POLÍTICA EDUCATIVA

POLITICA EDUCATIVA

INTRODUCCION

La educación no es una entre otras políticas públicas, comparable a la del sector energético, de industrias o de economía y finanzas; su objeto es el desarrollo de las actuales y siguientes generaciones, y eso le da rango especial y carácter central.

Si bien sabemos está condicionada por las políticas económicas y otras realidades sociales.

Hacer política en este sentido esencial no se reduce, entonces, a regular la extensión y calidad de la enseñanza ni a normar el acceso de los grupos sociales al conocimiento; ni siquiera elaborar programas de calificación de la fuerza de trabajo para garantizar el desarrollo de la economía.

Más allá de esas tareas de desarrollo organizacional o ingeniería social, la política educativa es un necesario ejercicio de filosofía.

El objeto de la política educativa son los aprendizajes futuros, posibles y deseables de una sociedad determinada.

Porque los hombres somos capaces de aprender a ser mejores, de crear posibilidades inéditas, de indagar sobre las maneras como aprendemos y asimilamos valores, como inventamos comportamientos ciudadanos democráticos y construimos nuevos proyectos colectivos.

Por eso, el objeto de la política educativa se extiende a las posibilidades de la inteligencia no menos que hacia los mundos misteriosos de la intuición y los sentimientos, del arte, de la convivencia y las éticas sociales; con todo se relaciona y de todo se nutre.

Por lo tanto es preciso analizar los contextos específicos y los procesos históricos concretos de las últimas décadas en los que la reorganización del gobierno de los sistemas educativos ha constituido, y lo siguen haciendo; una de las claves para pensar y gestionar cambios orientados por las políticas sociales y educativas.

DESARROLLO

Para Hugo Zemelman, el reto actual para transformar la realidad socio histórica consiste en la necesidad de potenciar y desarrollar en los sujetos sociales la capacidad de pensar la realidad.

Una característica fundamental del contexto socio histórico más contemporáneo, fue la pérdida o desplazamiento a segundo plano del interés en el pensamiento histórico.

La definición de un proyecto socio histórico involucra el desarrollo tanto de una subjetividad con una clara orientación ético-política,

Ubicar un contexto siempre es indispensable para construir un sentido integral, “relacional”, no fragmentario, recuperando tanto las dimensiones de la concreción y la objetividad, como la propiamente subjetiva que exige considerar y asumir las posturas ético-políticas.

Este bloqueo del sujeto social e histórico plantea un reto fundamental: la recuperación de la historicidad de la sociedad humana.

Hoy en día la sociedad humana experimenta los efectos de un vertiginoso avance en los campos científico y tecnológico.

De una sociedad basada en construcciones científicas y culturales que se mostraron confiadas durante siglos en certezas y explicaciones universalizables fundadas en la razón se empezó a transitar a una sociedad en la que la idea constitutiva misma de la razón como fundamento de la realidad y la verdad exige la reelaboración de nuestras formas de conocimiento y comprensión de la realidad.

Ante esta crisis del paradigma positivista, la ciencia quedó enfrentada a las indeterminaciones, mismas que obligan a pensar en el carácter imprevisible o emergente de los fenómenos, cuestionando los fundamentos epistemológicos mismos y con ello conceptos centrales como objetividad, verdad y teoría.

Actualmente la principal exigencia de un renovado

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