El Contrato Social
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K. Marx & F. Engels
Manifiesto del Partido
Comunista
(1848)
Digitalizado para el Marx-Engels Internet Archive por José F. Polanco en 1998.
Retranscrito para el Marxists Internet Archive por Juan R. Fajardo en 1999.
PRÓLOGOS DE MARX Y ENGELS A VARIAS
EDICIONES DEL MANIFIESTO
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PRÓLOGO DE MARX Y ENGELS A LA
EDICIÓN ALEMANA DE 1872
La Liga Comunista, una organización obrera internacional, que en las
circunstancias de la época -huelga decirlo- sólo podía ser secreta,
encargó a los abajo firmantes, en el congreso celebrado en Londres en
noviembre de 1847, la redacción de un detallado programa teórico y
práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido.
Así nació el Manifiesto, que se reproduce a continuación y cuyo original
se remitió a Londres para ser impreso pocas semanas antes de estallar la
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revolución de febrero. Publicado primeramente en alemán, ha sido
reeditado doce veces por los menos en ese idioma en Alemania,
Inglaterra y Norteamérica. La edición inglesa no vio la luz hasta 1850, y
se publicó en el Red Republican de Londres, traducido por miss Elena
Macfarlane, y en 1871 se editaron en Norteamérica no menos de tres
traducciones distintas. La versión francesa apareció por vez primera en
París poco antes de la insurrección de junio de 1848; últimamente ha
vuelto a publicarse en Le Socialiste de Nueva York, y se prepara una
nueva traducción. La versión polaca apareció en Londres poco después
de la primera edición alemana. La traducción rusa vio la luz en Ginebra
en el año sesenta y tantos. Al danés se tradujo a poco de publicarse.
Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado
las circunstancias, los principios generales desarrollados en este
Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que
retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la
aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en
todo tiempo de las circunstancias históricas existentes, razón por la que
no se hace especial hincapié en las medidas revolucionarias propuestas
al final del capítulo II. Si tuviésemos que formularlo hoy, este pasaje
presentaría un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha
quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo
experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con
los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización
política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de
la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna
de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político
en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado,
principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión
de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus
propios fines”. (V. La guerra civil en Francia, alocución del Consejo
general de la Asociación Obrera Internacional, edición alemana, pág. 51,
donde se desarrolla ampliamente esta idea) . Huelga, asimismo, decir
que la crítica de la literatura socialista presenta hoy lagunas, ya que sólo
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llega hasta 1847, y, finalmente, que las indicaciones que se hacen acerca
de la actitud de los comunistas para con los diversos partidos de la
oposición (capítulo IV), aunque sigan siendo exactas en sus líneas
generales, están también anticuadas en lo que toca al detalle, por la
sencilla razón de que la situación política ha cambiado radicalmente y el
progreso histórico ha venido a eliminar del mundo a la mayoría de los
partidos enumerados.
Sin embargo, el Manifiesto es un documento histórico, que nosotros
no nos creemos ya autorizados a modificar. Tal vez una edición
posterior aparezca precedida de una introducción que abarque el período
que va desde 1847 hasta los tiempos actuales; la presente reimpresión
nos ha sorprendido sin dejarnos tiempo para eso.
Londres, 24 de junio de 1872.
K. MARX. F. ENGELS.
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PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN
ALEMANA DE 1883
Desgraciadamente, al pie de este prólogo a la nueva edición del
Manifiesto ya sólo aparecerá mi firma. Marx, ese hombre a quien la
clase obrera toda de Europa y América debe más que a hombre alguno,
descansa en el cementerio de Highgate, y sobre su tumba crece ya la
primera hierba. Muerto él, sería doblemente absurdo pensar en revisar ni
en ampliar el Manifiesto. En cambio, me creo obligado, ahora más que
nunca, a consignar aquí, una vez más, para que quede bien patente, la
siguiente afirmación:
La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen
económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva
necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual
se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto,
toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de
comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre
clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con
las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en
que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya
emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin
emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la
explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y
exclusivo de Marx .
Y aunque ya no es la primera vez que lo hago constar, me ha parecido
oportuno dejarlo estampado aquí, a la cabeza del Manifiesto.
Londres, 28 junio 1883.
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PRÓLOGO DE ENGELS A LA
EDICIÓN ALEMANA DE 1890
Ve la luz una nueva edición alemana del Manifiesto cuando han
ocurrido desde la última diversos sucesos relacionados con este
documento que merecen ser mencionados aquí.
En 1882 se publicó en Ginebra una segunda traducción rusa, de Vera
Sasulich, precedida de un prologo de Marx y mío. Desgraciadamente, se
me ha extraviado el original alemán
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