Mamita Yunai

Cambian las necesidades, se invierten los problemas.

Comprendemos que la crisis bananera ha sido un tema que ha dado de que hablar desde hace muchos años; empezando en 1899 cuando la United Fruit Company logra establecerse en Costa Rica en tierras otorgadas por el contrato Soto-Keith. Por baja tecnología y enfermedades se trasladan del Atlántico al Pacífico. Su éxito no fue honesto, dicha industria soborna masivamente a líderes políticos de varios países de Centroamérica para mantener al mínimo el pago de impuestos, de la misma injusta manera se aprovecharon del trabajo de personas humildes con bajos niveles de estudio, fueron reprimidos con violencia y así callaron cualquier tipo de protesta, se vieron obligados a trabajar con un salario indigno, problemas que el gobierno no se atrevió a resolver por un asunto de conveniencia ya que las personas con poder eran sobornadas y beneficiadas con cada una de estas indebidas acciones.

De la misma manera es tratado el costarricense actualmente, parece increíble que en estos tiempos con todo el avance tecnológico e industrial que ha ocurrido, las personas sigan siendo utilizadas, también reprimidas; el problema es que generalmente los encargados de sacar adelante el país, dar empleos, decidir sobre las leyes e impuestos, son dirigentes de quienes no se espera la comprensión de las penas con las que los humildes trabajadores deben lidiar, por lo tanto aflora un pensamiento egoísta en él se refleja que solo buscan su propio bienestar; la clase baja es invisible ante ellos por el simple hecho de que no pertenecen a dicho grupo de personas de bajos recursos o tal vez porque han olvidado sus propias raíces. Lastimosamente ellos poseen toda la potestad para aceptar una compañía que viene únicamente a buscar mano de obra barata.

No cabe duda que en repetidas ocasiones quienes se ven forzados a realizar trabajos sin una adecuada remuneración son quienes por una u otra razón no logran concluir sus estudios, entonces su vos es apagada y sus opiniones parecen vacías ante los ojos de aquellos que se creen superiores por desempeñar altos puestos, por tener una mejor economía o por pertenecer a una familia con facilidades económicas. El trabajo es un derecho fundamental de todo ser humano, es lo que la ley dicta, pero más que trabajo lo que una persona necesita es un ingreso conforme al esfuerzo que realizó, el cual le permita cubrir sus necesidades y salir adelante ya sea solo o con una familia en su espalda. Mas no se trata tan solo de llegar a un país, sobornar a unos cuantos corruptos y tomarse la libertad de explotar personas rendidas a la idea de obedecer cualquier banalidad para seguir adelante, dispuestas a perder su dignidad por un poco de dinero.

No diré que en nuestros días haya sido erradicada por completo la injusticia pero, al menos en ciertos campos estas rudimentarias ideas se han desvanecido en gran parte porque algunos grupos de trabajadores se unen para juntos buscar la justicia; además se debe analizar que estos trabajos ya no son los más buscados por los desempleados, hoy en día la mayoría de personas de las nuevas generaciones aspiran a metas más altas, a trabajos más profesionales que requieren un nivel de estudio elevado, la dedicación de varios años de aprendizaje hasta alcanzar una adecuada preparación para desempeñarse en su profesión y aun así realizando los mencionados esfuerzos, grandes cantidades de habitantes continúan sin empleo porque los trabajos pesados han quedado para muchos en el olvido; implicando así una carencia de mano de obra barata en Costa Rica.

Es realmente interesante ver el contraste al comparar el país que se era, al que se es actualmente, siendo años atrás un lugar al cual las empresas acudían buscando mano de obra barata y ciudadanos dóciles hoy en día se marchan de nuestro territorio en busca de menos limitaciones que a diferencia de nosotros otros países ofrecen, encontrando fuera de nuestras fronteras lo que una vez fuimos, además del anterior tratado tema de la falta de trabajadores dispuestos a sacrificarse, los impuestos y el alto costo de los servicios básicos es un asunto del que huyen las compañías. No es que esté mal el querer crecer como seres que reciben una educación adecuada pero en esta nación del tercer mundo que sigue atada a costumbres, creencias, viejas infraestructuras, ideas arcaicas, machismo y un sistema conservador sin muchas cartas bajo la manga viene a ser casi un lujo pretender sacar el país adelante con un montón de ingenieros.

Mamita Yunai, es una obra que nos vienen a recrear este tipo de problemas que azotaron a Costa Rica en los años cercanos a 1941. Esta obra es sumamente descriptiva, con una trama elaborada y hasta cierto punto compleja, viene a mostrarle a sus lectores toda la cultura de nuestro país acompañando el relato con su maravillosa jerga costarricense dándole a la novela el pintoresco lenguaje coloquial característico de la zona y de la literatura costarricense, por supuesto sin perder la poesía de su escritura al dibujar con palabras los paisajes no solo naturales sino también vívidas situaciones que el personaje atraviesa en las que no pueden faltar repetidas metáforas para su mayor entendimiento y la riqueza de su léxico al contarnos acerca de temas serios de dicha problemática, haciendo de la narración una situación familiar para los costarricenses.

A partir de su conocimiento del tema y el evidente desacuerdo el autor nos viene a hablar de la crisis bananera y de la explotación de los campesinos que son tomados solo como mano de obra barata, presas de una empresa que en tiempos de inestabilidad rompió cualquier ley acerca del bienestar del trabajador, sus derechos, su salario; sin ser amonestados porque tenían al gobierno

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