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Aristoteles


Enviado por   •  11 de Febrero de 2015  •  3.483 Palabras (14 Páginas)  •  128 Visitas

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Mis amigos

Desde hace tiempo varias de mis amistades, entre conocidos y amigos me han externado la duda (pudiéramos decir, esa sea la palabra), de que si, entre los temas a ver, voy a escribir sobre este hombre de ciencia que hoy todo mundo tiene referencia de él, pero que desgraciadamente poco conocemos.

Efectivamente, tal vez por descuido u olvido he dejado pasar a este ilustre hombre. Pero nunca es tarde para recordar y traer a nuestra silla y a las páginas de nuestro periódico a este enigmático, pintoresco y sabio hombre que fue Galileo Galilei.

Los primeros años

Galileo Galilei nació en ese lugar conocido por su mundialmente famosa torre inclinada de Pisa. Nacería el 15 de febrero de 1564, siendo su padre Vicenzo Galilei, natural de la cercana ciudad de Florencia, y que se había trasladado a Pisa a fin de establecerse como comerciante de telas.

El padre de Galileo era un músico destacado, pero su fama no debió haber sido mucha, o al menos la suficiente como para permitirle vivir con cierta holgura, por lo que tuvo que dedicarse al mismo tiempo a la venta de telas, sedas y paños. Pisa era una ciudad con una activa vida comercial y allí podría obtener provecho.

El joven Galileo

En 1574, cuando Galileo tenía diez años, se traslado junto a su familia a Florencia. Fue en esta ciudad donde completo su formación básica, primero estando de interno en un monasterio en las afueras de la ciudad, y luego recibiendo clases particulares del maestro Ostilio Ricci, un excelente matemático florentino, amigo de su padre, cuya influencia sobre el muchacho pudo haber sido decisiva.

Más tarde, a los diecisiete años, Galileo vuelve a Pisa. Allí inicia sus estudios en la Universidad de esta importante ciudad. La carrera elegida es Medicina, estudios hechos a indicación de su padre, que trataba de asegurar el futuro de su hijo dirigiéndolo hacia una profesión bien retribuida.

La carrera de Galileo

Galileo inició la carrera de Medicina en la que entonces se trataban cuestiones filosóficas o de teología que, en la actualidad, nos parecerían alejadas del estudio del cuerpo humano, pero que eran necesarias en aquel tiempo. Además, se veían y se estudiaban los escritos de los grandes filósofos griegos, de los grandes pensadores, sin tener la oportunidad de criticarlos.

Fue así como Galileo llegó a conocer muy bien el pensamiento de Aristóteles y sus ideas sobre la naturaleza. Sin embargo, el estudio de la medicina no le entusiasmaba tanto a Galileo. Lo que realmente le interesaba eran la física y las matemáticas, motivo por el cual, al terminar su cuarto año de carrera de Medicina, decide regresar a Pisa a lado de su maestro Ostilio Ricci.

La nueva vida

Durante los cuatro años siguientes, Galileo ejerció como profesor particular para de este modo poder subsistir. A la vez, profundizaba en los temas que más le interesaban: la geometría, la aritmética, la matemática y la flotación de los cuerpos.

En 1589, y gracias a la influencia de un noble amigo suyo, la Universidad de Pisa lo contrató como profesor de matemáticas, asignándosele un modesto sueldo. De este modo, Galileo regresó a Pisa, iniciándose en su ciudad natal, ahora como profesor universitario.

La preparación de las clases le proporcionó, no cabe duda, la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos y a la vez la ocasión para reflexionar más acerca de los fenómenos que se estudiaban. Galileo consideraba las ideas de otros autores y las comparaba con las suyas propias. Así, es probable que el experimento que efectuase desde la torre inclinada de Pisa, debió haberlo hecho durante su primer curso como profesor.

La Torre inclinada de Pisa

Ya desde 1590, la ciudad de Pisa era famosa por su torre construida como campanario de la catedral y que se encontraba inclinada como consecuencia de un mal asentamiento del terreno. (Al menos eso era lo que decían desde aquel tiempo).

La inclinación era, entonces, sólo la mitad de lo que era ahora, y suficiente como para que alguien que quisiese arrojar algún objeto desde el séptimo piso, este objeto llegase al suelo sin que las cornisas u otras salientes del edificio se interpusieran en el camino.

El experimento

Una fresca mañana, soleada y muy agradable, Galileo, entonces profesor de la Universidad de Pisa caminaba presuroso hacia la torre. Le acompañaban varios de sus alumnos, al igual que un buen número de colegas.

La intención de todos ellos era muy distinta. Los primeros (los alumnos) acudían para aprender una lección de la naturaleza preparada por su maestro; los segundos (los colegas de Galileo Galilei), lo más seguro era que iba ahí a burlarse del fracaso que creían iba a ocurrir a su compañero.

La verdad es que tenían cierto recelo o antipatía ante este nuevo maestro incorporado al claustro universitario, y que osaba oponerse a las ideas científicas de su tiempo. Era algo que no perdonaban y querían o ansiaban, de cierto modo, el fracaso del experimento del joven maestro Galileo.

Aristóteles había señalado que todo cuerpo sólido cae a la Tierra con una velocidad que está en función a su peso. Cuanto más pese el objeto, mayor será su velocidad de caída. De este modo, un cuerpo que pesas el doble que el otro tardará la mitad del tiempo en recorrer la misma distancia. Esto, repito, según Aristóteles.

Hacia la Torre

Cuando llegaron a la torre, Galileo traspasó la puerta, ascendió los siete pisos y se situó en el lado inclinado más próximo al suelo. Sacó, luego, de su bolsa, dos objetos que había elegido cuidadosamente para intentar demostrar su idea.

El primer objeto era una bala esférica de cañón hecha de hierro fundido; el segundo de los objetos era otra bala, también esférica y de hierro, pero de fusil y diez veces más ligera que la primera. Los espectadores, mientras tanto, se agolpaban en torno al lugar de la caída previsto. Los preparativos habían terminado, sólo faltaba esperar.

El resultado

Galileo pretendía demostrar con este experimento que los cuerpos caen a la Tierra con la misma velocidad aunque sus pesos sean distintos, si no son frenados por el aire. Para ello había elegido la Torre de Pisa, pues su inclinación garantizaba la caída de los cuerpos sin ningún tipo de contratiempo u obstáculo.

Si Galileo tenía razón, las dos esferas,

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