Lo más lejano que recuerdo
Enviado por Gugogeda • 31 de Enero de 2019 • Ensayo • 479 Palabras (2 Páginas) • 99 Visitas
Parte 1
Capítulo 1
Lo más lejano que recuerdo.
Siempre que intento acordarme del momento cero de mi vida, viene a mi cabeza la bajada por la calle Generalísimo Franco un tarde de verano que el calor me jugó una mala pasada y con aquellos pantalones cortos de mil rayas veraniegos, me sorprendió una ?retortijón con la consecuencia del pastel que me dejó por otro lado helado.
Dada la situación me dirigí a casa de mi tía Maruchi, la hermana pequeña de mi padre, modista de profesión, y cuando llegué y llamé a su timbre, como no sabía como decirla lo que me había ocurrido la dije:
¡Tía se me ha roto el pantalón!, ¡me lo puedes coser!. Bueno mi tía como es lógico no se lo tomó demasiado mal, pero ahí se desvanece el recuerdo.
La plaza es el lugar donde me crié ya que mis tíos tenían una peluquería de caballeros, en la cual, también trabajó mi padre, aunque yo ya no lo llegué a ver allí trabajando, aunque parece que era muy bueno cortando el pelo…..
Ya que ha salido la peluquería, me pasé horas sentado en aquellas pequeñas banquetas de una especie de plástico imitando a madera, escuchando historias, sobre todo de mi tío Vicente, el soltero de todos los hermanos, el cual siempre se enrollaba hablando con clientes y también vecinos, de la guerra, del hambre, de cuando entró Franco en Santander, del tranvía, de fútbol, el servicio militar, etc., etc.
Por aquella barbería había un visitante peculiar que yo como niño que era le relacionaba con la imagen del señor de “Floid”, masaje para caballeros que todavía hoy existe, ya que este hombre llevaba el pelo repeinado y siempre vestia con traje “de pata gallo”, acompañado de su eterno perro sin raza y ya mayor. Habla de una manera muy peculiar, con el tiempo entendí que se trataba de alguna enfermedad tipo parkinson o algo así.
Mi tío Hermenegildo también cortaba el pelo en aquella época junto a Vicente, era el hermano mayor, superviviente a la guerra civil, un hombre pequeño de un metro cincuenta y 8 centímetros más o menos.
Todos le llamábamos tío “Gildo”, aun que en realidad se llamaba Amancio Hermenegildo. Gildo se pasaba horas y horas afilando con cuero las tijeras y cuando llegaban las cinco y media de la tarde, de forma sistemática se dirigía al armario de las escobas y el recogedor y se comía unas galletas fontaneda con unos quesitos del caserío, mientras miraba de forma relajada por la ventana de la barbería. Gildo a pesar de su tamaño era un hombre muy valiente, todavía recuerdo cuando unos tipos del barrío de bastante mala reputación rondaban por la plaza y se dedicaban a hacer putadas de todo tipo a los que allí se ganaban la vida, como por ejemplo mear en la fruta que tenía en la acera, el frutero “canete” junto a la peluquería
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