¿Por qué no leemos los mexicanos?

¿Por qué no leemos los mexicanos?^[1]

por Teresa Padrón

Dice Mario Vargas Llosa que los libros son “los representantes de la diversidad humana”. Mientras esto escribo, se lleva a cabo en nuestro país la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, evento literario más importante del mundo, después de la Feria del Libro de Fráncfort. Es por eso que resulta contradictorio el hecho de que, siendo México sede de la Fil, haya tan pocos lectores en nuestro país.

        Según la encuesta MOLEC realizada por el INEGI, la UNAM, el CONACULTA y la SEP, en diciembre de 2021 respecto de los hábitos de lectura de los mexicanos mayores de 18 años y con estudios de preparatoria a universidad, solo 2 de cada 10 leen ocasionalmente el periódico, Internet o revistas; 5 de cada 10, solo textos relacionados con su profesión y 8 de cada 10, simplemente no leen. Las excepciones son los universitarios clase media como académicos, investigadores, profesores y, en general, quienes se desenvuelven en el ámbito académico y cultural. La falta de lectura como hábito nos ha vuelto un país ignorante y carente de juicio y criterio propios. Una población enajenada y fácilmente manipulable, sometida a decisiones de gobiernos populistas, corruptos y poderosos que controlan a las masas haciéndoles creer que son felices porque tienen satisfechas sus necesidades básicas.

        Según el INEGI, en la misma encuesta, solo el 7% de los 32, 500 entrevistados son lectores. Destinan buena parte de su ingreso a comprar libros y leen en promedio de 10 a 15 libros por año. Esta cifra dista mucho de ser óptima, pues, de acuerdo a los datos de OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo), en países como Alemania, Austria y Bélgica, las personas de 18 años en adelante leen un promedio de 25 a 35 libros por año. Y son lectores por hábito, es decir, dedican gran parte de sus horas de ocio a la lectura de textos literarios, revistas de arte y opinión política, obras de teatro impresas, etcétera.

        Pero dejando de lado las encuestas y las cifras, es justo en esta reflexión en donde me gustaría voltear de nuevo la vista a México con la pregunta que da nombre a este ensayo: ¿por qué no leemos los mexicanos? Las respuestas son varias y complejas, pero lo que subyace en todas ellas es un tema que pareciera no tener ninguna relación con la falta de lectura: la corrupción. Ese cáncer que carcome el tejido social desde lo más bajo hasta lo más alto que impide a las personas desarrollarse plenamente en todos los ámbitos de su personalidad.

        Otra respuesta podemos hallarla en lo más profundo y arraigado de nuestra cultura e historia: México ha sido desde siempre un país desigual y la desigualdad impide la movilidad social. Las personas que se hallan en la base de la pirámide social difícilmente puedes acceder a una buena educación, pues deben, antes que nada, procurar su sustento e intentar sobrevivir a duras penas.

        La estrategia de los gobiernos corruptos es simple: al pueblo “sabio”, pan y circo. Hubo un tiempo, como dice Emilio Lledó, “en que la escuela era el ámbito por excelencia para que el individuo se educara, y la palabra educación significa algo que sale de nosotros, que brota de adentro hacia afuera y que es nuestra aportación a la sociedad”. El maestro o maestra de primaria gozaba del cariño y el respeto de sus alumnos porque no solo les transmitía sus conocimientos, sino que les incitaba y les animaba a aprender por sí mismos para llegar a ser personas libres, en toda la extensión de la palabra.

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