“DESPERTAR EL COLECTIVO SOCIAL”
Enviado por Alberto Cano • 18 de Marzo de 2022 • Ensayo • 2.390 Palabras (10 Páginas) • 94 Visitas
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“DESPERTAR EL COLECTIVO SOCIAL”
El epígrafe puede empujar al lector a un escenario desalentador, pero en retrospectiva, porque no proponerlo para encontrar las respuestas que se hallan en clave a plena vista de todo el mundo.
“Distanciándose de su mundo vivido, problematizándolo, “descodificándolo” críticamente, en el mismo movimiento de la conciencia, el hombre se redescubre como sujeto instaurador de ese mundo de su experiencia.” (FREIRE, 1970)
Se cita a Freire porque como futuros docentes y protagonistas de una comunidad educativa, se alienta la toma conciencia y responsabilidad, no solo desde un posicionamiento político, sino como profesionales de una actividad que antes fue honorifica en el pasado y actualmente es denostada por los poderes hegemónicos capitalistas. Desde esta minúscula posición (para algunos), es posible dar batalla en pos de lograr cambios necesarios para transformar la sociedad en una de mayor equidad y “más humana”.
En las próximas páginas, se intenta realizar un reconto de aquellas dimensiones que debe considerarse para lograr que dicha posibilidad se concrete, valiéndonos del aporte de muy interesantes y valiosos artículos de ilustres filósofos, pedagogos, antropólogos, sociólogos y otros profesionales de las Ciencias Humanas.
Es imperioso reconocer el origen de la Escuela, contrato social con la sociedad, imaginarios sociales, y como a lo largo de la Historia ha mutado.
En primer lugar, comenzando la revisión desde un enfoque funcionalista, ya que la misma emerge como resultado de una necesidad cultural del hombre (la educación a futuras generaciones), la misma en sus orígenes (aun no institucionalizado como se la conoce hoy día), transmitía aquellos elementos o bagajes culturales que resultaban significativos para determinada sociedad y época, mediante el acto de la enseñanza como medio de socialización.
Se hace mención de que la escuela no estaba institucionalizada como se la conoce hoy en día, ya que por entonces en la Edad Media, el acto de enseñar sesgaba, procurado solo para un grupo selecto y reducido - hijos de nobles y clérigos -, estos últimos a través de los conventos, teniendo el monopolio de la misma una institución muy influyente y poderosa como la Iglesia.
Posteriormente, con los albores de la ciencia, el emergente Renacentismo, iluminismo e Ilustración que ha caracterizado a la Modernidad, se pretendía cumplir con la consigna “PROGRESO Y ORDEN”, por lo que circunstancias como un nuevo Estado moderno requería no solo la transmisión de conocimientos, sino también de valores y nuevas identidades que se ajustasen a las nuevas transformaciones (FRIGERIO POGGI TIRAMONTI, 1992), abordada desde una filosofía liberal moderna (CULLEN, 2004),
Estas consignas eran imprescindibles para la continuidad de una sociedad a través del tiempo, trasmitiendo lo que consideraban valioso a futuras generaciones, arengando orden que irremediablemente generaría progreso paulatino en las futuras sociedades, pero hay que reconocer que se apoyaron en la eficacia de una antigua institución, “la Iglesia y su matriz general del programa institucional” (DUBET, 2007).
Cabe señalar que la tradición liberal moderna tuvo un principio fundante (la subjetividad), pero las tensiones entre la Sociedad Civil y la Sociedad Política en un nuevo espacio público, tienen su propia lógica constitutiva, por lo que no hay que olvidar que los fines estratégicos de las clases económicas dominantes (al que el Estado moderno les ha sido funcional), transformaron la razón en técnica y buscaron legitimar el modo capitalista de producción en formas democráticas. (CULLEN, 2004)
Avanzando el tiempo, se suscitaron importantes transformaciones a nivel social, político y económico, como la ocurrida en el Siglo XVIII en la llamada Revolución Industrial, en donde la organización de una sociedad productiva estaba signada por el Liberalismo económico y político, ondeando banderas de libertades “individuales”.
Pero como contraste a su prerrogativa, se escondía un propósito ruin y embustero, obtener otro sistema de explotación, pero esta vez por medio del empleo de mano de obra, es decir, personas “sujetas” a trabajar en un lugar y tiempo determinado, en tiempos en que se comulgaban avances y progresos, mientras lo que se pretendía era alienar al hombre, transformarlo en objeto y quitarle el fruto de su trabajo.
Como resultado, la Escuela se convirtió en una herramienta homogeneizadora, siendo instituida por el Espacio público, lugar donde se tensionaban las demandas del sector privado (Mercado) y las demandas de una clase reducida pero hegemónica de la sociedad civil, que pretendía legitimar el capitalismo como una muestra más de democracia, influyendo en los currículos para reproducir su estatus quo.
Un derecho de todos y pero también una obligación para todos.
Continuando la lógica del párrafo anterior, el contrato histórico o fundacional que la sociedad le asigno a la escuela ocurre a raíz de la construcción de parcelamientos del terreno social, ya que no es un campo homogéneo y posee diferentes coyunturas históricas (FRIGERIO POGGI TIRAMONTI, 1992), entonces la escuela es producto de una necesidad social.
Este contrato fundacional entre Escuela y Sociedad es lo que le da sentido a la institución, teniendo como elemento primordial la finalidad de una instrucción pública.
Pero los tiempos, las necesidades y los valores mutarían a lo largo de la historia, entonces ese contrato también debería cambiar, reestructurar y recomponerse “sus cláusulas que comprometen mutuamente los deberes y obligaciones… roles y tareas, y estilos de gestión que hagan posible ordenar las múltiples funciones en pos de lo especifico, atender algunas demandas…. (democratización) para que los estudiantes obtengan igual capital cultural…y desoir otras.” (FRIGERIO POGGI TIRAMONTI, 1992)
Los imaginarios institucionales han generado culturas institucionales llegando incluso a jerarquizarlas, afectando el propósito de oportunas políticas educativas, obteniéndose como resultado escuelas granja, técnicas o bachilleratos, etc.
Hay que entender que las políticas públicas son el resultado de un conceso/disenso político-cultural entre el Estado (sentido abstracto) y la Sociedad Civil (encarnizado en gobernantes y gobernados); (CHAVES, 2017) que forjan o construyen simbolismos, proyectos tendientes a velar y satisfacer los requerimientos (intereses y necesidades) de esta última, sin olvidar que esta es heterogénea.
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