Limpieza En Cazuca
Enviado por pichonxita • 24 de Abril de 2014 • 2.485 Palabras (10 Páginas) • 239 Visitas
LIMPIEZA SOCIAL EN ALTOS DE CAZUCA
Altos de Cazucá es uno de los sectores más abandonados de Soacha, es límite fronterizo de este municipio con Bogotá.
Por: Leidy Paola Gómez Saavedra
Invasión reciente, una más de las actividades rutinarias en la Comuna 4.
En los últimos años la comuna 4 también conocida como Altos de Cazucá, uno de los sectores más abandonados de Soacha, y límite fronterizo de este municipio con Bogotá. En especial hablare de el año 2013 en donde mucha gente quiere que se hable de la situación que pasa mucha gente en esta zona del pais y en la cual se ve el regreso de una vieja práctica a estas colinas: la periódica ejecución de asesinatos selectivos, antecedidos por panfletos amenazantes y listas con nombres y direcciones de muchachos del sector, que eran pegados en postes de la luz o rotados de mano en mano. Muchos de quienes aparecían allí listados eran menores de 24 años y no habían cometido otro pecado que fumarse un porro ocasional en alguna esquina del barrio.
Coincidencialmente, la Defensoría del Pueblo, que es la única entidad estatal que hace presencia permanente en esta comuna de barrios polvorientos, trochas de barro, casas de lata, perros, gatos, niños y adolescentes embarazadas, estaba por publicar la cuarta entrega de una serie de alertas que advertían el regreso de grupos paramilitares desmovilizados durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Según los informes de la entidad, con nombres reciclados como Bloque Capital de las Autodefensas Unidas de Colombia, Los Rastrojos, Águilas Negras o Los Urabeños, las bandas se reactivaron en 2010 y desde entonces reclutan jóvenes, amenazan con limpiezas, desplazan a antiguos moradores, extorsionan, asesinan líderes comunitarios y culturales e imponen toques de queda, sin que la Policía, ni la Fiscalía ni la Alcaldía del municipio ni absolutamente nadie lo admita y, por consiguiente, haga el menor esfuerzo por prevenirlo.
Para las autoridades, lo denunciado por la Defensoría es un problema de “delincuencia común”. Aseguran que no hay señas de que adentro operen bandas criminales ni mucho menos que haya regresado la limpieza social.
La revisión de las cifras entregadas por la Policía no dice mucho sobre el oscuro trasfondo de lo que está ocurriendo en estos barrios; sin embargo, sí revelan una realidad aterradora: a Cazucá regresó el plomo y los asesinatos llegan a picos históricos. Entre 2010 y 2013, los homicidios en la Comuna 4 aumentaron 171,8%. Mientras que para diciembre de 2010, cuatro meses antes de que se emitiera la alerta, habían sido asesinadas 32 personas en todo el año, para diciembre de 2013 la cifra anual ascendió a 87. Pareciera que cuantas más advertencias emite la Defensoría y cuanto más lo niegan las autoridades, más son los muertos que caen en Cazucá.
La mayoría son hombres (92%).
Casi la mitad está en edad escolar o universitaria (45% entre los 14 y los 25 años).
Dos de cada tres son baleados en la noche (66%).
La Isla es uno de los barrios estratégicos de Cazucá. Por estar casi en la cima de la colina, permite el control de los barrios de abajo, y está además atravesada por la única avenida destapada que comunica a Soacha con Ciudad Bolívar, en Bogotá. No resulta sorprendente que este sea el lugar desde donde operan las pocas organizaciones no gubernamentales que aún quedan en la zona (incluyendo dos programas de Naciones Unidas: PNUD y ACNUR), así como las difusas estructuras criminales a las que la comunidad se refiere en términos genéricos como “los paras”.
Según comentarios de la gente que habita la zona “los paras” uno nunca los ve. Muchos, en los más de 25 barrios que componen la Comuna 4 (las cifras oficiales de Soacha, que son todo menos precisas, calculan que aquí viven 70.000 personas, entre ellos 17.000 desplazados), aseguran que recientemente las armas utilizadas en los asesinatos han cambiado, la llegada de camionetas a altas horas de la noche se ha incrementado, y de vez en cuando los “duros” de La Isla mandan a llamar a los líderes de los barrios subsidiarios para tratar temas clave de la zona: quién maneja cada olla de expendio de bazuco, quién anda de sapo o a cuáles ladronzuelos hay que salir a limpiar.
Nada de lo anterior se sabe de buenas a primeras.esto se sabe después de convivir un poco con la gente e ir hablando con uno que otro “ñerito” como los suelen llamar y escuchando todos los rumores que hay entre toda esta comunidad y de los cuales para mucha gente que no vive aquí estos nomas están conformados de —jíbaros, traficantes de armas y votos, controladores de ollas, galleros, paracos, exparacos, pandilleros, expandilleros, víctimas, estudiantes, obreros, empleadas del servicio y asesinos—, en pequeñas tiendas donde la carrilera y el vallenato estallan los parlantes de las rockolas, y las canciones de Jimmy Gutiérrez y Los Caciques del Despecho se convierten en himnos que los duros de la gallada cantan ebrios y sonrientes, a todo pulmón:
Pa’ chupar guaro soy buen gallo
Pa’ putiar soy un perrazo
Le tumbo la hembra al que sea
Me doy plomo con quien sea
Jarto whiskey o lo que sea
Y a ningún remalparido le pido para gastar.
Entonces por qué hijueputas
Una cuerda de mantecos chichipatos me critican
No se metan con mi vida
Puto, borracho, torcido
Lo que sea es problema mío
Vaya y báñensen el culo y déjenme la vida en paz.
Toño llegó a Cazucá hace más de quince años y a Bogotá hace tres décadas. Tuvo que salir de su pueblo y dejar la finca en la que trabajaba porque se batió a machete por una novia que tuvo en la adolescencia. Eran tres tipos contra él; los únicos tres con los que no se debía meter. A uno lo dejó tullido del brazo, a otro le rajó el estómago y al último lo dejó cojo. Al día siguiente tuvo que despedirse de ella y agarrar un bus, primero hacia Bogotá y luego a Cazucá, donde una persona como él tenía la vida garantizada, porque en la Comuna 4 sobrevive el más inteligente y el más fuerte y el menos sapo, y donde “el respeto, papi, no se exige, sino se merece”.
Durante más de una década, Toño se ha ganado el respeto de su cuadra. Con su gallada ha sabido defender el barrio cuando las pandillas, los rateros o algún combo de traficantes de droga han intentado meterse “a chimbiar”. Cada vez que esto pasa, basta con “alertar a los parceros de la gallada, sacar los fierros de debajo de la cama y salir a darles bala a esos pirobos por el cerro”.
Su hoja de vida es sorprendente: fue cotero en Corabastos, la mayor central distribuidora de alimentos de Bogotá, y mientras se curtía el lomo cargando kilos
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