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Quien dice verdad


Enviado por   •  17 de Mayo de 2012  •  Ensayo  •  2.167 Palabras (9 Páginas)  •  1.132 Visitas

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Quien dice verdad" (1959), de Eraclio Zepeda

–Quien dice verdá tiene la boca fresca como si masticara hojitas de hierbabuena, y tiene los dientes limpios, blancos, porque no hay lodo en su corazón –decía el viejo tata Juan.

Sebastián Pérez Tul nunca dijo palabra que no encerrara verdad. Lo que hablaba era lo cierto y así había sucedido algún día en algún lugar.

–Los que tienen valor pueden ver de noche y llevar la frente erguida. Quien es valiente conserva las manos limpias; sabe recoger su gusto y su pena. Sabe aceptar el castigo. Quien es miedoso huye de su huella y sufre y grita y la luna no puede limpiarle los ojos. Quien no acepta su falta no tiene paz y parece que todas las piedras le sangraran el paso porque no hay sabor en su cuerpo ni paz en su corazón –decía el viejo tata Juan.

Sebastián Pérez Tul nunca evadió el castigo que limpia la falta. Nunca corrió caminos para engañar a la verdad. Nunca tembló ante las penas y vivía en paz con su corazón. .

–Quien no recuerda vive en el fondo de un pozo y sus acciones pasadas se ponen agrias porque no sienten al viento ni al sol. Los que olvidan no pueden reír y el llanto vive en sus ojos porque no pueden recordar la luz –decía el viejo tata Juan.

Sebastián Pérez Tul vivía con sus recuerdos y estos caminaban a su lado y en su compañía saltaban de alegría y también se ponían a sufrir y a lamentarse. Sebastián Pérez Tul no olvidó nunca lo que sus manos acariciaron o sus pies destruyeron.

–Aquel que hiere debe ser herido, y aquel que cura debe ser curado, y el que es matador debe ser matado, y el que perdona debe de ser olvidado en sus faltas. Pero aquel que hace daño y huye, no tiene amor en su espalda, y hay espinas en sus párpados y el sueño le causa dolor y ya no puede volver a cantar –decía el viejo tata Juan.

Sebastián Pérez Tul estaba de acuerdo en todo y no dudó que ahora él debía de cumplir. Nunca pensó en negar que él, con sus manos había matado al ladino Lorenzo Castillo, comerciante en aguardientes.

–Vos lo mataste, Sebastián. Estabas loco de la furia pero vos juiste quien lo cerrajó.

–Juí yo.

–Vos lo seguiste, Sebastián y le gritaste y él se detuvo.

–Le grité y se detuvo. Ese jué su mal: se detuvo.

–Vos lo alcanzaste y le hiciste reclamo. . .

–Le reclamé pué.

–Y vos le agarraste del pelo y lo porraseaste y le empezaste a pegar...

–Le empecé a pegar. Pero yo ya no miraba nada y sólo quería acabarlo.

–Y aluego cuando quedó quieto lo soltaste y el finado Lorenzo se jué rodando por la cañada.

–Sí pué. Se puso blando y empezó a rodar. Sí pué.

–Vos juíste Sebastián. Pero él se lo anduvo buscando. Si ya lo había hecho el daño, pa qué volvió.

–Pa qué volvió. Esa jué la cosa.

Sebastián Pérez Tul estaba sentado en la entrada de su jacal con los codos apoyados sobre sus gruesas y macizas rodillas, y la cabeza, llena de preocupaciones y sustos, en medio de sus manos. Estaba con el miedo secándole la lengua. Su hermano, el Fermín Pérez Jo, le hablaba y le quería quitar las ganas de arrepentirse.

–Vos se lo alvertiste en San Ramón, a la salida de ciudad Real. Bien que se lo alvertiste. Todos lo oímos clarito.

–Pa que no me anduviera con cosas jué que se lo dije. Pa que supiera de dónde salía el camino. Pa que no le tomaran las cosas desprevenido. Yo se lo dije. Y todos lo oyeron...

–Pero como es su modo, o era, porque ya es dijunto, no hizo caso de razones y nomás se empezó a carcajiar allá en San Ramón.

–Eso jué lo que me dio más rabia, Fermín; eso jué lo que me nubló la vista: se quedó riyendo sin hacer caso de palabras.

–Sí Sebastián, pero vos se lo anticipaste. –No hice traición...

–No Sebastián; vos se lo anticipaste. En San Ramón se lo anticipaste.

San Ramón sólo tiene una larga calle. Por allí corre el viento que viene de los cerros para irse a meter a Ciudad Real. Es sólo una calle pero hay rencor y hay lodo.. y hay maldad. San Ramón es el primer anuncio de ladinos que se encuentra cuando se llega a Ciudad Real; y es la última oportunidad para llenarse la boca de amargos cuando se sale de Ciudad Real. Es el último sitio. Hasta allí es que llegan los comerciantes, los curas, los abogados, los burdeles, el viejo señorío, en suma, de Ciudad Real. Hasta allí es que llegan. Hasta allí es que se quedan.

–En San Ramón jué que se lo dije. ..Allí jué. .

San Ramón tiene nombre de Santo, pero esto no es de primera intención. No es su nombre de origen, porque antes el gobierno le puso Ramón Larrainzar, pero ahora le nombran San Ramón. Los ladinos le hicieron el cambio porque cuando no hay protección de santo los pecados brillan en la oscuridad.. y el diablo sigue los reflejos y se guía por los brillos hasta donde están las almas de aquellos que perdieron la pureza.

–Allá jué que me lo encontré de primeras. De nuevo como quien dice. Allá se lo hice ver su mal. Su daño que había dejado; y le hice su anticipo. Se lo anticipé al Lorenzo.

En San Ramón vivía el Lorenzo Castillo, ladino, gordo, comerciante en aguardientes. Allá fue que se lo encontró Sebastián.

–Tené cuidado Lorenzo. No asomés por allá. Te dejé salir, pero no volvás. Te lo estoy alvirtiendo Lorenzo. No volvás.

–Calláte indio.

–Te dejé dormir en mi casa. Te di posada. Te dejé vender trago en mi puerta. Pero cuando todos estábamos borrachos vos te pusiste a robar y aluego pepenaste a mi hija y la dañaste y aluego te empezaste a burlar. No vayás a regresar. Te lo estoy anticipando...

¡Indio mierda! Andarás engazado por la borrachera; Que me voy a meter con tu hija. Ni conozco a la puta esa; pero si es india ha de estar toda apestosa –y el Lorenzo enseñó su boca sucia y sus dientes negros en medio de una carcajada.

–Te lo dije tres veces. No asomés por allá.

–¿Me estás amenazando?¿Desde cuándo los indios me hablan de igual a igual? Ese es que quiero que me digás. Anda, vamos al carajo, no sea que te vaya a meter a la cárcel por injurias y amenazas ¿verdad licenciado? –y el viejo vestido de negro que estaba al lado de Lorenzo, con la cabeza, afirmó y juntos se estuvieron riendo hasta que el Sebastián se perdió de vista.

Así fue como Sebastián Pérez Tul se lo advirtió. Quedó avisado. Se lo dijo las veces

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