Mexico Ante Dios
Enviado por sivaj • 27 de Marzo de 2012 • 1.827 Palabras (8 Páginas) • 882 Visitas
MÉXICO ANTE DIOS (2006)
Francisco Martín Moreno
A ti, querido lector que pasas la mirada por las
página de México ante Dios, ¿nunca te
preguntaron, a título de juego, a quién hubieras
escogido como madre, el caso imposible de
haber podido seleccionar a una entre todas las
mujeres de la Tierra? ¿A ti no...? Pues a mí sí, y
sin duda hubiera elegido a mi hermana Mariluz,
la madre universal por definición y excelencia.
Un prólogo inevitable para el lector
En tiempos de las bárbaras legiones,
de lo alto de las cruces
colgaban a los ladrones...
Hoy, en pleno siglo del progreso y de las luces,
del pecho de los ladrones
cuelgan las cruces.
Anónimo
Por más que sorprenda al lector, México ante Dios
no aborda, de ninguna manera, temas religiosos ni
cuestiona la fe de los creyentes ni intenta ser un tratado
de teología ni analiza convicciones espirituales. Nada
más alejado de ello. Los dogmas católicos, la liturgia y
las Sagradas Escrituras, la Santísima Trinidad y la
Purísima Concepción, entre otros tantos temas
relacionados con el catolicismo, están absolutamente
desvinculados de la preocupación central que justificó
el estudio y la redacción de las siguientes páginas.
México ante Dios tampoco es, ni pretende serlo, ni
será nunca, una biografía novelada de Juárez ni de
ninguno de los ilustres hombres de la Reforma, sin
duda, la generación más distinguida de mexicanos que
ha existido. En esta novela histórica el protagonista
central es el alto clero católico mexicano del siglo XIX,
el mismo que detentaba más del cincuenta por ciento de
la propiedad inmobiliaria del país, sin permitir que
dicha riqueza circulara en beneficio de una sociedad
empobrecida e ignorante. ¿Qué tal recordar que la
iglesia católica contaba con cárceles clandestinas, como
las administradas por la Santa Inquisición, con policía
secreta, ejércitos privados, fueros constitucionales para
que los sacerdotes pudieran escapar de la jurisdicción
civil? ¿Por qué no traer a colación que el clero
controlaba a los Juzgados de Testamentos, Capellanías
y Obras Pías, auténticas financieras camufladas para
colocar empréstitos públicos y privados recaudando
obviamente los intereses del caso, a falta de un sistema
bancario, o bien pensar en una autoridad espiritual que
cobraba impuestos como el odiado diezmo, aun a
aquellas personas que escasamente eran dueñas de su
hambre y de su esperanza, o que extorsionaba con
cargos desproporcionados a los creyentes al imponer las
tarifas por servicios religiosos como la extremaunción
y el matrimonio, y además por toda clase de bendiciones
y administración de sacramentos? ¿Y su obligación de
divulgar el Evangelio...?
Me refiero, sí, al clero que financiaba ejércitos,
derrocaba gobiernos constitucionales, organizaba en las
sacristías sangrientos golpes de Estado, revueltas,
levantamientos, asonadas y cuartelazos en contra de
gobiernos liberales cuando éstos apuntaban en
dirección a los bienes clericales. Condeno al clero que
convirtió los púlpitos en tribunas políticas y controlaba
el funcionamiento de los poderes públicos, así como las
relaciones sociales y familiares; al que acaparaba la
riqueza en detrimento de la prosperidad social; al que
utilizaba los confesionarios para cuidar sus intereses
políticos y económicos; al que concentraba la educación
entre ciertos privilegiados impidiendo la alfabetización,
al extremo de que el día de la coronación de «su»
Iturbide el nuevo país nacía con un lastre temerario de
noventa por ciento de analfabetos; al que organizaba
fiestas religiosas obligatorias más de una tercera parte
del año para aumentar la recaudación eclesiástica y las
limosnas. Critico abiertamente a la iglesia que
invariablemente se opuso al ingreso de extranjeros no
católicos en nuestro país, acción cuyas consecuencias no
hemos terminado de pagar; a la que luchó en contra de
la libertad de expresión y saboteó con todo el poder a su
alcance, recurriendo inclusive a las armas, cualquier
proyecto de separación Iglesia-Estado y rechazó con
cañones la posibilidad de considerar la libertad de
cultos y la de conciencia, la de pensar... ¿Qué somos si
ni siquiera podemos pensar libremente?
Una sociedad educada y dirigida por un clero
traidor, voraz, inescrupuloso, prejuicioso, enemigo de la
evolución y del progreso, cerrado a las corrientes
ideológicas. La «hermosa reacción», como diría Miguel
Miramón. Un maestro retrógrada, retardatario, limitado
porque enseña tan sólo una parte del mundo y de la
historia por cuidar sus intereses políticos y materiales
o por temor a un castigo por divulgar conceptos que
pueden atentar en contra de la unidad de la iglesia.
¿Cómo puede resultar una sociedad educada por el clero
católico después de trescientos años, más aún si las
torturas y las persecuciones impuestas a quien lo
desafiaba racionalmente destruían al hombre y a su
intelecto? ¡Cuidado con los espíritus libres, almas
descarriadas que pueden conducir a las sociedades
civilizadas al abismo! Las bajas clases sociales son
fanáticas en lo político y en lo religioso: ahí está la
verdadera materia prima explotable.
Sé que omití hechos fundamentales acontecidos en
esa época pero que no estaban estrictamente vinculados
con la temática contenida en mis objetivos históricos.
Soy consciente de que he dejado en el tintero un
sinnúmero de pasajes que bien merecían haber sido
recogidos en honor de los liberales que en ellos
participaron; sin embargo, insisto, no son ellos los que
tienen la voz preponderante en este libro, sino los que se
dicen «representantes de Dios en México». Ellos y sólo
ellos tienen la palabra. Ellos y sólo ellos fueron
sometidos al detallado escrutinio de mi lupa durante
muchos años. Ellos y sólo ellos fueron colocados bajo
los reflectores para que pudieran ser vistos tal y como
son, o al menos como yo los vi, en los escenarios
...