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RELATO POR SAHIMY


Enviado por   •  17 de Agosto de 2015  •  Reseña  •  1.982 Palabras (8 Páginas)  •  203 Visitas

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Y después de ese día, de ese preciso día, todo empeoro; como una luz negra que me dejo ciega por un instante y luego todo fueron sombras confusas y escurridizas, que iban y venían, personas a las que no conocía y nunca conocí; lugares de mala muerte eran mi escape, las luces neon en todos lados, mi cabeza dando vueltas, bebidas de colores, vasos y copas llenas   de licor, cerveza, cocteles que rodaban por las mesas, estallidos, golpes.

 siempre un desastre detrás de otro y despertar en cuartos de hotel, rodeada de un desastre y en el mejor de los casos con un hombre a mi lado, sin recordar muchas veces lo que había pasado la noche anterior, algunas veces, otras ni siquiera me preocupaba por recordarlo, las cuentas de los cuartos que llegaban a mi cuarto puntual cada semana, haciéndome entrar a la realidad en la que vivía, levantarme un domingo en la madrugada en algún lugar en medio de la nada, y volver a casa los lunes para regresar a mi verdadera vida, donde era una persona respetable y admirable, ¿cuán miserable me sentía?, no logro imaginarlo en estos momentos, sentir despedazarme en cada paso que daba, y ver a las personas que me creían alguien inaccesible por mi forma de ser, aquellas a las que daba órdenes y lideraba. pero un sábado cualquiera podían ser mis compañeros de hotel, sin siquiera notarlo; gracias al maquillaje y la ropa demasiado diferente a la que usaba normalmente.

La vida es dura, al esconderse, al esconderme de todos, y todo, de querer vivir otra vida, al fingir, al mentir, tan dura como la caliza; mientras los fines de semana yo me ofrecía en un bar cualquiera con poca luz, tan descaradamente como para no cobrar, en los días de semana yo era alguien a quien las personas  imitaban, aduladores aquellos, que equivocados estaban, que equivocada estaba.

 regresar como un desastre a casa; opacas sombras de personas que compartían conmigo momentos, -nunca  las vi como personas-, solo como objetos a los que podía tomar y deshacerme de ellos fácilmente, así como ellos de mi; yo también era víctima de  mi actitud, de mis acciones. Al ver en el bar aquellos pensaban -que va… esa es presa fácil- y lo era, pero al dejarlos ya no era tan fácil, era una figura lejana, tan lejana que ni siquiera una nota dejaba, estoy segura que nunca habían estado con otra que huyera tan rápido, nunca dejaba llegar el sol, la madrugada era mi hora de salida, el momento en el que decidía irme, no quería que aquellas “personas” se levantaran por la mañana y vieran mi rostro  y creyeran conocerme, recordarme de algún lugar o que intentaran conocerme, que esperaran que estuviera allí cada mañana después de esa; cuántas malas decisiones tuve que tomar para levantarme un día de aquellos, en un auto viejo y oxidado, sin siquiera poder recordar el lugar en el que vivía y hacerlo sola, sin nadie que me escuchara o me viera, yo era otra, que se iba los sábados por la noche y regresaba los domingos en la tarde; mi familia, mis amigos, mi… ya no eran nada en aquel entonces, tal vez fue porque nunca lo fueron.

Y un día de esos entre el estrés del trabajo y la jaqueca por el alcohol, se apareció en mi departamento, allí estaba tan guapo y bien presentado como siempre, con sus sonrisa encantadora e inocente, toco a la puerta por lo menos unas diez veces hasta que abriera; que sería de mi sin él, posiblemente menos de lo que soy ahora, habían pasado tantos años que tuve que esperar unos segundos hasta que su imagen de otros tiempos y mis recuerdos de el volvieron a su lugar  y pude reconocerlo, tan apuesto como antes y más maduro de lo que lo recordaba, aunque claro los años dejan su huella, pero seguía idéntico. No sé, qué paso ese día, pero lo deje entrar, a pesar de sus constantes llamadas, mensajes y visitas me rehusaba a verlo a decirle la mala suerte con la que había corrido y todos los des fortunios que me habían sucedido; por el contrario las pocas veces que le escribí le hable de mi maravillosa vida, de mi excelente trabajo, de mi gran apartamento, y que no había conocido a alguien para establecerme porque no era el momento; pero esa vez no, esa vez lo hice pasar y le ofrecí té; podrían pasar mil años, pero iba a predecir su respuesta como siempre lo había hecho -no- odia el té; pero siempre insiste en que se lo pregunten, cree que es de mala educación llegar a un lugar sin que le ofrezcan té, tediosa costumbre la suya, una sonrisa triste se esbozo en su rostro; en otros tiempos habría reído a carcajadas, pero no eran otros tiempos.

-entonces, te ofrezco café.- le dije para disimular.

-Si, negro por favor-. Dijo como si le estuviera hablando a una desconocida

-Lo recuerdo-le comente-recuerdo muchas cosas-.

Después de dejarle el café, sobre un plato; era de unas vasijas que me regalo mi madre cuando me mude; las había traído desde méxico, en uno de esos viajes que ella tanto había deseado y ahora podía permitirse.

 Entonces comenzó el a hablar directo al grano y sin rodeos como siempre –hay cosas que nunca cambian- pensé en voz baja, estaba a apenas 1 metro de mi, pero lo sentía en otro país, la distancia entre nosotros era clara y evidente, la distancia ya estaba entre nosotros desde hacia tiempo, el mismo tiempo, que nos alejamos; oí cada palabra que pronuncio, pero no escuche nada, no halle coherencia a sus palabras, algo sobre amor; me amaba, algunas cosas del odio, otras cuantas de la lealtad,  la traición, el cariño y el deseo, y la que retumbo en mi cabeza soledad; porque así me sentía ahora, sola, tan sola como siempre, bueno no siempre me sentí así, cuando estaba con el, la soledad nunca fue mi aliada.

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