Colombia Amarga Ensayo
Enviado por mapiz15 • 7 de Febrero de 2012 • 2.429 Palabras (10 Páginas) • 3.570 Visitas
“La Violencia Aun Es Igual…”
La violencia que históricamente ha transitado por estas tierras desde los tiempos de la invasión de los europeos; la violencia que ha prevalecido hasta nuestros días, tiempo en el que Colombia se presume una república independiente.
Tal violencia se manifiesta a través de disputas políticas, del dominio de las tierras campesinas, de un odio indiscriminado hacía los indígenas, del afán de las multinacionales por expandir su campo de acción y explotar todo recurso vital, del narcotráfico, del delincuencia en las calles, de la corrupción en el gobierno, del abandono de este mismo gobierno y el olvido de regiones m as alejadas.
Todo esto no hace ver el drama de miles de colombianos, que al verse y sentirse desprotegidos por el Estado, abandonan sus tierras en busca de una mejor vida en otros sitios, principalmente en las ciudades, optando por vías nada fáciles y muchas veces ilegales, haciendo ver el problema del desplazamiento como un círculo vicioso que no tiene aparente solución. La violencia en Colombia ha sido acentuada con mayor fuerza desde aquella época en que fue asesinado uno de los caudillos más grandes del país, Jorge Eliécer Gaitán el 9/04/48 y, desde entonces, no ha dejado de ser parte de nuestro cotidiano.
En los años setentas en Risaralda –La Celia y Balboa-, aún se mataban entre ellos por se liberales o conservadores. Ninguno de los dos bandos reparó por la vida del otro, y ninguno tuvo piedad a la hora de ver eliminado a su rival. Todas estas matanzas eran en nombre de la política mientras los campesinos se mataban entre ellos no por intereses colectivos sino por el de unos pocos aquellos que ostentaban el poder, y que podían sacrificar las vidas de sus seguidores en pro de la hegemonía. Es triste ver cómo la violencia se dispersó sin una razón coherente, pues los partidarios de estos grupos políticos defendieron tan sólo un par de colores, desconociendo el sustento ideológico de los mismos.
En Caicedonia, en el Valle del Cauca, también alrededor de 1970, se luchaba en una guerra entre liberales y conservadores. Las tierras de este pueblo son ricas e ideales para el cultivo del café –cuyo grano es apetecido por su dulce sabor, y ha hecho de Colombia un país popular ante el mundo-. Sin embargo, la violencia no permitió que la región prosperara en paz, pues los líderes de estos partidos, se disputaban estas tierras fértiles, buscando saciar sus comodidades. Los campesinos permanecieron allí explotados, ignorantes e impotentes para ejercer alguna resistencia. Los dirigentes de cada grupo político poseían control absoluto sobre la región, y su poder era tal, que se podían dar el maléfico lujo de elaborar listas negras, en donde se escribían contendientes a eliminar.
En San José del Guaviare, en donde miles de hectáreas de selva han desaparecido para que el colono pueda civilizar el lugar, la población tiene el espejismo de ser una zona próspera por la producción de arroz. La gente que vive en la región, proviene de diversas partes de Colombia, y llegaron allí en busca de trabajo. En efecto, consiguieron trabajo como cultivadores de arroz, pero al tratar de vender sus cosechas, los intermediarios y especuladores acechaban sus mercancías para ofrecerles y pagarles sumas miserables, mientras éstos las revendían a cifras muy superiores a las agencias oficiales.
Charlatanes provenientes de los Estados Unidos vienen a agravar la situación con el cuento del diezmo y de la biblia, esclavizando al campesinado. Misioneros adventistas, iglesias de Cristo, la Pentecostal Unida, entre otras, buscaron, en medio de la ya dramática situación, sumar seguidores a sus filas, prometiendo la solución total a sus problemas. Al ilusionarse con el mágico incremento de cosechas, curas a enfermedades, y la solución de otros problemas que los afligían, los campesinos accedían a entregar su diezmo, creyendo asegurar la salvación de sus almas, mientras sus vidas corrían precarias en medio de las malas inversiones estatales.
no mejorando la situación . Seis campesinos de Arauca, cerca de la frontera venezolana, alimentados por un odio ancestral, históricamente irracional, proveniente de los primeros días de la conquista española, fueron capaces de matar a 18 indígenas en el verano de 1967. En el imaginario del mestizo se encuentra arraigada la idea de que el indígena es un ser malvado por naturaleza y posee intenciones perversas para quienes no son como ellos.
Por un odio injustificado como este, los seis personajes planearon una matanza brutal para deshacerse de los indios, que venían en son de amistad. Con cuchillos, balas y golpes fueron asesinados, y luego incinerados. El crimen no quedó impune y los culpables purgaron su condena en la cárcel. Los campesinos agresores aprendieron allí que los indígenas son humanos, que merecen un trato igual de justo al de cualquier otro hombre. Sin duda, otro caso triste en el que tienen que ocurrir hechos crueles para aprender a enfrentar una realidad cegada por el odio.
No contentos con todo el daño ya causado en contra del pueblo ya el daño era directo así la tierra cuestión que resulta ser una prolongación de aquella que los hombres experimentan entre sí. Cada día que pasa, Colombia se convierte en un desierto, como si fuera un cáncer en expansión. Los plaguicidas destruyen la vida de bosques y selvas, con la excusa de eliminar malezas y hacerlos productivos.
Es el caso del agente naranja utilizado en tierras del sur del Tolima, en donde la flora y fauna han sido exterminadas, mientras la salud de los habitantes se ve sumamente perjudicada: malformaciones, daños congénitos, abortos y múltiples enfermedades se manifiestan en consecuencia a los efectos secundarios que genera el plaguicida. Estados Unidos fabricó el agente naranja para utilizarlo en los campos de Vietnam, en la época de la Guerra Fría. Estudios científicos revelaron que el plaguicida resultaba perjudicial para la salud del ser humano, por lo que su uso fue suspendido. Lo que sobró, Estados Unidos lo regaló a varios países, pues su destrucción resultaba costosa. Entre esos países, Colombia aceptó el regalo, con las nefastas consecuencias que acarreó para la gente de Tolima.
La Bahía Moñitos en el Atlántico, antaño tierra rica, con aguas de igual esplendor, en donde abundaban diversos peces como el sábalo y la anchoa, se convirtió en una zona destruida, debido a la ambición de las multinacionales pesqueras que robaron las riquezas existentes con métodos de pesca dinamiteros, brutales con la vida marina. De paso, estas industrias extranjeras explotaron sin clemencia a los pescadores nativos, vendiéndoles el pescado
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