Ensayo "SER NIÑO, SER NIÑA, SER JOVÉN, EN EL SIGLO XXI. CONOCERLOS, COMPRENDERLOS Y ATENDERLOS"
Enviado por KARLAJUDY • 1 de Octubre de 2012 • 1.888 Palabras (8 Páginas) • 1.084 Visitas
TEMA:
“SER NIÑO, SER NIÑA, SER JOVÉN, EN EL SIGLO XXI. CONOCERLOS, COMPRENDERLOS Y ATENDERLOS”
SUBTEMA:
¿QUÉ HACER PARA EDUCAR EN LA LIBERTAD Y ESTABLECER LIMITES?
INTRODUCCIÓN
Ser buen padre es un trabajo duro. Muchas veces sentimos que desempeñar esta labor exige máxima capacidad tanto física como emocional para hacerlo bien. Implica una dedicada mezcla de sentimientos y acciones. Para lograrlo, tenemos que poner en orden todos nuestros talentos, emociones, sentimientos intuición e ideas. Cada etapa de la niñez resulta diferente, tenerlo en cuenta contribuye a sortear las dificultades que cada una conlleva. Es una labor que exige una alta inversión de energía para responder adecuadamente a los altibajos de la vida familiar. El buen funcionamiento de una familia depende de muchos aspectos, como las diversas maneras de enfrentar y resolver los problemas, la expresión positiva de sentimientos, la comunicación, el ejercicio de la disciplina, y las posibilidades para que dentro del marco familiar, cada uno de sus miembros construya un proyecto de vida propio. Ayudar al niño a comportarse de modo aceptable constituye parte esencial de la crianza. La disciplina es la manera para formar sólidamente valores como la responsabilidad, el autocontrol y la cooperación.
DESARROLLO
Uno de los grandes problemas con los que se enfrentan las familias hoy en día es el grado de libertad que tienen los hijos(as). La libertad debe ser algo que se vaya conquistando poco a poco, demostrando con hechos, no con palabras. Debemos exigir que con la libertad que le estamos dando nos traiga buenas notas, por ejemplo, hacer la tarea, portarse bien, etc. No debemos reprimirlos hasta hostigarlos; ni tampoco darle una libertad total y absoluta. Cuando se cumpla un castigo, hay que dejarle claro que lo queremos mucho, que a nosotros también nos duele tener que castigarlo.
No es posible educar sin respeto, no es posible que un joven respete a sus padres si estos no se respetan entre ellos mismos.
Si le pegan a un profesor, la culpa es del profesor por educarlo.
Si llegan tarde a casa, les compramos un coche para que lleguen antes.
Si destrozan ese coche porque iban borrachos y matan a alguien, la culpa es de los otros por meterse en medio y les compramos un coche más grande para que la próxima vez no le pase nada.
La culpa no es de la juventud, es de los padres porque no hemos sabido guiarlos.
Es necesario un cambio en la educación del siglo XXI. La sociedad evoluciona a un ritmo acelerado, debería existir una reestructuración de modelos ya que los progenitores no pueden ocuparse de sus hijos. En algunos casos ni siquiera desean hacerse cargo de ellos, declinan toda la responsabilidad al maestro para que los eduque. Pero, a la vez, éstos son mal considerados por la sociedad, muchos dicen… ¡que los docentes eduquen! ¡que para eso les pagan!. La educación es una tarea conjunta de padres y educadores en la que todos deben ir de la mano; sin excepción alguna. Anteriormente el docente podía reprender a un niño, cuando su comportamiento no era el adecuado, y porque el padre de familia le designaba esa responsabilidad al profesor. No, se trata de pegar; sino de confianza. El tutor confiaba en el educador a ciegas. Sabía que su decisión era la correcta. Ahora nos encontramos con padres que se quejan del educador o incluso le amenazan con pegarle, simplemente porque creen en su hijo y no al educador. Otorgan plena confianza a un ser que está aprendiendo a establecer un criterio de conducta. A un niño que asimilará que cualquier comportamiento es adecuado porque su familia no le pone límites.
Caemos sin darnos cuenta en un error muy grande. A menudo los niños nos ponen a prueba para ver cuáles son los límites que deben seguir en su comportamiento diario: “que es lo que se puede y no se debe hacer”. Y nosotros pensamos que trata de saber hasta dónde llega nuestra paciencia. Y para no darle un disgusto inmediato (porque va a llorar, nada malo por cierto) vamos dejando pasar ciertos comportamientos inaceptables hasta que al final llega el castigo –y el disgusto-. A veces el niño necesita el castigo para saber el límite que sus padres le imponen en su convivencia diaria con otros semejantes. Si la familia declina la responsabilidad de castigar a sus hijos (por muchas razones; entre ellas el sentimiento de no dedicarles el tiempo necesario por culpa de la actividad profesional de ambos progenitores, obligados por las necesidades de la sociedad actual), solo queda el medio escolar para hacerlo.
La realidad nos muestra un panorama muy complejo, que enfrentan los adolescentes en este tan esperado, y tan complicado, siglo XXI. La tarea de los adultos es ir preparando a los jóvenes poco a poco para enfrentar una realidad que tiene de todo, bueno y malo, en vez de criarlos en burbujas y luego enfrentarlos a situaciones sin preparación, o transmitiéndoles nuestros miedos.
Los niños tienen que reconocer y valorar su propia identidad y la de los demás. El amor sólo es posible entre personas con su propia identidad. Sin identidad no hay amor sino sometimiento y posesión.
Tenemos que perder el miedo a limitar a los niños. Limitar no es aniquilar, es dar vida, si lo hacemos adecuadamente. El gran peligro reside en ver en los límites sólo su aspecto negativo-empobrecedor: lo que nos quitan y nos prohíben. La vida muchas veces nos dice no y, si no sabemos aceptarlo, viviremos resentidos.
Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos es lo más importante. Para educar de manera eficaz debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce
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