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Resumen Los Mejores Relatosd Terror


Enviado por   •  3 de Mayo de 2015  •  4.856 Palabras (20 Páginas)  •  185 Visitas

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LOS MEJORES RELATOS DE TERROR LLEVADOS AL CINE

LOS LADRONES DE CADÁVERES.

AUTOR. Robert L. Stevenson.

IDEA PRINCIPAL. En este cuento su autor nos habla de cuan lejos puede llegar un hombre por sus ambiciones y por otro lado, del miedo de esos mismos hombres de que sus víctimas regresen a martirizarlos.

PERSONAJES.

• Fettes

• Wolfe Macfarlane

RESUMEN.

El cuento narra la oscura historia de un estudiante de medicina de Reino Unido, que se ve involucrado en el negocio ilegal de la profanación de cuerpos para su posterior estudio. La historia comienza en un tiempo posterior a los hechos relatados a lo largo de la historia, en una posada de Dobenham, donde un empresario fúnebre, el dueño de la posada, Fettes y el narrador del cuento, se encuentran reunidos. En ese sitio, ocurre la aparición de un tal Doctor Macfarlane, quien despierta el asombro y los nervios de Fettes. En este momento, se deja ver que algún hecho de implicancia ocurrió en tiempos pasados entre Fettes y el Dr. Macfarlane. Esta situación inicial culmina con la rápida huida del Doctor, y la posterior salida de Fettes de la escena, dejando la intriga en el lector y en el resto de los personajes. Rápidamente, el personaje narrador (presente en aquella escena) comienza con la recapitulación de los hechos pasados, y expone los hechos ocurridos entre Fettes y Macfarlane. La historia, desde este punto en adelante, repasa a Fettes desde sus estudios de medicina en Edimburgo, los giros que ocurren alrededor de Fettes y su profesión y los sucesos a los que conducen. El giro de interés en la historia de Fettes como próspero estudiante de medicina, ocurre cuando éste, conducido por un profesor llamado Mr. K, y asistido en ocasiones por Macfarlane, se introduce en el sórdido mundo del tráfico de cadáveres que eran utilizados para su estudio.

EL GATO NEGRO

AUTOR. Edgar Allan Poe.

IDEA PRINCIPAL. La historia de un hombre cuya vida se ha visto transformada por la superstición y el miedo a las consecuencias de sus actos.

PERSONAJES.

• El hombre

• El gato

• La esposa

RESUMEN.

Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre .Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato. Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo eran un poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla. Plutón tal era el nombre del gato se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle. Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, empero, se agravaba pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor .Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un corta plumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad. Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos delo sucedido. El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad . La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias

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