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Trabajo Practico Taller 2


Enviado por   •  20 de Abril de 2014  •  1.312 Palabras (6 Páginas)  •  503 Visitas

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CARRERA LICENCIATURA EN TRABAJO SOCIAL

CATEDRA TALLER II METODOLOGIA DE LA INTERVENCION Y GRUPO

Año 2014

Cuaderno de trabajo Nº 1 Eje teórico epistemológico – Bloque A

Fecha de entrega: martes 22 de abril

El niño de hoy en día.

Pienso y estoy segura que no me hubiese enterado de nada si nuestros caminos no se hubiesen cruzado ese día en la farmacia. Lo he pensado muchas veces y lo recuerdo con exactitud: ellas trataban de no mirarme y pasar desapercibidas entre las góndolas de la farmacia. Yo las miraba con la intención de saludarlas y ellas seguían ignorándome mientras cuchicheaban entre ellas, pero de pronto su madre giro la cabeza, me miró y vino hacia mí. Florencia quedó sola, mirando al piso, casi petrificada.

Hola ¿Cómo está señorita?, me dijo su madre. Su cara expresaba una pena de duelo profundo. La salude y antes de que pudiera decirle algo ella me preguntó: ¿Vio lo que le paso a la Flor? Confusa le dije que no, que por favor me contara. Se hizo un silencio que percibí como eterno hasta que finalmente me dijo: -El jueves se me quiso cortar las venas.

Hablamos un momento y le ofrecí llevarlas hasta su casa. Las esperé, salude con un beso a Flor, sin decirle nada y subimos a mi auto. En el camino hablamos del clima, la espera eterna de los micros y otra serie de cuestiones intrascendentes. Casi como un acuerdo no tocamos el tema. Al despedirnos le dije a Flor que me alegraba de verla bien y que la esperaba el lunes en la escuela, junto a su madre. Reiteré la invitación, finalmente contestaron que irían, le deje mi número de teléfono insistiendo en que me llamaran ante cualquier necesidad y nos despedimos rápidamente.

Florencia Estrada, alumna de cuarto año de nuestra escuela, apenas 16 años. La conocí porque reiteradamente se retiraba de la escuela y su madre me había venido a ver para cambiarla de escuela el año anterior. La señora trabajaba en un negocio que tenían con su esposo de venta de comidas rápidas cerca de su casa, en Godoy Cruz. Florencia era buena alumna, con algunos altibajos había logrado pasar regularmente de año y se juntaba con un grupo de chicas que vivían por la misma zona. Eran unas cinco chicas, todas con perfiles socio-económicos y de rendimiento escolar similares.

Florencia tenía una estatura promedio para su edad, vestía muy prolijamente, casi como una adulta. Colores oscuros, faldas debajo de las rodillas, ropa holgada, sin maquillaje, pelo recogido y nunca usaba zapatillas. Tenía una sonrisa tímida, discreta y esquivaba mirar a los ojos. Cuando propusimos que algunos alumnos se hicieran cargo de tareas especiales como crear una página web, reunir materiales de botiquín, colaborar con los simulacros de sismo y plan de evacuación, manejo de residuos, etc.; ella ofreció colaborar en la página informativa. Ese día cuando eso sucedió la miraron con desdén y algunos se rieron, sobre todo los varones. Pero no fue nada trascendente, o ¿Si? Hoy tengo dudas.

Yo no puedo con la escasa ayuda de la psicopedagoga (dadas sus cuatro horas semanales), conocer lo trascendente y lo intrascendente. Yo no puedo saber qué pasa en cada curso a cada momento. Los profesores nunca tienen tiempo, van corriendo para llegar a otros colegios, los preceptores no hacen más que pedirme que haga algo con Fulano o Mengano porque son violentos, porque parece que traen porros a la escuela, porque, porque, porque…

¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué debo hacer yo? La directora me pide que “No hayan problemas” que conozca a todo el mundo que hable con los padres, que hable con los alumnos, que hable con los profesores, que vaya a buscar información con las instituciones de tratamiento de adicciones y prevención de embarazos y luego cuando hago una reunión vienen tres padres y dos profesores.

Con los alumnos tengo buena relación, al menos me van a ver y aún no he sido objeto de ninguna situación de hostilidad o falta de respeto. Desde la Dirección de Escuelas llegan notificaciones semanales de las prioridades a trabajar y desde el gremio vamos a huelga cada dos por tres.

“Se me quiso cortar las venas”, volvió la frase como un golpe en mi cabeza logrando dejar de lado el listado de mis frustraciones cotidianas.

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