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El poeta Blas Valera


Enviado por   •  7 de Julio de 2020  •  Ensayo  •  11.095 Palabras (45 Páginas)  •  366 Visitas

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EL POETA BLAS VALERA[1]*

Escribe: Íbico Rojas

Lingüista, docente de la

EPG de la UNMSM y de la UNT

1 Los manuscritos del padre Blas Valera

A principios del siglo pasado, José Toribio Polo (1906) y Manuel González de la Rosa (1907) recuperaron al jesuita Blas Valera (Chachapoyas 1545-Málaga 1597) como primer historiador peruano. Aun cuando lo que se conoce, hasta ahora, de su obra cronística son solo algunas citas extensas de su «Historia occidentalis», escrita en el Perú en elegante latín, entre 1579 y 1594, traducidas al castellano y transcritas por el mestizo Garcilaso de la Vega en ambas partes de sus Comentarios reales de los incas ([1609]1943, [1617]1944). Tales citas proceden, en realidad, de unos folios manuscritos que le facilitó el jesuita Pedro Maldonado de Saavedra a fines del siglo xvi. Fragmentos que, siendo muy valiosos, corresponden a una pequeñísima parte de dicha Historia, que habría sido muy voluminosa.

El mercedario González de la Rosa, al mismo tiempo, atribuyó a Valera la autoría de la relación conocida como De las costumbres antiguas de los naturales del Pirú que, por cierto, es obra del padre jesuita Luis López (Rojas 2018: 208-209) y no del ilustre chachapoyano. A fines del siglo pasado, sobre la base de unos documentos apócrifos se pretendió hacer creer que Valera era el autor de la Nueva corónica y buen gobierno. Felizmente, los estudiosos de Guaman Poma lograron desbaratar ese intento de fraude histórico (Rojas 2018: 209-220). Todo lo cual contribuyó a fortalecer la figura de Blas Valera como el primer cronista del Perú. A quien, hasta mediados del siglo xx, solo se le conocía como el mejor predicador de indios en el virreinato peruano, gracias a su condición de quechuófono singular y gramático de la lengua quechua. Asimismo, como autor de un «Vocabulario histórico», que solo es un cuaderno de notas (Rojas 2018: 193).

En «Historia occidentalis», Blas Valera evidencia su interés por todo lo concerniente a la cultura andina, con la clara intención de reivindicarla y, sobre esa base, humanizar el proceso de la evangelización de acuerdo con los criterios y métodos ignacianos. Entendía que se debía respetar las diferencias culturales que mostraban los vencidos y no desdeñarlas y menos erradicarlas drásticamente. Había que persuadir a los naturales sobre las concepciones del cristianismo y no imponérselas. Actitudes que eran indispensables para impulsar una transculturación no violenta y posibilitar una cristianización más eficiente.

Identificado plenamente con la situación de los desposeídos y gracias a su cercanía con los quipucamayos, Blas Valera llegó a aprender la descodificación de los mensajes nemónicos configurados en los quipus, tanto de notación numérica como de información general y literaria, lo cual le habría permitido conocer, de primera mano, además de los hechos registrados en su «Historia», las leyendas, los mitos y los cantos incaicos, en especial, los impregnados de misticismo. Recursos que habría empleado en las doctrinas en las que le tocó trabajar. Pues, en los momentos de culto y de regocijo popular, el fervor religioso se expresaba en la alegría de las danzas y los cantos, así como en las declamaciones, dramatizaciones y en la policromía del arte textil andino, que habrían hecho vibrar su espíritu poético, tantas veces evidenciado en las misiones de Huarochirí.

2 Evangelización y literatura

En el presente trabajo, la intención es relevar este talento artístico del mestizo Blas Valera, casi desconocido o inadvertido, tal vez, por la escasez de los testimonios, pero al parecer, suficientes para evidenciar su capacidad poética, cuyas primeras manifestaciones noticiadas pueden ser ubicadas en las citadas misiones. Precisamente, acerca de estas el padre Juan Gómez le cuenta al prepósito general Francisco de Borja, en una carta de principios de 1571, que el año anterior −a solo tres o cuatro meses de la llegada de los jesuitas a esos lares−, la comunidad celebró la fiesta del

Corpus Christi con mucha solemnidad y salieron a ella nuebe niños vestidos de tafetán carmessí y verde; y con gracioso tono cantaron algunas canciones en su lengua, en loor del Sanctissimo Sacramento, cosa que dio mucho gusto a los indios. Demás destas canciones, salieron los indios con sus danzas muy vistosas.

Respecto a la parte festiva, el padre Gómez agrega:

La más singular destas danzas fue la de los nobles que se llaman ingas, y el más noble dellos decía la letra, de quatro silabas cada berso. Y de repente dio a los Padres y españoles que allí estaban, porque en la letra dezían epítetos muy buenos a Nuestro Señor (Egaña 1954-1986, i: 423-424).

Indudablemente, habría sido un acontecimiento muy alentador para los misioneros, sin embargo, en el relato hay aspectos que no quedan muy esclarecidos, por lo que deben ser examinados. Por ejemplo, llama la atención que solo a tres o cuatro meses de evangelización elemental, los indígenas de Huarochirí hubiesen estado en condiciones de crear canciones y versos, para glorificar a Jesús en quechua, y ensalzar la sagrada eucaristía sin entender plenamente el significado de la compleja simbología de la iglesia cristiana. Lo que obliga a pensar que para tales hechos habría sido indispensable la intervención de un religioso idóneo para esas actividades. Y, por supuesto, el más indicado habría sido el hermano Blas Valera que, gracias a su talento literario, habría podido arreglar algunas canciones e himnos dedicados al sol, para loar al santísimo sacramento. Adelantándose a la teoría de la inteligencia artística desarrollada por H. Gardner (1983, 2001, 2007) o, tal vez, siguiendo las lecciones de su maestro Diego del Canto Corne, intuía bien el efecto dinamizador de la música en los procesos cognitivos y la usó como un recurso pedagógico sumamente eficaz.

De igual modo, los versos de cuatro sílabas –iguales a los que aparecen más adelante− habrían sido escritos originalmente o traducidos y adaptados por el mismo novicio que conocía la literatura incaica y, gracias a sus estudios humanísticos, dominaba muy bien las técnicas de versificación tanto de los españoles como de los autores clásicos griegos y latinos que, en algún momento, habría aplicado a las traducciones poéticas. Información extrañamente ignorada u ocultada por el padre Juan Gómez[2], puesto que desde entonces el hermano Blas gozaba de la celebridad como quechuista, predicador y versista. Era el único en Huarochirí con sensibilidad, ingenio y conocimientos apropiados para alentar esas manifestaciones artísticas, según lo acreditan los padres Diego de Bracamonte y Joseph de Acosta, que las admiraban desde que conocieron al padre Valera. Sus apreciaciones, aun siendo comprensiblemente parcas, resultan valiosas. El primero destacaba que, además de polígloto, es «gran latino y versista» (Egaña 1954-1986, i: 252) y el segundo decía: «algunos [entre ellos Valera] se aplican bien a las letras [esto es, a las humanidades] y salen con ellas» (Egaña 1954-1986, iii: 272).

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