Jóvenes Mexicanos Em Medio De La Crisis Económica: Los Problemas De La Integración Laboral
Gabyvb234 de Abril de 2013
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Introducción
México experimentó, en el 2009, la más aguda contracción económica en su historia reciente. Como ha sido ampliamente documentado (CEPAL, 2009), la crisis mundial se transmitió a las economías latinoamericanos por diversos medios, entre los cuales cabe mencionar: la caída de las exportaciones debido a la reducción de la demanda externa, la disminución de las inversiones extranjeras directas, la menor disponibilidad de créditos internacionales, el descenso de las remesas y la contracción de los ingresos derivados del turismo internacional. La dependencia comercial mexicana respecto del mercado norteamericano potenció el impacto de estos factores, contribuyendo así a que la crisis impactará con mayor fuerza a nuestro país1.
Esta recesión, desencadenada por la crisis financiera global, trajo una caída abrupta del Producto Interno Bruto y un proceso importante de pauperización de los hogares mexicanos. En parte, el deterioro económico de las unidades familiares está asociado con el desempleo de alguno de sus integrantes. Uno de los sectores más afectados por este fenómeno es la población joven, cuyas tasas de desocupación superan, ampliamente, el promedio nacional.
Los efectos de una crisis económica -en el ámbito laboral- pueden manifestarse de diversos modos, como por ejemplo, el aumento de los niveles de desempleo o del subempleo, la expansión de las actividades informales, el deterioro de las condiciones laborales, la contracción de los salarios o el aumento de la inactividad. Se privilegia en este trabajo el incremento de los niveles de desempleo, la expansión de las actividades informales y la reducción de la protección laboral. Pero también hacemos mención, cuando se hace necesario, a las variaciones en las tasas de participación económica, subempleo, asalarización de la fuerza de trabajo e inactividad.
Tratamos de brindar respuesta a cuatro cuestiones. Primero, conocer sí el impacto de la crisis en el nivel nacional, de acuerdo con los indicadores seleccionados, ha sido más acentuado en la población joven2 en comparación con la adulta. Segundo examinar sí dicho impacto se manifiesta de modo diferenciado en ambos grupos etarios. Tercero, explorar cómo se expresan las consecuencias laborales de la crisis en diferentes mercados laborales; estos últimos son definidos en función del grado de asalarización de los mercados de trabajo estatales.
Cuarto, identificar los contextos laborales que muestran las repercusiones más severas sobre la mano de obra joven.
El análisis se centra en las personas jóvenes de 14 a 19 años de edad y utiliza la información estadística proporcionada por el INEGI en la consulta interactiva de la Encuesta de Ocupación y Empleo (ENOE) del segundo semestre de 2008 y 2009, así como la obtenida mediante el procesamiento de las bases de datos de la ENOE para los mismos períodos. El trabajo se inicia con un breve recuento acerca de la presencia de la mano de obra joven en los mercados de trabajo desde fines del siglo pasado. En seguida se analizan las repercusiones de la crisis económica en la situación laboral de la mano de obra juvenil en el nivel nacional. Posteriormente, se destaca el impacto diferencial de la crisis en los contextos laborales más o menos asalariados. El texto termina con el señalamiento de los principales resultados y subrayando los desafíos que enfrenta el país en materia de integración laboral de la población joven.
La precariedad del trabajo juvenil como un rasgo persistente
En un período histórico caracterizado por la restructuración productiva, la desregulación laboral y la apertura comercial, la calidad de los empleos se ha deteriorado. La pérdida de importancia del empleo público, la precarización del trabajo asalariado y a la expansión del autoempleo de subsistencia explica, en parte, este proceso. El deterioro laboral acaecido en México, en los años de transición y consolidación del nuevo modelo económico, ha sido caracterizado como un rasgo estructural del nuevo modelo de acumulación de capital, el cual busca disminuir los costos de producción mediante el abaratamiento de la fuerza de trabajo con miras a lograr una mayor competitividad internacional.
La evidencia empírica muestra que, en la historia reciente del país, gran parte de la mano de obra juvenil ha ocupado los puestos de trabajo más precarios, esto es, sin estabilidad, seguridad social, prestaciones laborales y remuneraciones deprimidas. Cuanto más precoz la inserción laboral de los hombres y mujeres jóvenes, mayor su vulnerabilidad laboral. Este patrón de absorción de la mano de obra juvenil es resultado de la falta de oportunidades laborales, la pérdida de calidad de los nuevos empleos, los bajos niveles de escolaridad, la menor experiencia laboral y el menor poder de negociación de quienes se integran precozmente al mundo del trabajo.
Investigaciones realizadas a fines del siglo pasado ya mostraban la precaria inserción laboral de los y las jóvenes -asalariados y no asalariados de 12 a 24 años- definida de acuerdo con sus niveles de ingreso, jornada de trabajo y prestaciones laborales.
Datos de 2004 muestran que las condiciones críticas de ocupación ya eran -desde entonces- más acentuadas en la población joven -12 a 29 años- comparativamente con el total de los trabajadores ocupados (31.3 frente a 26.1%). La situación de los varones asalariados de 12 a 17 años era aún más dramática: solamente 3 de cada 100 lograban acceder a un empleo con los estándares laborales mínimos.
Los puestos de trabajo más precarios, en casi su totalidad, no tenían contrato laboral y las actividades realizadas no se relacionaban con los estudios de las y los jóvenes. Además, una gran parte de estos empleos no contaba con prestaciones laborales ni sueldo base, los salarios pagados eran inferiores a 1.5 salarios mínimos y en más de la mitad de los casos, exigía jornadas laborales excesivas.
Los empleos de precariedad extrema se han nutrido, por lo general, de fuerza de trabajo muy joven, se trata de menores de 20 años con baja escolaridad que , con frecuencia, desempeñan actividades manuales no calificadas, laboran en la agricultura, en los servicios distributivos (comercio y transporte) o en los servicios personales.
Impacto de la crisis económica en el trabajo juvenil en el nivel nacional
En 2009, la cifra estimada de población total en este grupo de 14 a 19 años de edad era poco más de 13 millones, de los cuales casi 4 millones formaban parte de la PEA7, esto es representaban 30.1% del total de la población joven. La contraparte, es decir 69.9%, se encontraba fuera de la PEA, La mayoría de estos jóvenes inactivos se dedicaba a estudiar -en 2009 la cifra estimada de estudiante era de casi 7 millones y medio-. Cerca de 1 millón cuatrocientos mil jóvenes reportó no trabajar ni estudiar, sino estar vinculado a la realización de labores de la casa, grupo conformado sobre todo por mujeres. Otros más no estudiaban ni participaban en el mercado de trabajo ni en las actividades del hogar porque se encontraban discapacitados para hacerlo. Por último están los que desistieron de encontrar una actividad laboral, abandonaron los estudios y no participan en las actividades del hogar.
La participación económica suele ser menor en la población joven que en la adulta, y en las mujeres en comparación con los hombres. En el caso del desempleo ocurre lo contrario: es más elevada en personas jóvenes y en mujeres en comparación con adultos y hombres.
En la coyuntura actual, al comparar datos nacionales agregados -correspondientes al segundo trimestre de 2008-2009- encontramos que la participación económica disminuye y el desempleo incrementa en todos los grupos de edad, con la excepción de la mujeres de 50 a 59 años cuya presencia en la actividad económica se mantiene sin grandes alteraciones.
La población menor de 20 años fue la más afectada. En efecto, la reducción de su participación económica así como el incremento de sus niveles de desempleo han sido más acentuados. Asimismo, los hombres redujeron más su presencia en la actividad económica y enfrentaron mayores niveles de desempleo que las mujeres. A pesar de lo anterior, ellas siguen presentando tasas de desempleo superiores. En otras palabras, el incremento del desempleo de los varones no ha sido suficiente para contrarrestar las diferencias por sexo: en 2009 la tasa de desempleo en los hombres de 14 a 19 años fue de 9.7% frente a 10.4% de las mujeres en el mismo grupo de edad.
Lo anterior contrasta con la evolución del subempleo. En este particular la situación de la fuerza laboral más joven resulta ser más favorable, ya que la mano de obra adulta, sobretodo la que se encuentra entre los 50 y 59 años, ha sido la más afectada. En otras palabras los trabajadores en etapas más avanzadas de su vida laboral se han enfrentado a la necesidad y disponibilidad de trabajar más horas sin lograrlo. Nótese que el grupo de 60 años y más, al igual que los muy jóvenes, ha sido menos afligido por el subempleo.
Nótese que alrededor de 65% de los y las jóvenes de 14 a 19 años desempeñaban trabajos asalariados, cifra que es inferior solamente a la mano de obra de 20 a 39 años de edad. En otras palabras, la inserción laboral de la mano de obra joven es predominantemente como trabajadores subordinados.
La mano de obra juvenil está frente a modalidades de participación en el mercado laboral en las que el trabajo deja de ser una vía de acceso a uno de los derechos laborales esenciales: la protección social. Las cifras de 2009 para todo el país - excluyendo a quienes trabajan en el sector informal- muestran que el grupo de 14 a 19 años -44.2% y 42.2%
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