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Enviado por   •  11 de Septiembre de 2014  •  1.142 Palabras (5 Páginas)  •  191 Visitas

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Capítulo I

Hafid se demoró frente al espejo de bronce y estudió su imagen reflejada en el

metal bruñido.

«Sólo los ojos conservan su juventud», murmuró al darse vuelta y caminar

lentamente por el espacioso piso de mármol. Pasó entre columnas de ónice

negro que sostenían el cielorraso bruñido de plata y de oro, y sus ancianas

piernas lo llevaron más allá de las mesas esculpidas en madera de ciprés y

marfil.

Las incrustaciones de carey brillaban en los sofás y divanes, y las paredes,

adornadas con piedras preciosas, relucían con brocados del más esmerado

diseño. Enormes palmeras crecían plácidamente en vasijas de bronce sirviendo

de marco a una fuente de ninfas de alabastro, mientras que grandes floreros,

incrustados de piedras preciosas, competían con su contenido en llamar la

atención. Ningún visitante al palacio de Hafid podía dudar de que se tratara en

realidad de una persona con grandes riquezas.

El anciano pasó por un jardín cercado y entró a su almacén que se extendía

más allá de su mansión en una distancia de 500 pasos. Erasmo, su principal

tenedor de libros, esperaba inseguro un poco más allá de la entrada.

—Mis saludos, señor —dijo Erasmo.

Hafid inclinó levemente la cabeza y continuó en silencio. Erasmo lo siguió sin

poder ocultar la preocupación de su rostro ante la extraordinaria solicitud de su

amo para celebrar una entrevista en este lugar. Cerca de las plataformas de

carga, Hafid se detuvo contemplando las mercancías que eran sacadas de

vagones de carga y contadas en puestos separados. Había lana, lino fino,

pergaminos, miel, alfombras y aceite del Asia Menor; cristales, higos, nueces, y

bálsamo de su propio país; textiles y drogas de Palmira; jengibre; canela y

piedras preciosas de Arabia; maíz, papel, granito, alabastro y basalto de

Egipto; tapizados de Babilonia; pinturas de Roma; y estatuas de Grecia. Flotaba en el ambiente un intenso aroma a bálsamo y el fino olfato de Hafid

percibía la presencia de dulces ciruelas, manzanas, queso y jengibre.

Finalmente se volvió a Erasmo.

—Mi viejo amigo, ¿cuánta riqueza hay ahora acumulada en nuestro tesoro?

Erasmo palideció.

—¿En total?

—En total.

—No he estudiado los números recientemente, pero calcularía que hay más de

siete millones de talentos de oro.

—Y si todas las mercancías en todos mis almacenes y emporios se convirtieran

en oro, ¿cuánto reportarían?

—Nuestro inventario no está aún completo para esta temporada, señor, pero

calcularía un mínimo de otros tres millones de talentos.

Hafid asintió con la cabeza.

—No compres más mercancías. Inicia de inmediato los planes necesarios para

vender todo lo que es mío y convertirlo en oro.

El tenedor de libros abrió la boca sin emitir sonido. Retrocedió como si algo le

hubiese golpeado, y cuando finalmente recobró el habla, tuvo que hacer un

esfuerzo para decir.

—No lo entiendo, señor. Este ha sido nuestro año más provechoso. Cada uno

de los emporios informa sobre aumentos en las ventas respecto de la

temporada anterior. Hasta las legiones romanas son ahora nuestros clientes,

puesto que, ¿no le vendió al procurador de Jerusalén 200 sementales árabes

en el espacio de dos semanas? Perdóneme mi intrepidez, porque rara vez

pongo en tela de juicio sus directivas, pero esta orden no la puedo entender… Hafid sonrió y le tomó con suavidad la mano a Erasmo.

—Mi camarada digno de confianza, ¿es tu memoria lo suficientemente

...

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