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Resumen Del Fantasma De Canterville


Enviado por   •  8 de Mayo de 2012  •  3.022 Palabras (13 Páginas)  •  1.053 Visitas

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RESUMEN :

Cap.1

Cuando el señor Otis cónsul de Norte américa, compró Canterville Chase, todo el mundo le dijo que cometería una tontería pues allí había cosas que espantaban. El mismo Lord Canterville, creyó que era su deber decírselo, ya que ellos no querían vivir allí, desde que una tía abuela viuda sufrió un ataque del que nunca se había recuperado, debido al susto que le dieron dos manos de un esqueleto

que se posaron en sus hombros cuando se estaba vistiendo, y que además gente de su propia familia habían visto al fantasma.

Pero el Cónsul igual quedo con la casa, los muebles y el fantasma, y decía que en EEUU, su país si encontraran un fantasma lo tendrían en un museo como espectáculo.

Le cuentan que allí lo conocen muy bien ya que desde hace 300 años siempre aparece cada vez que muere un familiar.

La señora Otis era muy vital y a veces parecía una inglesa

Su hijo Washintong era rubio y apuesto, pertenecía al cuerpo diplomático y era buen bailarín.

La señorita Otis, tenía 15 años, ojos azules y montaba muy bien a caballo.

Luego venían los mellizos que de apodo tenían Estrellas y Bandas, (haciendo referencia a la bandera de los EEUU).

La casa de la estación del tren y cuando alguien llegaba había que ir a esperarlo.

Llegando a la casa comenzó a llover y en la puerta lo esperaba la señora Umney que era el ama de llaves, que había quedado con el trabajo porque la señora Canterville se lo pidió la señora Otis.

Mientras tomaban el té la señora Otis vio en el piso una mancha rojo oscuro al lado de la chimenea y preguntó al El ama si se había derramado algo a lo que esta contestó: Sangre; entonces pidió que la sacaran inmediatamente. EL ama explicò que era sangre de Eleanore, asesinada por su esposo Simón en ese lugar. El había vivido nada más que 9 años en el lugar y desapareció en circunstancias misteriosas y de repente. El cuerpo no se había encontrado pero su alma en pena espanta en el lugar. La mancha no sale y suelen admirarla los turistas y otras personas.

Washintong dijo que co el quitamanchas Pinkerton y el detergente Parangón, saldría bien rápido y se puso a limpiarla rápido hasta que desapareció.

el ama de llaves se desmayó; el señor Otis y su mujer trataron de convencerla que ellos no tenían miedo; la anciana pidió bendiciones para ellas y un aumento de sueldo.

Cap. 2:

Hubo tormenta toda la noche y al otro día cuando bajaron a desayunar apareció la mancha. Washintong decía que no había sido culpa del detergente sino del fantasma. Frotó la mancha, la borró y al otro día otra vez apareció a pesar de haber pasado llave al cuarto.

El señor Otis pensó que no debía haber negado la existencia del fantasma y su señora quería hacerse socia de la Sociedad Psíquica y Washintong escribió una carta ala empresa sobre “las persistencias de las manchas sanguíneas de un crimen”

Todos ya pensaban en un fantasma.

La familia salió de paseo y el tema de conversación fue que todo lo que había en EEUU era mejor que lo inglés.

Al regreso se fueron a dormir y media hora después se oyó un ruido en el corredor, al lado del dormitorio que despertó al señor Otis. Era un golpeteo metálico que se acercaba, encendió un fósforo ahora, eran la una de la mañana y escuchó un ruido de pasos. Se puso las pantuflas, tomó un frasquito y abrió la puerta. Justo al frente vio con la luz de la luna, a un anciano de aspecto horrible, con los ojos rojos, cabello canoso y enredado que caía sobre sus hombros, vestiduras antiguas, sucias deshilachadas, y colgando de sus puños y muñecas, pesadas cadenas y oxidados grillos.

El señor Otis le ofrece aceitar las cadenas con lubricante Sol naciente diciéndole que era muy eficaz y se lo dejó sobre la mesa de mármol. El fantasma quedó petrificado, se enojó, arrojó el frasco contra el piso , rugió y huyó rápidamente por el corredor, emitiendo una luz verde.

Todavía no había llegado a la escalera que se abrió una puerta y dos figuritas vestidas de blanco reaparecieron y le tiraron con una almohada el fantasma desapareció a través de la pared y todo quedó en calma.

Llegó hasta un cuarto secreto y analizó la situación. En 300 años nadie le había hecho tal cosa. Todas sus hazañas volvieron a su mente, de tanto daño que había hecho, y ahora unos desgraciados norteamericanos le ofrecen lubricante y le tiran almohadas. No podía tolerarlo, ningún fantasma había sido tratado así, por lo tanto decidió vengarse y meditó.

Cap. 3:

En el desayuno hablaron bastante sobre el fantasma. El señor Otis estaba molesto porque no le aceptó su regalo y pensó que fue una falta de cortesía haberle tirado con almohadas, y a los mellizos les vino un ataque de risa.

Tendremos que quitarle las cadenas sino usa el lubricante, no podremos dormir.

Por el resto de la semana no hubo ninguna perturbación, sólo la mancga que cambiaba de color de diferentes rojos hasta una vez verde esmeralda. Apostaban todos los días sobre el color. Recién el domingo por la noche apareció el fantasma otra vez. Bajaron corriendo por las escaleras y encontraron una armadura que había caído sobre el piso de piedra y sentado en un sillón de espaldar alto, el fantasma se frotaba las rodillas con signos de dolor. Los mellizos le tiraron balines, dando en el blanco, Otis le apuntaba con un revolver mientras le decía “manos arriba”. El fantasma se paró, gritó y pasó apagándole la vela Washington; al llegar a la escalera dio una risotada demoníaca.

Salió la señora Otis de su cuarto y dijo que parecía que no estaba nada bien y le dio un medicamento para la indigestión, el fantasma la miró furioso y pensó transformarse en un perro negro.

Al llegar el fantasma a su habitación se desmoronó del todo y estaba muy agitado. No los pudo asustar ni con su armadura.

Durante algunos días se sintió enfermo de gravedad y casi no salía, sólo lo hacía para mantener la mancha de sangre e intentó volver a asustarlos.

Eligió un gran sombrero, con una pluma roja, una mortaja y un puñal.

Vino una gran tormenta, todo se golpeaba, pensaba entrar en la habitación de Washington, le diría algunas palabras que no entendiera y se clavaría sí mismo el puñal tres veces en la garganta, al compás de una música suave. Le había tomado bronca a Washington porque era el que lavaba la mancha; después iría al cuarto de los Otis y le pondría la mano sobre la frente a la señora, susurrándole al señor los más espeluznantes secretos de ultratumba. Con Virginia no

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