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NOSOTROS CONFIAMOS EN EL SEÑOR.


Enviado por   •  11 de Marzo de 2016  •  Apuntes  •  3.133 Palabras (13 Páginas)  •  229 Visitas

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NOSOTROS CONFIAMOS EN EL SEÑOR

“He pasado noches miserables, he pasado meses enteros   esperando en vano que terminen mis sufrimientos.

Mi vida ha sido como la de un soldado que ansioso espera el fin de la guerra; como la de un peón, que ansioso espera su paga; como un esclavo fatigado, que ansioso espera que caiga la noche. Cuando me acuesto, la noche me parece interminable; doy vueltas en la cama sin poder pegar los ojos, y me pregunto cuándo amanecerá.”

Estas líneas parecen ser lamentos pronunciados por cualquiera de nosotros cuando estamos en algún tipo de situación desesperante; aunque en realidad son párrafos del texto bíblico que se encuentran en Job 7.1-4, leídos desde la versión bíblica Lenguaje Sencillo, porque creo que así podemos percibir la fuerza del reclamo dicho de una manera que nos identifica.

La desgracia no es exclusiva, porque cuando llega, no escatima ni escoge condición, educación, género, edad. Solo viene de la manera más imprevista, no le podemos decir que no, porque nos damos cuenta de ella cuando ya está con nosotros. Y maltrata nuestra ánimo, al punto que nos quejamos constantemente, como Job:

“Por tanto no refrenaré mi boca, hablaré en la angustia de mi espíritu. Y me quejaré con la amargura de mi alma.” Job 7.11

Estoy convencido que sin excepción, todos hemos pasado por momentos de aflicción, temporadas de angustia, tiempos de desesperación, sobretodo cuando el problema se muestra grande y más poderoso que nosotros. Quizás hoy mismo estemos pasando esas tribulaciones.

Así era la vida de una pobre mujer que vivió en el Israel del tiempo del profeta Eliseo. Y cuando digo pobre, es porque realmente lo era. A pesar de que pertenecía a una comunidad de gente buena que buscaban vivir compartiendo todo, por la necesidad y porque habían optado por esa forma de vida.

Pero ella, una mujer buena con una familia dedicada al servicio de Dios, aparte de su pobreza, pasó por las situaciones más duras al punto que seguramente pensó como mucho de nosotros: ¿Por qué la gente sufre?, o más aún ¿Por qué la gente buena tiene que sufrir?

Así es cuando llega el mal tiempo a nuestras vidas, comenzamos a cuestionarnos sobre la razón de nuestro sufrimiento, sobretodo si lo hemos estado haciendo bien, o no le estamos haciendo mal a nadie.

¿El mal debería venir sólo sobre los malos, verdad?, sin embargo andan sueltos y todavía les va mejor que nosotros. Algo así fue el cuestionamiento de esta mujer, cuya historia está en 2 Reyes 4.1-7.

UNA COMUNIDAD DE GENTE JUSTA:

Aquellos tiempos sí que habían sido duros. Omri, el primero de un linaje de reyes perversos, fue alguien realmente inhumano. Se adueñó del poder e implantó una forma de religión que le favorecía en sus oscuros deseos de poder y riqueza, abandonó la adoración a Jehová para entregarse a la adoración de Baal. Cometió una serie de injusticias, pecados, idolatrías y asesinatos. Comenzó a realizar grandes construcciones: altares para Baal y palacios para él. Pero ¿cómo financiaría semejantes proyectos?, pues con la opresión de los pobres campesinos a quienes les implantó un sistema absurdo de impuestos, quitándoles lo poco que tenían. Los campesinos que no podían pagar sus deudas debían entregar a sus hijos como sirvientes y a sus hijas como prostitutas.

Esto alentó el surgimiento de gente que se opuso al régimen de Omri, como al de los reyes que le sucedieron, incluso más malos que él. Gente que no sólo tenían un ideal político, sino que lo hacían todo en nombre de Jehová, aquel mismo Jehová que tú yo conocemos por ser plenamente justo.

¿Recuerdan a Elías?, ¿un hombre valiente, verdad? Lo llamaban profeta, por ser portador de la voz de Dios. Con él aparecieron otros que no sólo hablaban desde el corazón de Dios en contra de los poderosos que hacían el mal, sino que comenzaron a formar una comunidad que haría frente a un sistema completamente injusto, a través de la práctica de una vida piadosa y justa: La Comunidad de los Profetas.

Dice 1 Rey 18.4, que había una comunidad de casi cien profetas, que habían sido escondidos, por temor a ser aniquilados por la reina, a quienes el mayordomo del rey sostuvo con pan y agua por un tiempo.

Podríamos decir que eran como pequeñas iglesias, comunidades de gente que había aprendido a vivir bajo la voz de Dios, denunciando lo justo y promoviendo una vida de solidaridad y fraternidad.

UNA MUJER, ESPOSA DE UN HOMBRE JUSTO:

A pesar de ser gente justa, no estaban inmunes al dolor. Una mujer de esta comunidad había caído en una de las peores desgracias. Con 2 hijos, era esposa de uno de los profetas, una especie de pastor en ese tiempo.

Ya como mujer, tenía cierta desventaja porque no gozaba de los mismos beneficios de un hombre; pero lo peor fue que el hombre que la sostenía, su marido, había muerto. Ser viuda la convirtió en una persona despreciada e indigna. No tenía sustento, no podía trabajar, no podía salir adelante, así que debía vivir del favor de otros de su comunidad, que al fin seguramente tampoco pudieron seguir sosteniéndola.

Entonces, en medio de su desgracia, esta mujer corajuda, llegó con el profeto Eliseo y con rabia y frustración le dijo: ¡Tu siervo mi marido ha muerto, y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová…!

Vaya reclamo: ¿Por qué le tienen que venir esas cosas a la gente que ha servido bien a Jehová?. Algunas veces pienso lo mismo: ¿por qué vienen los males, si he estado haciendo lo bueno?, o en todo caso ¿Por qué no se van los males si ya le prometí a Dios que voy a se bueno?, ¿por qué debo sufrir, si he clamado, he ayunado, he hecho lo bueno?, ¿por qué a mí, que me arrepentí de corazón?... ¿Por qué si soy un siervo de Dios?…

Es el clamor de los que sabemos que no somos merecedores del sufrimiento, de los que creemos que tenemos el derecho se siempre vivir felices.

Ella era esposa de un hombre que había sido justo toda la vida, que Jehová lo había bendecido con 2 hijos hermosos. Ahora, no sólo se había quedado sin marido, sino que por no poder pagar sus impuestos y deudas, venían los acreedores a quitarle a sus hijos. Era lógico que se pregunte y le pregunte al profeta: ¿Por qué Dios me dio 2 hijos si luego me los iba a quitar? ¿Por qué se llevó a mi marido, si él siempre fue justo y temeroso?

Me la imagino, levantando su reclamo con el mismo ímpetu que el pobre y desenfadado Job (capítulo 21):

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