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Mercado de trabajo y género: el caso de las empleadas domésticas

marumanzo4 de Diciembre de 2013

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Mercado de trabajo y género: el caso de las empleadas domésticas

INTRODUCCIÓN

Sin lugar a dudas, una de las mayores transformaciones que sufrió el mercado de trabajo a lo largo de la historia fue la incorporación de las mujeres en actividades extra-domésticas.

Esta incorporación significó un avance para la mujer en cuanto a la oportunidad de alcanzar autonomía económica, pero también sirvió de base para el inicio de nuevas desigualdades. Sin embargo, estas diferencias son una extensión, en el ámbito laboral, de los estereotipos sociales delimitados por la misma organización social.

En este contexto, el análisis de la incorporación de la mujer en el mercado de trabajo fue objeto de largos debates. El eje sobre el cual se dan estas discusiones está exclusivamente vinculado a la definición de trabajo1. En esta dirección, esta interpretación hace referencia a su conexión directa con el ámbito mercantil, no considerando la existencia de otros tipos de trabajos, principalmente los trabajos reproductivos, que son realizados por mujeres. Así, la ausencia de una concepción de trabajo que no se limite únicamente a la esfera monetizada da como resultado que la mujer no sea considerada como un sujeto activo dentro de la sociedad.

La imposibilidad de alcanzar los beneficios que se derivan de la independencia económica garantiza la reproducción de una sociedad androcéntrica en la cual la mujer se constituye como un actor subordinado dentro de la organización social. Por todo esto, entender el vínculo existente entre el mercado de trabajo y las cuestiones de género se vuelve de gran importancia, ya que se constituye como una herramienta necesaria para la construcción de una sociedad integrada que tenga como valores fundamentales la democracia, la justicia y la igualdad de oportunidades, eliminando las barreras que obstaculizan las oportunidades de cualquier otra índole.

En este sentido, el presente estudio tiene como fin poner en evidencia la naturaleza del trabajo de las empleadas domésticas, a partir de una perspectiva de género. Cabe destacar que el trabajo doméstico en Argentina está sumamente feminizado, es decir, que prácticamente la totalidad es

1 En este sentido, Bourdieu asegura que en toda definición hay una lucha por cómo se lo define. De tal manera, toda definición conceptual implica intereses contrapuestos y, por ende, relaciones de poder (Bourdieu, 2002) ejercido por mujeres (MTEySS, 2006)2. En particular, los siguientes interrogantes nos sirvieron como disparadores: 1) ¿cuáles fueron las características más destacadas de la inclusión de las mujeres al mercado de trabajo? ¿Cómo se relacionan dicha inclusión con la necesidad del servicio doméstico en una sociedad?; 2) ¿cómo influyen los estereotipos sociales en la existencia de los trabajos feminizados y, en particular, en las particularidades del servicio doméstico?; 3) ¿cuáles son los principales atributos del empleo doméstico en la Argentina actual (2004-2010)?; 4) ¿en qué medida el empleo doméstico reproduce, acentuadamente, las desigualdades de género ya presentes en el resto del mercado de trabajo?; 5) ¿qué diferencias sociodemográficas (por ejemplo, en cuanto a edad, lugar de nacimiento y nivel de instrucción) y socioeconómicas (salarios y tasa de empleo no registrado) hay entre el trabajo doméstico remunerado y el resto de los trabajos femeninos?; 6) ¿qué marco regulatorio da cuenta del trabajo doméstico? ¿Cuáles son sus principales virtudes y limitaciones?

Este trabajo estará estructurado de la siguiente manera: en la primera parte, daremos cuenta de los problemas que implica la idea de “tareas reproductivas”, ya que se trata de un trabajo que, socialmente, no es considerado como tal. La segunda sección será fundamentalmente descriptiva y arrojará luz sobre las características sociodemográficas y económicas del trabajo doméstico en la

Argentina actual (2004-2010). En la tercera, nos centraremos en el rol del Estado a la hora de regular (y hacer aplicar la ley) esta actividad en nuestro país. En la cuarta, analizaremos el proceso de crecimiento del servicio doméstico, como consecuencia del ingreso de las mujeres al mercado de trabajo. Además, en esta sección reflexionaremos sobre las ventajas y limitaciones del trabajo doméstico a nivel social. Por último, en las Conclusiones, trataremos de integrar todos estos puntos de un modo sistemático.

I. MERCADO DE TRABAJO, GÉNERO Y EMPLEO DOMÉSTICO

Si bien las diferencias entre hombres y mujeres se cristalizan en varios ámbitos, uno de los principales en el cual se plasman es el económico. Esto es así no sólo porque la dependencia económica es uno de los principales fundamentos de la supremacía masculina sobre la mujer, sino porque además la inclusión e igualdad en este sentido son la base fundamental para la existencia de una sociedad integrada y democrática. Así, el concepto de inclusión económica se relaciona directamente con la inserción de los individuos en el mercado de trabajo y, de esta forma, con sus características, calidad, modalidad del empleo y el nivel de ingresos a los que tienen acceso. Las personas que por algún motivo no tienen la posibilidad de participar en el mercado laboral son consideradas como excluidas tanto en el plano económico como en el social.

2 Según la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (EPH-INDEC) del 4º trimestre de 2010, el 98,6% del trabajo de servicio doméstico es femenino.

En este sentido, la masiva incorporación de las mujeres al mercado de trabajo se dio fundamentalmente después de la Segunda Guerra Mundial. En este período, la expansión económica favoreció la inclusión de las mujeres en el mercado laboral, sobre todo en el sector de servicios. Esto dependía fuertemente del grado de instrucción que presentaren (García de Fanelli, 1989). Este hecho fue el punto de partida que marcó una de los grandes patrones de desigualdad social: la diferenciación de sexos en términos ocupacionales y de remuneración.

La discriminación salarial existe cuando a una categoría social (por ejemplo, hombre/mujer o joven/adulto) se les remunera menos que a otros individuos de distintas categorías sociales, por razones ajenas al trabajo que desempeñan. Pero este no es el único tipo de discriminación que sufren las mujeres, sino que además existe la discriminación ocupacional que consiste en la segregación de ciertos grupos sociales (ya sea por etnia o género, entre otros) confinándolos a determinadas tareas dentro de una estructura de trabajo que está delimitada por la misma organización social (Treiman y Hartmann, 1981)

En este contexto, existen trabajos que se denominan feminizados en el sentido de que son ocupaciones desempeñadas principalmente por mujeres. Dentro de esta categoría, uno de los más destacados es el trabajo doméstico, cuya característica es ser la extensión de las tareas reproductivas del hogar, las cuales no perciben ingreso alguno y están socialmente ligadas a la mujer. Así, las tareas reproductivas pueden ser susceptibles de percibir o no un ingreso, de acuerdo a cuál sea el vínculo que une a la persona que realiza estas tareas con las personas para los cuales realiza tal labor.

Cuando las tareas reproductivas (limpieza, cuidado, cocina, lavado de ropa, etcétera) son llevadas a cabo por un integrante de la familia, que generalmente suele ser la mujer, el beneficio que genera al resto de los integrantes está basado en los lazos afectivos que los unen. Este tipo de trabajo no percibe ingreso alguno. Al respecto, Cristina Carrasco sostiene que: “(…) en general se reconoce la importancia de la actividad de las mujeres en casa destinada al cuidado familiar y, en particular, la relacionada con la crianza y educación de los hijos, puesto que se considera indispensable para que estos se conviertan en ‘trabajadores productivos’, y contribuyan a la ‘riqueza de las naciones’, pero a toda esta actividad no se le otorga valor económico. Se enfatiza la división sexual del trabajo insistiendo en la obligación primera de las mujeres como madres y esposas, lo cual al menos para las mujeres casadas, sería incompatible o no recomendable con el hecho de tener un empleo” (Carrasco,1999: 17).

Por otra parte, cuando la responsable de realizar las tareas reproductivas no tiene ningún vínculo con las personas para las cuales realiza tales labores, suele existir una relación empleado-empleador, con características particulares como mencionaremos más adelante. En este caso, el trabajo doméstico percibe una remuneración.

Sea remunerado o no remunerado, se trata de un trabajo realizado principalmente por mujeres como consecuencia de la feminización laboral. La explicación de la segmentación para este tipo de trabajo radica en que el ámbito doméstico se considera como el más adecuado para que la mujer trabaje y desempeñe tareas que no requieren de una formación o calificación específica.

Por todo ello, se da la siguiente paradoja: “ (…) Según los economistas, cocinar es un ‘trabajo activo’ cuando la comida preparada se vende y un ‘trabajo económicamente inactivo’ cuando no se vende. El trabajo doméstico es ‘productivo’ cuando lo realiza una empleada doméstica remunerada y ‘no productivo’ cuando no interviene ninguna remuneración. Las personas que se encargan de las guarderías y orfanatos están ‘ocupadas’; las madres que cuidan de sus hijos en casa están

‘desocupadas’” (citado en Carrasco, 1999:228).

II. CARACTERÍSTICAS DEL TRABAJO DOMÉSTICO

De acuerdo a un documento elaborado por la OIT (2010), las características del

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