¿Quién es esa señora?
Enviado por Maribel Zafra • 23 de Mayo de 2018 • Trabajo • 1.909 Palabras (8 Páginas) • 119 Visitas
¿Quién es esa señora?
Maribel Zafra Pérez
«¡Oh, no! ¡Otra vez llego tarde y mi autobús está ahí! ¿Debería correr para alcanzarlo o ya no llego? No, definitivamente no. Lo voy a perder... Y el próximo autobús viene a las 23 h, ¡genial! Ahora tengo que esperar una hora», pensó la chica cuando tenía que volver a casa. Estaba en la estación y no había nadie más, a excepción de una señora mayor sentada en un banco.
«Ya es tarde y estoy aquí sola... Pero bueno, ahí hay una señora... Voy a sentarme a su lado y a esperar ahí hasta que venga el próximo autobús... Mientras tanto, voy a leer el libro de ruso, ¡tengo que practicar! En realidad debería haber empezado a leerlo hace tiempo, en dos días tengo el traba...».
—Disculpe —dijo la señora—. ¿Eso es ruso?
—¡Sí, exacto! —respondió.
—Yo hablo un poco de ruso, pero solo un poco.
—¡Ah! ¿Y puedo preguntarle por qué sabe usted ruso?
—Sí, por supuesto. Bueno, la historia es bastante larga, pero tenemos tiempo todavía hasta que venga el próximo autobús. Apadriné a una chica de Bielorrusia, pero de eso hace ya mucho tiempo. Ella me visitó un par de veces, pero hace diez años ya que no la veo o que siquiera he hablado con ella. Antes, la situación en Bielorrusia no estaba demasiado bien y los padres de esta chica eran pobres. Ni siquiera podía ir a la universidad. Por eso la ayudé. Le pagué la universidad para que pudiera estudiar. Después de eso, mantuvimos el contacto y me visitaba de vez en cuando. Además, puesto que el chocolate de aquí es muy bueno, siempre le enviaba paquetes con chocolate y cajas de bombones. Como le decía, su familia era muy pobre, por eso siempre le escondía clandestinamente dinero en las cajas. En realidad, eso estaba totalmente prohibido, pero, bajo mi punto de vista, merecía totalmente correr el riesgo.
Ella escuchaba a la señora atentamente, ya que le parecía muy interesante la manera en la que relataba la historia. La señora tenía lágrimas en los ojos. Ella no llegaba a comprender por qué la señora estaba tan triste.
—Es precioso que, a pesar de todo, pudiera usted ayudar a aquella chica.
La señora siguió hablando.
—En Bielorrusia siempre registraban los paquetes para controlar lo que entraba en el país. Un día recibí una llamada. Era la chica. Llorando amargamente, me dijo que, a partir de ese día, no podríamos establecer nunca más contacto, ya que en las aduanas habían detectado el dinero escondido en una caja y, si seguíamos en contacto, ella y su familia se verían sumidos en un gran problema.
Ella no podía articular palabra. Estaba tan inmersa en la historia de esta señora que lo único que se le pasaba por la cabeza era lo triste que era. Casi se le formaron lágrimas en los ojos.
—Todo esto es increíble, es muy triste...
—Sí, se me rompe el corazón cuando pienso en ello, porque era como una hija para mí. En fin... Por cierto, ¿hacia dónde se dirige?
—Ya me voy para casa. Por desgracia he perdido el último autobús y ahora tengo que esperarme una hora al próximo.
—Yo conocí a mi exmarido en el autobús. Cuando era pequeña, sufrimos muchas dificultades debido a que mi país se encontraba en situación de guerra. Mi familia y yo tuvimos que huir, pero algunos años más tarde, pudimos volver y vinimos aquí.
Ella pensó que su infancia también había sido difícil, de alguna manera le sonaba familiar. Por suerte, no se acordaba de casi nada. Estaba en un estado tal de concentración, que apenas fue capaz de decir nada, se limitaba prácticamente a escuchar. La historia era emocionante y conmovedora.
—Y entonces conoció a su exmarido, ¿no? —preguntó.
—Sí, exacto —dijo la señora—. Lo conocí en un autobús. Como siempre, al principio todo era bonito y felicidad, pero después... Empezó a no tratarme bien... y ahora estoy divorciada, claro. Ella estaba sorprendida por que esta señora mayor estuviera divorciada. La señora continuó hablando.
—Tuvimos dos hijos, una chica y un chico. Por eso, en la vida he decidido ayudar a los jóvenes. Mi hija estudió su carrera y tuvo mucho éxito; mi hijo, sin embargo, no tuvo tanta suerte.
La señora paró de hablar. Casi empieza a llorar, pero pudo lograr dominarlo. Después, continuó hablando.
—Cuando él tenía diecisiete años, mi exmarido, mi hija, mi hijo, un amigo de mi hijo y yo fuimos a Madrid de vacaciones. Era agosto y hacía un calor asfixiante. Por eso, mi hijo y su amigo decidieron irse de Madrid una semana antes de lo previsto. Llegaron sanos y salvos. Dos días después, mi hijo iba conduciendo su coche y tuvo un accidente. No sobrevivió. Raphael se llamaba. La noche del accidente hablé con él. Por supuesto, nadie sabía lo que el destino le tenía reservado, pero esa noche habló de una manera distinta conmigo. Me dijo: «Mamá, disfruta de la vida. Hasta ahora solo has vivido y trabajado para los demás. Ahora es el momento de que vivas para ti misma. Desde que murió, siento que él siempre está a mi lado e, incluso, en ocasiones me ha guiado por el camino correcto.
Ella se quedó estupefacta. La historia era desgarradora. A pesar de ello, la señora parecía permanecer muy fuerte. En ese momento, la señora no lloró, por eso ella tampoco se atrevió a llorar, aunque tenía unas ganas inmensas de hacerlo. No salió ni un sonido de su boca, pero sabía, de alguna manera, que esa señora podía leer su mirada.
—No se preocupe —dijo la señora—. Mi hija se casó pasados unos años con un buen hombre. Su marido trabajaba en el Parlamento Europeo en Bruselas. Aunque había muchísima competencia, consiguió obtener un buen puesto de trabajo. Hay mucha competencia, pero se esforzó y consiguió su plaza. Después, mi hija se quedó embarazada y trajo un niño al mundo. Hoy precisamente he ido a visitarla.
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