RESUMEN DE PABLO FREIRE
Enviado por carito1973 • 15 de Agosto de 2013 • 2.257 Palabras (10 Páginas) • 441 Visitas
El escritor y su tiempo
Para abordar en síntesis la obra del más estudiado de
los escritores españoles de todos los tiempos, con la sola
excepción de Cervantes (a pesar de los muchos matices que se
quedarán fuera) puede ser útil ver la genialidad de García
Lorca recortándose sobre el fondo de un paisaje
extraordinario. El individuo fue excepcional -no hay más que
acudir a los testimonios de Guillén, Alberti, Aleixandre,
Neruda-, pero el panorama cultural colectivo en el que se
movió fue uno de los más ricos de toda la historia literaria
española, hasta el punto de considerarlo "Edad de plata"
(Mainer) o "Edad de Oro liberal" (Marichal).
Se trata de un período que las fechas de nacimiento y
muerte del poeta (1898-1936) cubren con exactitud.
En 1898 España pierde los últimos restos de su imperio
colonial, Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas, a manos
de los Estados Unidos. Este hecho desencadena una profunda
toma de conciencia colectiva. En la clásica caracterización
de Azorín (1913): "Un espíritu de protesta, de rebeldía,
animaba a la juventud del 98. Ramiro de Maeztu escribía
impetuosos y ardientes artículos en los que se derruían los
valores tradicionales y se anhelaba una España nueva,
poderosa. Pío Baroja, con su análisis frío reflejaba el
paisaje e introducía en la novela un hondo espíritu de
disociación; el viejo estilo rotundo, ampuloso, sonoro, se
rompía en sus manos y se transformaba en una notación
algebraica, seca, escrupulosa. Valle-Inclán, con su altivez
de gran señor, con sus desmesuradas melenas, con su
refinamiento del estilo, atraía profundamente a los
escritores novicios y los deslumbraba con la visión de un
paisaje y de unas figuras sugeridas por el Renacimiento
italiano [...] La generación del 98 ama los viejos pueblos y
el paisaje; intenta resucitar los poetas primitivos (Berceo,
Juan Ruiz, Santillana); da aire al fervor por el Greco ya
iniciado en Cataluña [...] rehabilita a Góngora [...] se
declara romántica [...] siente entusiasmo por Larra[...]; se
esfuerza en fin en acercarse a la realidad y en desarticular
el idioma, en agudizarlo, en aportar a él viejas palabras,
plásticas palabras, con objeto de aprisionar menuda y
fuertemente esa realidad".
A su vez, ese repertorio de novedades sólo es
comprensible en el marco de la crisis general europea de fin
de siglo -reacción neorromántica contra el universo gris del
positivismo burgués- que en el ámbito hispánico se llama
modernismo: "modernismo y 98 se interpenetran hasta el punto
de que la generación del 98 puede ser vista como una
manifestación parcial, metafísica y política, en la crisis
finisecular del país, de la tendencia general del
modernismo. Conjuntamente se da en ella la revolución
idiomática y la ideológica" (Cerezo Galán 1993: 148).
Por lo referente a la poesía, la amalgama de corrientes
(parnasianismo, simbolismo) que sintetiza y difunde Rubén
Darío vale como epítome de la renovación. No en vano, y al
alimón, García Lorca y Neruda recordaban en 1933 su función
magisterial, estableciendo de paso el resto de la genealogía
de sus maestros: "Como poeta español, enseñó en España a los
viejos maestros y a los niños, con un sentido de
universalidad y generosidad que hace falta en los poetas
actuales. Enseñó a Valle-Inclán y a Juan Ramón Jiménez, y a
los hermanos Machado, y su voz fue agua y salitre en el
surco del venerable idioma. Desde Rodrigo Caro a los
Argensolas o don Juan de Arguijo no había tenido el español
fiestas de palabras, choques de consonantes, luces y formas
como en Rubén Darío." (OC III 1997: 229).
En la formación de García Lorca no puede prescindirse
de esta "generación trágica" (Cerezo), como puede
comprobarse leyendo los escritos juveniles en prosa, poesía
y teatro, (1917 -1919) inéditos en vida del autor (Maurer
(ed.) 1994, De Paepe (ed.) 1994, Soria Olmedo (ed.) 1994).
Eutimio Martín (1986) puso de relieve el valor simbólico de
la frase con que el joven de 19 años cerraba un fragmento de
prosa titulado "Mística en que se trata de Dios": "Noche de
15 de Octubre. 1917. Federico. 1 año que salí hacia el bien
de la literatura".
Impresiona comprobar que este concepto de la literatura
como tarea vital repercute en uno de los temas que
singularizan genialmente a García Lorca, el del "caballero
solo" (Canción de jinete) cuya "misteriosa marcha" "resuena
desde muy remotos umbrales del tiempo" y se inscribe en la
órbita de lo mítico (José Ángel Valente 1971: 123).
Pero en el camino -en el método- del aprendiz, la
idea de la "quête", de la búsqueda heroica, se la brinda de
modo tan previsible como decisivo la Vida de don Quijote y
Sancho de Unamuno (1905), leída quizá en la edición de 1914
que incorpora como prólogo "El sepulcro de don Quijote",
donde Unamuno convoca a "la santa cruzada de ir a rescatar
el sepulcro del Caballero de la Locura del poder de los
hidalgos de la Razón". El "quijotismo", como "nueva
religión" implica "afrontar el ridículo " y lanzarse a la
acción consumido por "una fiebre incesante, una sed de
océanos insondables y sin riberas, un hambre de universos, y
la morriña de la eternidad". En segunda persona,
dirigiéndose a un "buen amigo", exhorta: "Ponte en marcha,
solo".
En sus textos primerizos, García Lorca glosa con
tenacidad el voluntarismo y el sentimiento trágico
unamunianos, y en el fondo no dejará nunca de apoyarse en el
espacio ideológico de la rebeldía, el espiritualismo y la
heterodoxia modernista, de Ganivet y Unamuno a Nietzsche, de
Tolstoi a San Francisco de Asís.
Volviendo al plano general, recordaremos que a la
inhibición de la "generación trágica" para la acción va a
suceder el vitalismo razonable de la "generación clásica" de
1914, con sus programas concretos de educación,
reconstrucción
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