Desmotivacion Del Profesorado
Enviado por guadalupestef • 11 de Enero de 2015 • 1.861 Palabras (8 Páginas) • 257 Visitas
LA DESMOTIVACIÓN DEL PROFESORADO
El capítulo tres se titula Razones de la desmotivación del profesorado. Su contenido no es producto de una investigación de campo se trata de una serie de temas de reflexión del autor, los cuales él supone son las razones de tal “desmotivación”. Torres Santomé aborda polémicos puntos. . El apartado Incomprensión de las finalidades de los sistemas educativos reconstruye con grandes pinceladas el complejo mundo del presente, donde impera la inestabilidad total. Para el autor este es un factor determinante que dificulta la orientación correcta y definida de los sistemas educativos. Por lo tanto, lo que impera es la estética del consumo, como sinónimo del buen vivir. El mundo actual promueve las “culturas híbridas”. Y sigue Jurjo Torres citando otras categorías, como “cinismo moral”, “insolidaridad social”, “choque cultural”, “racismo euro centrista”, “sociedades multiétnicas”, etc., que sirven para crear un collage de realidades sociales sumidas en una constante transformación que, sin embargo, muchos ya han explicado.
El siguiente apartado, Formación inicial muy deficitaria, enfatiza la poca preparación de los profesores españoles, en todos los niveles. Situación que escapa a toda lógica si se tiene en cuenta que organismos como la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) o la UNESCO, entre otros mencionados por Torres Santomé, constantemente recomiendan la formación sólida del profesorado como un factor determinante de la calidad de los procesos de enseñanza y de aprendizaje en las aulas. Mientras que el Estado español presta poca importancia a la formación del profesorado, la opinión de los estudiantes demuestra lo contrario, al reclamar maestros de mejor nivel y o al manifestar lo aburrido que resulta estar en el aula escolar. Según parece, la mala preparación del profesorado justifica el uso obligatorio de libros de textos, con sus respectivas guías del maestro, donde se incluyen respuestas correctas por temor del mismo sistema a que el profesorado no sea capaz de dar las soluciones apropiadas. Este apartado sin duda se vincula estrechamente con Pobreza de las políticas de actualización del profesorado, que aborda la idea de que España vive “un tipo de política de actualización e incentivación del profesorado que muy rara vez tiene repercusiones sobre la calidad de los proyectos educativos en los que está implicado en sus centros escolares”. Ello contribuye a que se subestime la teoría, se trate de motivar con frases, no haya debates y menos una postura analítico-crítica del quehacer docente. Por lo que imaginar al profesorado como una comunidad investigadora es una utopía.
El apartado Concepción tecnocrática del trabajo docente expone la triste realidad de la concepción de la práctica educativa como sinónimo de acciones de laboratorio donde lo básico no es el proceso sino el diagnóstico. Ello hace que los maestros, guiados por el lema “cultura del esfuerzo” para obtener óptimos resultados, se transformen en los solucionadores de los problemas de los alumnos, en lugar de ser agentes motivadores del aprendizaje de los mismos. En consecuencia, esta mentalidad tecnocrática, imperante en el sistema educativo, limita acciones más importantes como lo es el desarrollo en los alumnos de habilidades para aprender a pensar, preguntar, discutir, valorar, emprender, entre otras. Todo lo cual implica darle más importancia a una “cultura de relevancia en las tareas” y una “cultura de motivación”, más que una “cultura de esfuerzo”.
El apartado Un currículum obligatorio sobrecargado de contenidos encierra otra severa crítica al currículum que desvía las miradas del profesorado a cuestiones metodológicas, así como a temas de evaluación—tradicionales, por supuesto, como son los exámenes—, y los aspectos disciplinarios. Problema que para Torres se agrava con el hecho de que dichos contenidos son conocidos a través de materiales didácticos, nunca de manera directa, reflexiva y crítica, por parte de los docentes. Mientras que lo debido sería promover una selección transparente, democrática, de temas que lleven a pensar qué proceso seguir; quiénes participan; qué tipos de contenidos son los adecuados; cómo organizarlos; qué mecanismos de implementación, seguimiento y actualización se necesitan en casos muchas veces específicos. Este tipo de reflexión no es posible mientras se esté tratando de cumplir con currículums que fomentan una cultura de mando a distancia, que puede servir para explicar, entre otros aspectos, el desuso de la lectura. Ello conlleva la necesidad de replantear los contenidos a partir de diagnósticos adecuados, especialmente en relación a los hábitos culturales de las nuevas generaciones con el objetivo de seleccionar contenidos realistas evitando sesgos que, según el autor, comprueban cómo favorecen a determinados grupos sociales, en detrimento de otros.
El apartado Una administración del Sistema Educativo burocratizante afirma que el sistema educativo español no planea con una visión preocupada por la educación en sí, por eso no contempla los objetivos a medianos y largos plazos. El motivo de que se preocupe por objetivos a corto plazo es porque administra para tener resultados utilizables con fines políticos, cuando todo proceso educativo tiene el compromiso de ser de larga duración. La planificación adecuada y controlada de manera sistemática, es bueno para las instituciones y para los docentes, pero la que se hace sólo como requisito, sin una revisión ni una reflexión a posteriori, solamente sirve para entorpecer la educación. Se sugieren administraciones abiertas, dispuestas a encontrar el apoyo de los docentes que respondan con espíritu innovador para dar respuesta a las áreas de oportunidades diagnosticadas. “Este tipo de intervenciones precisa, además, ir acompañado de todo un conjunto de medidas organizativas, y de recursos humanos y materiales que hagan viables esas transformaciones.”
Para Torres
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