Proyectos Institucionales
Enviado por lischikis • 5 de Septiembre de 2013 • 7.010 Palabras (29 Páginas) • 328 Visitas
La identidad mexiquense
El trayecto de nuestro país, desde su nacimiento hasta nuestros días, no ha sido lineal ni simple; ha estado repleto de vaivenes, regresiones, problemas y dificultades. Y aunque hoy es una nación fuerte y consolidada, su conformación es compleja y con grandes asimetrías sociales.
De esta forma, frente a los ideales políticos e imaginarios sociales con fuertes valores republicanos y democráticos construidos en algunas etapas históricas, están las realidades sociales y los comportamientos propios de una sociedad derivada del Antiguo Régimen, acostumbrada a las formas de organización corporativa, a los privilegios de grupos y a la sumisión jerárquica. Y no sólo eso, el propio proyecto de nación se mantuvo en un vaivén histórico, entre republicanismo y monarquismo, hasta el triunfo de la república en 1867. Tampoco podemos olvidar los períodos de invasión extranjera, amenazas externas y guerras civiles que han puesto en jaque a la independencia y soberanía de México. Así, durante el siglo XIX, no sólo entró en disputa el ser ontológico de México, sino también el de los individuos que lo conformaban y la forma en que se construyó una conciencia nacional.
Frente a todos estos retos y muchos otros, uno de los más grandes logros que podemos festejar y reconocer en el bicentenario de nuestra Independencia, ha sido la construcción de distintas identidades mexicanas a lo largo y ancho del país. La historia de este proceso identitario en el Estado de México es el objetivo central de la presente obra. Los sucesos de la guerra de Independencia, los primeros ensayos en la construcción del Estado de México, sus problemas sociales, fiscales, estadísticos y monetarios; así como las diversas formas de nacionalismo en la entidad y sus festejos patrios, forman parte de la contribución mexiquense a la identidad nacional.
LA IDENTIDAD NACIONAL
Identidad es una palabra de origen latino (identitas) que permite hacer referencia al conjunto de rasgos propios de un sujeto o de una comunidad. Estas características diferencian a un individuo o a un grupo de los demás. La identidad también está vinculada a la conciencia que una persona tiene sobre sí misma.
La identidad nacional, por su parte, es una condición social, cultural y espacial; se trata de rasgos que tienen una relación con un entorno político ya que, por lo general, las naciones están asociadas a un Estado (aunque no siempre sea así).
La nacionalidad es un concepto cercano a la identidad nacional. Las personas que nacen en Brasil, por ejemplo, son de nacionalidad brasileña y tienen documentos legales que acreditan dicha condición. Estos individuos, por lo tanto, tiene identidad brasileña.
Sin embargo, el aspecto más simbólico de la noción puede variar en cada caso. Una persona que nace en Brasil (tiene nacionalidad brasileña) y a los cinco años de edad se marcha al exterior, puede perder o descuidar, con el paso del tiempo, su identidad nacional. Si dicho sujeto, después de pasar sus primeros cinco años de vida en Brasil, vive los cuarenta años siguientes en Australia, sin regresar nunca a su tierra natal, es probable que mantenga su nacionalidad desde el punto de vista jurídico, pero no su identidad social o cultural.
En otros casos, la identidad nacional puede existir sin que esté certificada por un documento legal. Los gitanos pueden hablar de identidad nacional pese a que su nación no cuenta con un territorio propio o un Estado que los ampare como colectivo social. Un hombre, por lo tanto, puede tener nacionalidad española o de cualquier otro país e identidad gitana.
Retomando el concepto puro de identidad, es importante resaltar que uno de sus matices fundamentales es la visión que una persona tiene sobre sus propias características, cómo cree que los demás la perciben cuando la ven, cuando la escuchan, cuando tratan con ella. Es justamente este aspecto tan personal, tan privado, el que afecta de manera incuestionable la rigidez de la identidad nacional; ni siquiera es necesario haber vivido en un país para sentirse parte del mismo, aunque esto no se dé muy frecuentemente.
Si bien el intercambio cultural ha tenido lugar desde hace cientos de años, como se puede comprobar investigando acerca de la vida de escritores y compositores, los avances tecnológicos en el ámbito de las comunicaciones facilitan cada vez más el acercamiento a otras tierras sin necesidad de moverse de la propia. Internet nos permite aprender de una forma que hace tan sólo unos años tan sólo la ciencia ficción podía describir, y esto repercute en una riqueza que debilita cada vez más las cadenas que separan a una nación de otra.
Para quienes han nacido en la era de la televisión, palabras de origen extranjero como “stop” o “play” nunca fueron extrañas; del mismo modo, han sabido incorporar “email”, “Internet” y “streaming”, entre tantos otros términos, para adaptarse a las crecientes posibilidades que ofrece la tecnología. Algo similar ocurre con los géneros musicales: una pareja de japoneses bailando tango en un teatro de Kyoto resulta tan común como un español interpretando un rap escrito por él mismo, en su propio idioma.
¿Cuánto queda de identidad nacional en estos últimos dos ejemplos? Si se toma en cuenta la cantidad de horas necesarias para entrenarse en una disciplina como el baile o el canto, en el caso de una persona que dedica su vida a estudiar un estilo creado a miles de kilómetros de su hogar, en otra época, con un contexto sociocultural absolutamente diferente y en otro idioma, seguramente dichas personas no tengan mucho tiempo disponible para la danza nenbutsu o el cante jondo. La pregunta es, por lo tanto, si es necesaria, o positiva, la identidad nacional.
Definición de valor
En sentido humanista, se entiende por valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería la humanidad o parte de ella. El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. Por ejemplo, se considera un valor decir la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso trabajar que robar. La práctica del valor desarrolla la humanidad de la persona, mientras que el contravalor lo despoja de esa cualidad (Vásquez, 1999, p. 3). Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.
"Todo valor supone la existencia de una cosa o persona que lo posee y de un sujeto que lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los valores no tienen existencia real sino adheridos a los objetos que
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