La muerte
Enviado por • 22 de Octubre de 2013 • Tesis • 1.227 Palabras (5 Páginas) • 247 Visitas
La muerte en los pueblos prehispánicos es considerada como el inicio de un nuevo ciclo de vida, de aquí que los sacrificios humanos eran la mejor ofrenda para los dioses.
Los antiguos mexicanos creían que el hombre estaba compuesto de un cuerpo y una alma, y al morir irían a vivir a otro lugar.
Por tal motivo el culto a los muertos en nuestras culturas originarias mexicanas, se manifestaba mediante la celebración de la Vida en el más allá.
El universo de los dioses: Los pueblos prehispánicos concebían el universo en tres niveles: el celeste, el terrestre y el inframundo.
El nivel celeste estaba formando por trece escaños.
El terrestre tenía un centro fundamental expresado a través del templo principal, centro en donde habitaba el dios viejo o del fuego llamado Huehuetéotl-iuhtecuhtli y de donde partían los cuatro rumbos del universo: el oriente, lugar por donde sale el sol, identificado por el color rojo y el glifo "caña", regido por el dios Xipe-Tópec; era la parte masculina del universo. El poniente , de color blanco y con el glifo "casa", regido por Quetzalcóatl; era la región de las mujeres conocida como Cihuatlampa. Elnorte, de color amarillo o negro, cuyo glifo era el "cuchillo de sacrificio", estaba regido por el Tezcatlipoca negro; era la región del frío y de los muertos. El sur, el que correspondían el color azul y el glifo "conejo", regido por Tlalóc (Huitzilopochtli en la versión mexica), lugar del sacrificio conocido como Huitztlampa; era la región relacionada con lo húmedo.
El inframundo formado por nueve escalones.
Cada rumbo se identificaba con un árbol y en el centro había uno, cuyas raíces se hundían en el inframundo y su tronco se elevaba llegando su ramaje hasta el nivel celeste.
El vértice sagrado: En sentido vertical, el universo se componía por el nivel celeste y el inframundo. El primero estaba formado por trece cielos, los iniciales relacionados con astros como la Luna, las estrellas, el Sol, Venus, los cometas, o lugar de giro, y los dos siguientes con colores. Sigue el lugar de las tempestades, del noveno en adelante, eran cielos que habitaban las deidades siendo el último el Omeyocan o lugar de la dualidad.
Al inframundo iban quienes morían de muerte natural. Había que pasar por ocho lugares llenos de peligros para llegar, finalmente, al Mictlán, el noveno y más profundo de ellos. Para llegar a este punto se debìa atravesar un río, dos cerros que chocan entre sí, la culebra que guarda el camino, el lugar de la lagartija verde, pasar por ocho páramos, atravesar ocho collados, el lugar del viento frío de navajas, cruzar un río y llegar al Mictlán, donde habitaban Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, dualidad de la muerte, en equilibrio con la dualidad suprema que habita el Omeyocan.
El ritual y las ofrendas: El ritual fue fundamental para los pueblos prehispánicos. En ocasiones era la representación de un mito o estaba relacionado con festividades y ceremonias. Desde el nacimiento hasta la muerte, a lo largo del año o para celebrar un acontecimiento, el ritual era parte esencial de las ceremonias por medio del cual el hombre rendía culto a los dioses.
Los templos, las grandes plazas, la casa, todos ellos eran espacios de mayor o menor sacralidad en los que el hombre expresaba, a través del ritual, su vínculo con lo sagrado.
El autosacrificio se celebraba en la intimidad, como un acto personal de comunicación con los dioses, cuya costumbre era generalizada entre toda la población. Se llevaba a cabo perforándose ciertas partes del cuerpo con puntas de maguey o punzones de hueso, que eran encajados ya ensangrentados en unas bolas de heno llamadas zacatapayoli y todo lo cual
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