Protocolo Y Etiqueta
Enviado por ximenanoguera • 6 de Octubre de 2011 • 8.800 Palabras (36 Páginas) • 5.675 Visitas
MATERIAL DE PROTOCOLO Y ETIQUETA
INTRODUCCIÓN A LA ETIQUETA Y EL PROTOCOLO
A ponerse la etiqueta.
El boom de los buenos modales. Los cursos de ceremonial y protocolo crecieron un 60 por ciento en los últimos cinco años. Los libros que enseñan cómo comportarse en sociedad también están en alza. La tendencia se nutre del auge de la gastronomía, la enología y los negocios con empresas extranjeras. Cuáles son las nuevas reglas de la cortesía en el siglo XXI.
La cortesía viene de muy lejos. Y más allá de que la etimología de la palabra nos remita a un mundo alcanforado de reyes, reverencias y formalidades varias, se trata de una manera de ser y de actuar en sociedad, que involucra la urbanidad, las buenas costumbres, el decoro, el savoir-vivre. Desde hace algunos años la cortesía parece estar de regreso. Pero no porque la vida en común haya dejado de degradarse (toda vez que los bocinazos y los insultos entre conductores, o el gesto de arrojar botellas y papeles en la vía pública teniendo un cesto de residuos a dos pasos, siguen siendo moneda corriente), sino porque cada vez son más las personas que estudian carreras como Ceremonial y Protocolo, o las que se anotan en cursos de etiqueta. Un fenómeno que en los últimos años ha generado que algunas editoriales volvieran a publicar y a vender con cierto éxito manuales de buenas maneras. Y que, en la televisión, le ha dado una mayor cabida a programas y columnistas encargados de instruirnos en el preciado arte de ser educados.
Ser cortés es un buen negocio.
Si bien cuando se habla de protocolo se piensa, por lo general, en normas estrictas vinculadas con la agenda gubernamental o diplomática, hoy son cada vez más los ejecutivos, profesionales y estudiantes que se preocupan por saber tomar correctamente los cubiertos y distinguir cuáles son los indicados para cada plato. Esta tendencia ha impulsado en los últimos cinco años un aumento del 60 por ciento la demanda de clases de ceremonial y protocolo. Ocurrió de manera simultánea el auge por la cocina gourmet y la enología (el conocimiento relativo a la elaboración de vinos).
Pero más allá del costado mundano y esnob que puede haber en el asunto, lo cierto es que para muchas empresas el comportamiento social ha pasado a ser una herramienta de trabajo cada vez más necesaria. El aumento de los negocios con extranjeros también influyó para que muchos ejecutivos consideraran indispensable esto de saber moverse con soltura, conocer la forma de ser y las costumbres de los otros.
Karina Vilella, directora del Centro de Estudios Diplomacia Delfina Mitre, certifica la importancia que en estos últimos tiempos han adquirido estos saberes en la cultura empresarial. Y remarca que cada uno de los órdenes de la vida cotidiana está regido por fórmulas de cortesía no escritas.
"En todos los ámbitos se ve el desarrollo de las normas de etiqueta", afirma Vilella, convencida de que hay algunas que se llevan incorporadas. "Por ejemplo, la gente va a la iglesia y sigue un protocolo eclesiástico, no se pregunta por qué se para, por qué se sienta, por qué repite. La gente que va a ver un partido de golf también sigue la etiqueta del lugar. La etiqueta del golf es una de las más estudiadas porque es un deporte de moda. De hecho, el ceremonial deportivo está muy en auge. Ni hablar del corporativo, y sobre todo del corporativo a nivel internacional.
En este rubro están las empresas que tienen contacto permanente con visitantes extranjeros. Y puesto que la etiqueta árabe, la japonesa o la china son muy diferentes a la nuestra, es necesario que quien pretenda hacer negocios con personas de estos países esté al tanto de cuáles son sus normas. Desconocerlas hasta podría implicar que directamente se cierre la posibilidad de hacer negocios", explica Vilella.
El camino que recorrió Vilella para llegar a donde hoy está empezó con una anécdota que jamás podrá olvidar. Durante años trabajó en Cancillería dando clases de ceremonial en la carrera diplomática, y se vio en la imperiosa necesidad de iniciarse en los estudios del protocolo y las buenas costumbres. "Empecé a trabajar en la Cancillería en 1993, como asesora de un funcionario, pero sin tener la menor idea de los gajes de la diplomacia. Ahí conocí a mi ex marido, que es cónsul, y al poco tiempo lo trasladaron a los Estados Unidos. Allí lo ayudaba y me tocaba cumplir funciones protocolares.
Una noche nos invitaron a una cena con el alcalde de Dallas. Yo era la única mujer y me sentaron al lado del alcalde. Entonces el mozo me trajo la carta y, como yo no entendía casi nada de inglés, pedí un plato a ojo. El alcalde pidió un plato principal y sopa, y todo el resto de la delegación argentina pidió lo mismo. Trajeron la sopa y me quedé pagando, porque si alguien pide entrada los demás tienen que acompañarlo. Cuando el mozo trajo mi plato, era una baguette que sobresalía diez centímetros de cada lado del plato. ¡Era un sándwich gigante! ¡Me quería morir! Fue el papelón más grande de mi vida, aunque también la situación que me llevó a iniciar mis estudios", dice.
Para Vilella -hoy en día una de las máximas autoridades del país en la materia- el auge que vive el estudio de las normas de ceremonial y protocolo no sólo se debe a una moda, sino también a cómo mucha gente reacciona frente a lo que ve como "una sensación de mala educación generalizada". Y si bien el lenguaje de la servilleta y el dress code para asistir a un cóctel son cosas que pueden aprenderse fácilmente, los buenos modales son más difíciles de enseñar. Porque los buenos modales se aprenden en la infancia y en las mesas familiares que -según Vilella- cada vez escasean más.
"La mayoría de las personas deberían dejar de creer que las reglas de etiqueta son para una élite y darse cuenta de que son normas que uno vive día a día. Normas que uno tiene que poner en práctica y transmitir a sus hijos para poder vivir en un clima de cortesía y respeto".
Damas y caballeros.
Las reglas de caballerosidad han sufrido una gran transformación en un contexto en que las mujeres hace tiempo que no dejan de ganarles terreno a los hombres. Hoy en día no es descabellado concebir que un señor no se decida a cederle el asiento en el colectivo a una mujer por temor a herir su susceptibilidad y hacerla sentir vieja, ¿no había una publicidad en la que una adolescente le preguntaba la hora a un muchacho llamándolo "señor" y a éste por poco se le transfiguraba la cara? Eso deja ver una falta de cortesía, que podría ser una burda excusa para justificar la propia comodidad, así como un comportamiento que treinta años atrás era impensable.
Pero más allá de cómo el hombre no deja de sentirse descolocado
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