Cuentos Para Niños
Enviado por herculesblack • 13 de Febrero de 2014 • 3.387 Palabras (14 Páginas) • 256 Visitas
Cuento del hada soberana
Había una vez un pueblo lleno de hadas en el que cada una tenía un importante cometido. Las hadas todas solían hacer buenas obras y estar disponibles para cuando se les necesitaba. Sin embargo, muchas veces algunas se olvidaban de lo que tenían que hacer para que todo el pueblo estuviera contento.
Una noche el hada soberana hizo una fiesta de reunión con el resto de hadas del pueblo a la que todas y sin faltar ninguna tenían que entrar. Una vez que se supo la noticia de la fiesta que hacía el hada, todas las del pueblo se disponían a estar preparadas para la increíble reunión que ésta, tenía preparada. No obstante, una de ellas cuando iba de camino a la fiesta del hada soberana escuchó a lo lejos a unos niños llorar.
Alba, que era así como se llamaba nuestra hada, se detuvo en seco al escuchar el llanto de los niños que tanta pena le dio y encontró una casa en el medio del bosque en la que se dispuso a entrar. Una vez que la hada Alba estaba dentro vio como los niños estaban solos y con mucho frío.
“Nuestros padres están en la ciudad trabajando y tenemos mucho frío” Cuando el hada escuchó a los niños cogió la chimenea y la encendió para que así, los pequeños estuvieran muy cómodos y reconfortados. Los niños estaban muy contentos y le dieron las gracias a la hada por haber sido tan buena.
Cuando el hada salió de la casa se dio cuenta de que se había dejado su varita pero ya era muy tarde para volver atrás pues, el hada soberana se iba a enfadar solo con el hecho de ver que llegaba tarde. Cuando llegó a la fiesta el hada efectivamente estaba muy enfadada con Alba pero sus compañeras, al ver que Alba había llegado tarde por su buen corazón hablaron con el hada soberana y ésta, no terminó por mandar un castigo.
Cuento de la pequeña flor
Había una vez una flor muy pequeña que se ocultaba tras las sombras del bosque. La flor no tenía culpa de haber nacido en un espacio en el que no la veía nadie pero se sentía abandonada y olvidada por todos y cuando hablamos de todos, también nos referimos a Dios.
Como todos sabréis, Dios es el creador de todas las cosas y gracias a él, la vida en la tierra y en los mares se hizo posible por eso, podemos decir que a Dios le debemos buena parte de todo lo que tenemos y gracias a él, estamos aquí y ahora y eso fue lo que le paso a la protagonista de nuestra historia, que fue creada por Dios.
Cuando Dios estaba creando el mundo esta pequeña flor estaba diciendo a él, “No me olvides”, “Por favor, no me olvides” La flor seguía sintiéndose triste pues pensaba que incluso Dios se iba a olvidar de ella por lo escondida que estaba.
Sin embargo, Dios se mostró muy generoso con la misma y le dijo a la flor: “No tengo para ti ningún nombre pero voy a darte unos hermosos colores para que puedas deslumbrar con tu belleza al resto de la multitud”
Al escuchar esto, la flor se sintió muy feliz por el hecho de que Dios la había considerado muy especial y única así que sus lágrimas, nunca más volvieron a aparecer por sus delicados ojos. De esta manera, la flor finalmente se convirtió en una compañera del resto de los hombres y de los animales.
El Creador Dios, le había dado los colores más hermosos que se podían considerar para una pequeña flor en medio del bosque por un lado, tenía el color azul cielo y por otro, el rojo sangre. Con estos dos colores y con mucho entusiasmo la flor consiguió que el resto de los seres vivos se sintieran bien en todo momento.
Cuento del castigo del mercader
Había una vez un comerciante muy malhumorado que siempre estaba intentando sacar el mayor beneficio de las cosas sin gastar nada de dinero. Cuando leemos esto tal vez pensemos que es lo mejor que pueden hacer las personas pues, si consigues mucho y gastas poco, viene mucho mejor para nuestro bolsillo pero en cambio el comerciante, no miraba nada positivo de lo que compraba y simplemente, quería ahorrar el mayor dinero posible.
El comerciante era conocido en todo el pueblo por los habitantes que siempre le veían de mercado en mercado tratando conseguir lo más barato. El mercader no es que necesitara dinero ni mucho menos, es más se caracterizaba por ser un hombre muy rico y de grandes galas y todos sabían la buena cantidad de dinero que poseía.
Un buen día el mercader fue al mercado por la mañana para ver qué podía comprar para comer en ese mes. Él quería algo rico y con mucho volumen pero que por supuesto, no le costara muy caro. Aquella mañana al mercader le ofrecieron un jamón muy barato y a éste, se le iluminaron los ojos pues podría comer algo tan rico como jamón pero sin gastar grandes cantidades de dinero, ¡tal y como él quería!
El mercader además, se comportó muy mal con quien le había dado el jamón pues le dijo que él buscaba lo más barato que hubiera y esa era su gran compra y negocio del mes. Al llegar a casa, el mercader se cortó un buen trozo de jamón para llevárselo a la boca cuando de repente sintió un ardor muy profundo en su barriga que no le dejaba casi moverse.
Cuando estaba retorcido en el suelo su mujer se acercó a él para preguntarle que le pasaba y qué había comido y él le dijo que se había comprado un jamón muy barato en el mercado para ahorrar el máximo dinero posible. Sin más, su mujer le contestó, “eso para que aprendas que no puedes estar comprando cosas tan baratas que al final te salen muy caras”
Y de esta manera, el mercader aprendió la lección de que las cosas que compramos muy baratas al final nos pueden salir muy malas y jugarnos una mala pasada.
Cuento de la hormiga Lucía. Había una vez una pequeña hormiga que se paseaba por el bosque fuera invierno o verano para conseguir su alimento de todos los días. Nuestra hormiga amiga se llamaba Lucía y era una de las tantas que nos podíamos encontrar por el campo caminando buscando su suministro.
Para la hormiga Lucía no había reto imposible, ella siempre sentía que tenía que hacer cada vez más y ser reconocida por su esfuerzo y, con esas miras, cada mañana salía a recoger las hojas de los árboles que habían sido agitadas por el viento y también unas grandes ramas para poder hacer una casita en aquel agujero en el que vivía.
La pequeña hormiga Lucía era un animal muy independiente y siempre podía verse sola cargando su mercancía de un lado para otro con el fin de construir una casa que le resistiera en todas las épocas del año. Aunque siempre cogía las hojas caídas lo cierto es que la hormiga Lucía tenía un árbol favorito por el que siempre pasaba para recoger lo que encontraba.
Pero un buen día, la pequeña hormiga Lucía
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