Violencia en la infancia: Los marineros indirectos.
Enviado por nicotico_35 • 27 de Diciembre de 2016 • Ensayo • 1.246 Palabras (5 Páginas) • 232 Visitas
Violencia en la infancia: Los marineros indirectos.
A lo largo de los últimos años se han llevado a cabo innumerables y diferentes estudios científicos a cerca de las consecuencias que tienen la violencia de género a nivel jurídico, social, médico o psicológico. No ha sido fácil llegar a estudios que demuestren los efectos que este tipo de ‘violencia casera’ tiene en los miembros de menor edad de un núcleo familiar, en el que el ciclo de comportamientos y modelos de conductas son el alimento psicológico de estos niños. Un alimento que se suministra en el hogar, donde el niño y la niña deberían disfrutar de una plena seguridad y que, sin embargo, solo lo consiguen gracias a parientes, maestros, funcionarios, médicos, terapeutas, educadores sociales y todos aquellos que puedan actuar oportunamente, intentando cortar la transmisión de una conducta negativa vivida en el seno familiar, generación tras generación (Alice Miller, 1985). Todo con el objetivo de que los primeros años de vida se conviertan en una guía sana, que como se demuestra, repercutirá irremisiblemente en sus propias vidas y en la sociedad.
Una guía que no origine problemas en el desarrollo de niños y niñas, una guía donde no existan situaciones de tensión, negligencia o abandono creadas por los mismos progenitores, tanto cuando es el propio niño el que recibe malos tratos, como cuando actúa como espectador de la función violenta en su casa, como les ha ocurridos a 188.000 niños/as españoles. [1]
Si indagamos en la Convención de Derechos del Niño (UNICEF) encontramos que en el Artículo 19 se habla de la protección ante ‘cualquier forma de violencia física o mental’ y en el que se considera maltrato, no solo la violencia directa, sino también aquella violencia familiar indirecta sobre niños y niñas, los cuales sufren secuelas psicológicas que nacen de presenciar o escuchar situaciones violentas entre sus progenitores (corroborado en estudios como los realizados por Corbalán y Patró, 2003)[2],
¿A qué consecuencias nos estamos refiriendo?
Apuntamos a consecuencias basadas en la incapacidad que tienen sus progenitores de satisfacer aquellas necesidades biológicas, psicológicas y emocionales que reclama el niño y la niña en un clima familiar violento (Espinosa, 2004)[3]. Consecuencias físicas como alteraciones del sueño y alimentación o retraso en el desarrollo motor; consecuencias emocionales como ansiedad, depresión, estrés postraumático o baja autoestima son el resultado de insultos, amenazas, humillaciones y manipulación emocional. Unas consecuencias conductuales como falta de habilidades sociales, agresividad, inmadurez, delincuencia y toxicomanías que llevarán al niño y a la niña a padecer una negativa socialización. (Tabla I, Anexo)
La macro-encuesta de violencia de género realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS, 2012) indica que siete de cada diez mujeres residentes en España, que dicen haber sufrido violencia de género alguna vez, tenían hijos menores de edad; calculándose en unos 800.000 los niños y adolescentes expuestos a este tipo de violencia, el 10% de la población infantil española. Unos 517.000 niños habrían sido maltratados en el contexto de la violencia de género durante el último año y más de millón y medio había sufrido maltrato en la situación de violencia de género contra su madre cuando eran niños.
Niños que desde que son bebés ya muestran un especial vínculo afectivo hacia su madre, mediante el cual son capaces de reconocer el estado depresivo de ésta, en estos casos, o de sentir la conducta violenta de su padre, que le transmite emociones negativas y comportamientos no adecuados, influyentes en el desarrollo, autoestima y conductas agresivas. (Del Barrio y Roa, 2006).
Niños a los que se les impide la ayuda a causa de factores como la naturaleza reservada de este tipo de violencia, la falta de conocimiento específico de los profesionales en los establecimientos donde se podría detectar y apoyar a estos niños y la concepción del menor como víctima secundaria por parte del maltratado/a.[4]
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