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Teoria De Las Culturas


Enviado por   •  5 de Mayo de 2014  •  1.683 Palabras (7 Páginas)  •  269 Visitas

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Identidad social

Una de las funciones de las representaciones sociales se relaciona con la identidad. Las representaciones sociales también implican la representación de sí mismo y de los grupos de pertenencia que definen la dimensión social de la identidad. Es una consecuencia natural de la definición de la cultura como hecho de significación o de sentido que se basa siempre Saussure, en el valor diferencial de los signos. Por eso la cultura es también "la diferencia", y una de sus funciones básicas es la de clasificar, catalogar, categorizar, denominar, nombrar, distribuir y ordenar la realidad desde el punto de vista de un "nosotros" relativamente homogéneo que se contrapone a "los otros". La identidad social se define y se afirma en la diferencia Entre identidad y alteridad existe una relación de su conjetura recíproca.

La identidad constituye un hecho enteramente simbólico construido, porque sólo puede ser efecto de representaciones y creencias; Poseer una determinada identidad implica conocerse y reconocerse como un tal, y simultáneamente darse a conocer y hacerse reconocer como un tal, mediante estrategias de manifestación. Por eso, la identidad no es solamente "efecto" sino también "objeto" de representaciones.

Toda identidad pretende apoyarse en una serie de criterios, marcas o rasgos distintivos que permiten afirmar la diferencia y acentuar los contrastes.

Los más decisivos, sobre todo tratándose de identidades ya instituidas, son aquellos que se vinculan de algún modo con la problemática de los orígenes; Pero al lado de éstos, pueden desempeñar también un papel importante otros rasgos distintivos estables como el lenguaje, el sociolecto, la religión, el estilo de vida, etc.

Respecto de este conjunto de criterios distintivos, no tiene sentido la querella acerca de si deben preferirse criterios "objetivos" o "criterios subjetivos" para definir una identidad social.

Un aspecto importante de la lucha simbólica en torno a las identidades sociales es el de la calificación valorativa de los rasgos que presuntamente las definen.

Las identidades siempre son objeto de valoración positiva o negativa (estigmas), según el estado de la correlación de fuerzas simbólica. En principio, y desde el punto de vista interno, la identidad se presenta como fuente de valores y se halla ligada a sentimientos de amor propio, honor y dignidad. Esto puede explicarse por el hecho de que los individuos y los grupos comprometen en su lucha por la identidad sus intereses más vitales, como la percepción (ideológica) del valor de la persona, es decir, la idea que se tiene de sí mismo. No olvidemos que el "valor" de la persona se reduce a su identidad social.

La identidad social necesita ser aprendida y reaprendida permanentemente. Además, necesita darse a conocer y hacerse visible públicamente para "mostrar" la realidad de su existencia frente a los que se niegan a "verla" o a reconocerla. Ambas necesidades explican por qué la identidad social aparece siempre ligada a estrategias de celebración y de manifestación.

La memoria colectiva

Las identidades colectivas remiten frecuentemente, como acabamos de ver, a una

Problemática de las "raíces" o de los orígenes asociada invariablemente a la idea

de una tradición o de una memoria.

Rencontrar la propia identidad es en primer término reencontrar un cuerpo, un pasado, una historia, una geografía, tiempos, lugares y también nombres propios".

La memoria puede definirse brevemente como la ideación del pasado, en contraposición a la conciencia y a la imaginación prospectiva o utópica del porvenir.

La memoria no es sólo "representación" sino también "construcción"; no es sólo "memoria constituida" sino también "memoria constituyente". Puede darse incluso el caso de una "memoria fantasmática" que invente totalmente el pasado en función de las necesidades de una identificación presente.

Se ha observado frecuentemente que la selección o reconstrucción del pasado se realiza siempre en función del presente, es decir, en función de los intereses materiales y simbólicos del presente. No existe ningún recuerdo absolutamente "objetivo". Sólo recordamos lo que para nosotros tiene o tuvo importancia y significación. Dicho de otro modo: no se puede recordar ni narrar una acción o una escena del pasado sino desde una determinada perspectiva o punto de vista impuestos por la situación presente.

La memoria puede ser individual o colectiva según que sus portadores o soportes

Subjetivos sean el individuo o una colectividad social.

La memoria individual se halla ligada de ordinario, sobre todo en los estratos populares o de la "gente común", a la evocación de la vida cotidiana en términos impersonales en el marco de una percepción aparentemente cíclica, y no lineal o cronológica de la temporalidad.

La memoria biográfica es un caso particular de memoria individual y se caracteriza

por la ilusión retrospectiva de una intervención personal, deliberada y consciente como actor, protagonista o incluso "héroe" sobre el curso de los acontecimientos. Esta ilusión se manifiesta en la personalización y el carácter fuertemente elocutivo del discurso recordatorio y se desarrolla frecuentemente dentro de un esquema lineal o cronológico de la temporalidad.

La memoria colectiva es una memoria vivida por el grupo en la continuidad y en la semejanza a sí mismo, lo que le permite contraponerla a la memoria histórica, que sería la memoria abstracta de los historiadores que periodizan el pasado, lo insertan en una

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