Los pilares de la educación del futuro
PLCX4 de Agosto de 2013
3.664 Palabras (15 Páginas)429 Visitas
Los pilares de la educación del futuro
Enviado por Juan Carlos Tedesco
Anuncios Google
Tesis y Tesina en 1 mes
Asesoramos tesis en todas las áreas Los mejores precios. www.consultorestesis.com/#
Clases de Matemáticas
Un lugar ideal para aprender las Mates en una forma divertida www.matlabperu.com
UNIR, Universidad Virtual
Títulos oficiales en Perú y Europa. Examen en Lima. ¡Últimas plazas! www.unir.net
• Aprender a aprender
• El oficio de aprender
•
• El quiebre de la sociedad orgánica
• El caso argentino
• Mediocridad en la calidad de la oferta educativa
• Luces y sombras en el aprender a vivir juntos
• Una reforma educativa sin los resultados esperados
• El papel del docente, clave del éxito de la reforma educativa
• El perfil de nuestros maestros de hoy
• Estrategias para el futuro
• Políticas que garanticen un mínimo de equidad social
• Notas
Quisiera iniciar esta reflexión partiendo de la hipótesis de que hoy la educación constituye efectivamente una problemática en el ámbito mundial: nadie está satisfecho con la oferta educativa que tiene. Todos los países están intentando transformar sus propuestas para atender los nuevos desafíos que irrumpen en la sociedad.
¿Cuáles son estos nuevos desafíos? Hay dos pilares de la educación del futuro a partir de los cuales podemos hacer un diagnóstico de lo que pasa en la Argentina. Ellos son: aprender a aprender y aprender a vivir juntos.
Aprender a aprender
¿Qué quiere decir aprender a aprender? Hoy en día lo que una persona aprende en su vida escolar no le va a servir para su vida profesional, deberá renovar sus conocimientos permanentemente. La obsolescencia y la renovación de los conocimientos son muy rápidas. La mayor accesibilidad a la información obliga de manera constante a trabajar en su procesamiento.
La idea de un sistema educativo que ofrece un largo período de formación sin vinculación con el trabajo, seguido de otro lapso igualmente extenso de desempeño profesional sin volver a la educación, está en crisis. Tenemos que pensar en sistemas educativos que permitan aprender a lo largo de toda la vida. Esto quiere decir que lo que la oferta educativa inicial formal tiene que enseñar es el oficio de aprender. Esta idea modifica toda nuestra oferta educativa tradicional, tanto en lo que se refiere al diseño institucional como a los contenidos y los métodos de enseñanza.
La institucionalidad que adquiere la oferta educativa debe estar preparada para este reciclaje permanente. Además, sus contenidos, métodos y prácticas pedagógicos no pueden estar basados en la idea de dar información sino de enseñar a aprender, que es otra cosa distinta. En otras palabras, hay que ir más allá de la información.
El oficio de aprender
¿En qué consiste el oficio de aprender? Quizá la comparación con el modo tradicional de enseñanza de los oficios ayude a verlo con claridad. ¿Cómo enseñaba el oficio un maestro a su alumno, a su aprendiz? Mostrándole las operaciones que se hacían con cada material y las posibilidades de cada herramienta, instrumento o materia prima. Había un proceso de imitación en el aprendizaje de un oficio que permitía ir evolucionando en su desempeño. La dificultad reside en que los oficios tradicionales tienen problemas materiales visibles que podemos mostrar, mientras que en el oficio de aprender las operaciones los problemas son mentales.
El arte de aprender a aprender consiste en ser consciente de qué operación efectúo cuando estoy aprendiendo. ¿Estoy comparando o recogiendo información? ¿Estoy probando una hipótesis? ¿Qué operación realizo en un proceso de aprendizaje?
Algunas de estas operaciones son comunes a cualquier disciplina y otras son específicas. No es lo mismo aprender música que aprender biología, literatura o sociología. Por eso hoy en día en el ámbito de la educación se habla de proceso del conocimiento.
Esto obviamente no sólo modifica nuestra manera de programar y diseñar la curricula sino, fundamentalmente, el papel del maestro. El docente ya no es sólo aquel que transmite la información sino quien guía el proceso de aprendizaje. Se ha modificado la naturaleza de la profesión docente.
Aprender a vivir juntos
El segundo pilar de la educación del futuro es aprender a vivir juntos. Si el primero, aprender a aprender, alude a la dimensión cognitiva del proceso educativo, el aprender a vivir juntos involucra a toda la dimensión social.
Puede resultar sorprendente que a esta altura del desarrollo de la humanidad alguien plantee que aprender a vivir juntos sea el objetivo central de la tarea educativa. No obstante, diariamente somos testigos del desencuentro que se produce en nuestra sociedad.
En el capitalismo industrial –para adoptar un enfoque más sociológico– no había necesidad de aprender a vivir juntos porque estábamos obligados a hacerlo. Podía hablarse de explotadores y explotados, dominantes y dominados, pero los dos eran necesarios e imprescindibles. Además, en el nivel político había una unidad, el Estado nación, que definía el ámbito geográfico del desempeño de los ciudadanos, y cierta identidad de lealtades que los unía.
Hoy esos parámetros –los del aparato productivo y los del desempeño de la ciudadanía política– están erosionados y en crisis. Por un lado, surge el fenómeno de la exclusión como situación nueva, distinta de la explotación o la dependencia. El excluido no es necesario. Y en las unidades políticas, el Estado nación está en crisis y se necesita una entidad de cohesión de cierto espacio que nos una y que haga que vivir juntos ya no sea un producto natural del orden social o de un movimiento mecánico sino un producto voluntario y deseado.
El quiebre de la sociedad orgánica
Vivimos un tiempo en el que ha perdido sustento lo que Durkheim llamaba la solidaridad orgánica. Los padres de la sociología a fines del siglo XIX, principios del XX, usaban la metáfora del organismo para describir a la sociedad. El corazón, el cerebro y los músculos trabajan juntos, son solidarios; pero no porque quieran o como resultado de una decisión voluntaria. Esa solidaridad orgánica es mecánica. Así funcionaba la sociedad. Ese tipo de solidaridad, la mecánica, es la que se está rompiendo en nuestra sociedad. Y, por lo tanto, la solidaridad hoy debe ser voluntaria, humana, consciente. Por eso se dice que para poder aprender a vivir juntos lo primero que hay que hacer es querer vivir juntos. Estamos ante un desafío fundamental desde el punto de vista de la cohesión y la articulación entre los diferentes.
Aprender a vivir juntos replantea todo lo que tiene que ver con la formación, con la educación como agencia de formación del ciudadano y de cohesión social. Se trata de una reformulación que también afecta a los contenidos de la educación y a los diseños institucionales. Desde este punto de vista podemos plantear una serie de interrogantes referidos a las reformas que tienden a la mayor autonomía, a cuál es el papel del Estado, y en qué medida esa autonomía debe estar regulada por las intenciones de querer vivir juntos o por el planteo de una oferta educativa segmentada por guetos, sean de tipo cultural o socioeconómico. Lo que tiene que haber, en definitiva, son instancias que promuevan esta experiencia de contacto con el diferente, y de respeto y conocimiento del otro.
Estos dos grandes desafíos de la educación aluden en cierta medida a la necesidad de un proceso educativo que satisfaga las demandas de la competitividad y de la ciudadanía. Ellas no son antagónicas; hay un núcleo común de competencias, de habilidades y de valores que ambas requieren. La competitividad no puede ser individual sino de equipo, decomunidad, de nación. Ninguna economía es competitiva si no tiene niveles de cohesión interna muy fuertes. La confianza, que es el capital social del cual se habla tanto, se refiere a esto. De allí que estos dos desafíos están íntimamente articulados.
El caso argentino
Frente a lo expuesto, ¿cómo se posiciona la Argentina? El diagnóstico es preocupante. A los datos ya conocidos quisiera agregar otros de carácter cualitativo.
Desde el punto de vista del aprender a aprender, podemos tomar los resultados de un sistema de medición que nuestro país ha utilizado en los últimos años. Si bien es todavía muy precario, porque mide solamente logros de aprendizaje en lengua, matemática y algunas disciplinas científicas, lo que muestran esos datos –muy desigualmente distribuidos– es que nuestros alumnos en el nivel de la escuela primaria y secundaria aprenden en promedio la mitad de lo que deberían. Asimismo, la estadística refleja claramente que el mapa de los resultados escolares se corresponde con bastante exactitud con el de la pobreza.
Mediocridad en la calidad de la oferta educativa
Cuando tratamos de medir con mayor precisión cuál es la capacidad de razonamiento y de resolución de problemas de nuestros alumnos y su aptitud para responder a estos nuevos desafíos de desarrollo cognitivo, se alcanzan niveles muy bajos, aun en aquellos sectores sociales donde la pobreza no sería la explicación de los resultados. Es una característica de nuestro país.
En otras partes del mundo con igual o menor desarrollo que el nuestro, los resultados muestran diferencias muy notorias entre escuelas privadas y públicas, y entre escuelas de sectores ricos y pobres.
...