómo entendemos el Relativismo Epistemológico? Como una resistencia de la inteligencia a aceptar la existencia de alguna verdad absoluta(=aquella cuya existencia no dependa de quien la conozca, Dios by the way) inclinándose a aceptar sólo verdades relativistas(=las que sí dependen de quien las conozca).
Entendámonos, el relativismo epistemológico no dice que no existe ninguna verdad ni que todo lo que pensamos es falso. Al contrario, parece decir que todo lo que pensamos es verdad pues depende de quien lo piense. Así todas las personas tendrán “sus verdades particulares” relacionadas con sus circunstancias personales. Toda verdad es relativa a alguien y sólo para ese alguien vale.
“Relativo” es contrario de “absoluto” y “particular” es contrario de “universal”.
Cuidado: no es una tontería pues sí hay verdades particulares. Por ejemplo, sí es verdad que para mí las matemáticas son difíciles pues el hemisferio dominante en mi cerebro no me facilita esos cálculos, mientras que otras personas procesan con facilidad los cálculos matemáticos y eso es verdadero para ellos. ¿Captas la diferencia? Lo mismo si tengo una discapacidad es verdad que hay acciones que no puedo personalmente realizar y pero también es verdad que personas que con capacidades más amplias, sí pueden hacerlas. Hay afirmaciones que son verdaderas sólo para la relación de un sujeto con la realidad desde sus condiciones particulares que pueden ser distintas de las de otros sujetos: por eso debo decir “las matemáticas son difíciles para mí pero no para otros” o “para nosotros los ciegos, la belleza de la pintura no es un valor apreciable pero quienes sí pueden ver, la aprecian mucho” y digo la verdad. No puedo decir “Las matemáticas son difíciles en sí mismas” o “la pintura es un arte inútil y despreciable” porque no es cierto y así lo denunciarán las personas que dominen cómodamente las Matemáticas o contemplen extasiadas el techo de la Capilla Sixtina o los cuadros de Salvador Dalí. Repito: sí hay verdades particulares. Pero otra cosa es decir que “toda verdad es particular y relativa” y esta afirmación puede llevar a conclusiones equivocadas como decir que algo no existe sólo porque yo no lo conozco y discutirle al profesor de Anatomía que es “su verdad personal” que el cerebro humano tiene dos hemisferios y que “mi verdad personal” es que el cerebro no se divide en hemisferios, sólo porque ignoro la evidencia científica de la anatomía cerebral. O decir, y esto es frecuente, que Dios existe para los creyentes y no existe para los ateos y que cada quien se quede con “su verdad personal y relativista” sobre la existencia de Dios. La realidad de la existencia de Dios no depende de mi fe religiosa o de mi ateísmo: o existe para todos o no existe para nadie. Los argumentos filosóficos para afirmar la existencia de Dios, los verás en la asignatura llamada Persona y trascendencia.
Es un tema delicado éste y hay que matizar con cuidado para no caer en dogmatismos teóricos que entrañan una peligrosa violencia intelectual. El relativismo epistemológico está influido por factores externos al sujeto: el entorno socioeconómico, el grado de educación personal, la cultura dominante de la época y los referentes icónicos que mantiene o promueve en una especie de “moda teórica”. Bajo estas influencias poderosas, es lógico que los relativistas sostengan una variedad muy amplia de conceptos y valores que considera aceptables como “verdaderos” aunque sean alternativos y hasta contradictorios. Y resulta de no tener por referente la estructura metafísica de la persona humana: su esencia que es considerada como universal(=común a todas las personas), absoluta(=independiente de la percepción individual) e invariable por la filosofía realista de Aristóteles y Tomás de Aquino quienes identifican como rasgos peculiares humanos la inteligencia abstracta y la voluntad libre en ambos sexos y en toda raza, época y lugar. Es claro que si no se conoce ni reconoce la esencia común de los seres humanos (o de otros seres según su especie), cualquier idea sobre ellos parecerá aceptable. Por ejemplo, si yo no acepto que la especie humana tiene una dignidad intrínseca y natural (propia de su esencia), no condenaré la esclavitud sexual y no me importará que otros sí la condenen pues cada quien juzga según su idea personal o grupal de la especie humana. El Realismo aristotélico-tomista no impone las ideas personales de esos filósofos, sino que reclama que se identifique la esencia de los seres reales para comprenderlos tal como son.
Allá está la crítica al relativismo epistemológico: en que pone la verdad no en la realidad objetiva sino en la percepción individual de ella (que puede ser exacta o errónea). O sea: la verdad (“mi” verdad) depende de mi forma personal de conocer la realidad y ésta se ajusta a mis condiciones, cuando debería ser al revés. Recordemos la definición de verdad que dimos antes: la verdad es el juicio que se forma la mente sobre la realidad pero ajustándose a la realidad. Y lo dice Tomás de Aquino siguiendo a Aristóteles: “la verdad es la adecuación de la mente con la realidad”.
El relativismo epistemológico hace el planteamiento contrario: “la verdad es la adecuación de la realidad con la mente” y entonces resulta que es “verdad” cualquier idea con la que una mente humana ajuste la realidad.
Por eso oímos a los alumnos decir: “según yo la calificación que me pusieron es injusta”. Perdón, si la calificación es justa o injusta no es “según tú” sino según la realidad de los hechos: ¿contestaste lo que te preguntaron o lo que creíste que te preguntaron? Y hay una realidad a la que la calificación debe ajustarse: el reactivo del examen y los apuntes o libros mandados para estudiar. ¿Quieres un ejemplo a tu favor? Si el profesor califica errónea tu respuesta tampoco será “según él” pues si redactó de manera incorrecta el reactivo o expresa lo contrario al material que él explicó y mandó que estudiaras, entonces la postura del profesor es relativista porque no se ajusta a la realidad y deberás reclamar justamente que te califiquen correctamente. ¿Recuerdas, que en tu cercana infancia, cuándo le preguntaste a tu mamá por qué debías lavarte los dientes después de comer y ella contestó “porque soy tu mamá y me da la gana”? Pues eso, aunque no entonces no lo sabías, fue un ejemplo de relativismo y obedeciste pensando “dichoso de Pepito porque a su mamá no le da la gana de que él se lave los dientes después de cada comida”. ¿Estás de acuerdo con que lo saludable de la profilaxis dental se relaciona con la realidad de que los dientes sucios se enferman y no con el aparente capricho de tu mamá? Que conviene lavarse los dientes es una verdad objetiva. Este ejemplo, que también es ejemplo de dogmatismo, confunde a los niños y siembra las semillas de un futuro relativismo en sus mentes.
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