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*Señorita, ¿Cuándo jugamos? ¿Por qué jugar en la escuela?


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2022  •  Documentos de Investigación  •  2.003 Palabras (9 Páginas)  •  103 Visitas

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El juego en la EDUCACIÓN INFANTIL. crecer jugando y aprendiendo”; Novedades Educativas; 2002.

*Jugar en la escuela: un dialogo que recién comienza (Patricia Sarlé)

 

*Señorita, ¿Cuándo jugamos?

 

¿Por qué jugar en la escuela?

El juego no es sólo una forma de expresarse, canalizar energías o relacionarse con otros. En el juego, los niños operan con sus representaciones mentales o conocimientos y crean, a partir de sus propias intenciones, una nueva situación o cambio en lo que están experimentando. Por eso creemos que el juego puede transformarse en una situación de enseñanza.

Cuando hablamos de juego podemos estar refiriéndonos a un sistema de reglas, como a un objeto que existe más allá del jugador. Jugar supone siempre jugadores en un contexto particular e involucrar el significado que se le asigna al juego en dicho contexto

En la primera acepción de juego, las reglas los diferencian y los identifican. Las reglas son el juego, pueden surgir ciertas transformaciones, pero si se cambian totalmente se trataría de otro juego. El juego puede materializarse en un objeto, que señala al juego que se esconde tras él.

El hecho de jugar involucra el sentido que los jugadores, en un contexto particular, le dan a las actividades que realizan. La designación de los fenómenos lúdicos depende de la interpretación que le atribuye a ese hecho cada grupo social en su contexto de uso cotidiano. El juego sólo se produce si los participantes son capaces de cierto grado de metacomunicación.

Quizás por esto, en la escuela, maestros y niños muchas veces llaman juego a actividades diferentes. Hay que diferenciar el juego del hecho de jugar. El maestro piensa juegos que no lo son para los niños y estos juegan en otros momentos; puede ser que un castigo se convierta en juego o una invitación a jugar sea dejada de lado.

Comprender esta diferente percepción del juego nos conduce a preguntarnos para qué se juega en la escuela y que relaciones podemos establecer entre juego y enseñanza.

Los chicos reclaman espacios de juego y tensan las actividades transformándolas en situaciones lúdicas. Cuando un maestro logra diseñar una situación didáctica que propicia la aparición del juego, los niños se comprometen e involucran en mayor medida que cuando no lo hace. Entre el niño y la escuela el juego actúa como una bisagra que puede operar numerosos encuentros o desencuentros.

 Jugar en la escuela y el juego del niño.

La escuela es un espacio cultural diferente de otros que conforman el mundo del niño. Como contexto social y cultural tiene objetivos específicos. Y las actividades que allí se realizan buscan generar situaciones de enseñanza. Según como se defina el para qué de la escuela, diferirán las prácticas de enseñanza que allí se realizan y el uso del juego.

Si se busca construir sólo habilidades académicas, se reconocerá la necesidad del niño por jugar. pero se diferenciarán las actividades de aprendizaje de las de juego, que no sucederán en el aula sino en el patio durante el recreo.

Si enseñar supone un proceso de mediación en el que el maestro facilita la contextualización de nociones alejadas de los niños y permite su progresiva inclusión en los conocimientos que los niños poseen, ampliando los contextos de significado disponibles, al mismo tiempo que les va brindando conceptos significativos nuevos que se van integrando a los que ya poseen, probablemente en la escuela se propiciará otro tipo de prácticas.

Desde esta perspectiva, el juego puede ser uno de los caminos que facilite al docente contextualizar los conocimientos que quiere transmitir y su relación con los marcos de significación con que cuentan los niños. La inclusión del juego, el espacio y el tiempo que se le destine, la forma en que se lo plantee puede dar pistas de significados que sitúan los conocimientos y los convierten en significativos para los niños.

El juego brinda un contexto dentro del cual pueda ejercitar las funciones cognitivas con las que ya cuenta y crear estructuras cognitivas nuevas. El juego lo ayuda a reelaborar su experiencia y es un importante factor de equilibrio y dominio de sí. Tiene cualidades intrínsecas que estimulan los procesos de comunicación y cooperación con sus pares y amplían el conocimiento que el niño tiene del mundo social.

 

Juego y rol docente.

Si enseñar supone un proceso de construcción de significados compartidos que se produce cuando el niño interactúa con un adulto u otro niño más experto para realizar una tarea en colaboración, el juego se transforma en un importante mediador en este proceso de enseñanza. Al jugar con otros el niño reproduce lo parcialmente conocido, establece un proceso de negociación de significados y configura una estructura de interacción, combinando sus ideas con la de sus compañeros, en la búsqueda de ser coherente con la situación representada.

La cultura lúdica es el conjunto de reglas y significaciones propias del juego que el jugador adquiere y domina en el contexto de su juego. El juego es un espacio de cultura en tanto producción humana particular. El niño transforma los objetos y hechos cotidianos, interactúa con ellos y con otros sujetos, se apropia de las cosas del mundo, les atribuye sentido y significados y construye su condición humana como ser social en su dimensión humana y colectiva. Son estas acciones las que hacen que el niño se apropie y produzca cultura.

El docente puede ofrecer en la escuela variadas posibilidades de juego. Cuantas más posibilidades tenga el niño de aprender y asimilar conocimientos nuevos, cuantos más elementos reales disponga sobre su experiencia, tanto más considerable y productiva será la posibilidad de su imaginación. Esta mediación que consiste en brindar espacios, materiales, temas de juego, posibilidades de juego con otros, les permite a los niños construir un sistema de comunicación y una red de significados que pasarán a formar parte de su mundo cultural.

Cuanto más conoce y comprende el maestro los contenidos y temas del juego de sus alumnos, mejor puede situar y contextualizar los contenidos que está tratando de enseñar.

Hay una paradoja del juego, donde el juego es un espacio de relaciones con otros, de socialización y de apropiación de la cultura, de ejercicios de decisiones, de invención y creatividad, pero también supone el ritmo del niño y la libertad del jugador de evitar aquello que le desagrada y lo lleva a no jugar. Por estos motivos, y por la dificultad de leer literalmente lo que sucede cuando se juega, hay una imposibilidad de asegurar de un modo preciso qué se está aprendiendo mientras se juega. Siempre queda un espacio de incertidumbre.

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