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No Oyes Ladrar Los Perros


Enviado por   •  27 de Diciembre de 2014  •  2.825 Palabras (12 Páginas)  •  591 Visitas

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Esta historia, incluida en el volumen de cuentos El llano en llamas, presenta a un padre llevando a su hijo herido al pueblo para curarlo. La misma puede dividirse en dos secciones. La primera cuenta el viaje de padre e hijo y acaba en el momento en que el padre avista el pueblo; la segunda parte es breve, de unas pocas líneas y en ella el padre oye ladrar los perros que le anuncian la presencia del pueblo, y reprocha al hijo su falta de ayuda, mientras que el mismo no responde por estar desfallecido o muerto.

El cuento se basa temáticamente en la narración del conflicto entre un padre y su hijo, tan común en la ficción de Rulfo. No es este, sin embargo, el único interés del relato, ya que el mismo pone en evidencia otros temas que se repiten en la obra del escritor mexicano y que permiten considerar a “No oyes ladrar los perros” como un posible punto de entrada para estudiar la totalidad de la producción escrita de Rulfo. Siendo así, es posible afirmar que los temas presentados por este cuento son, entre otros, los siguientes:

o las relaciones familiares,

o la visión subjetiva del espacio, que lleva a

o la alienación y la fragmentación del cuerpo,

o la inutilidad del lenguaje como medio de comunicación,

o el tiempo y su ordenamiento cronológico

Relaciones familiares

La narración que nos ocupa se estructura en base a la relación entre Ignacio, el hijo, y su padre, cuyo nombre se ignora. Dicha relación se revela a través del diálogo que mantienen ambos cuando Ignacio, herido en el llano, es llevado a cuestas por su padre hacia el pueblo de Tonaya, durante la noche, para ser curado. El cuento de alguna manera plantea la aventura del héroe y, en este caso, los héroes son dos: el hijo, un héroe corrupto y descarriado, y el padre, un héroe salvador. Además de este aspecto casi mítico del tema del héroe destacado por la crítica, es posible observar en las relaciones paterno-filiales y en su deterioro las transformaciones que en el medio social del campo mexicano estaba trayendo consigo el cambio de modos productivos, de uno de carácter latifundista que sostenía relaciones sociales de tipo más bien cuasi-medieval, a una explotación capitalista y privada de la tierra. Como resultado de los cambios sociales y económicos operados en el agro mexicano a partir de la Revolución de 1910 y mís precisamente en las décadas de los años 30s a 50s del siglo pasado, la forma de vida tradicional del campesino estaba cambiando como así también sus relaciones familiares. Por ejemplo, en este cuento, el padre salva a su hijo, quien antes había matado a su padrino, hecho gravísimo bajo la óptica de una relación tradicional de compadrazgo.

A medida que transcurre la historia la relación entre padre e hijo cambia de tono emocional, cambio que se percibe a través del uso de “usted” y de “tu” que hace variar las distancias afectivas entre ambos. El padre trata de “usted” a Ignacio cuando le reprocha su actitud: “Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos” (Toda la obra 136. Las citas se toman de esta edición). El “tu” acerca emocionalmente al padre con el hijo: “-Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien” (135). La relación entre los cuerpos de estos dos personajes refleja su relación familiar. La misma mantiene le pesa al padre, físicamente así como emocionalmente, y se puede decir que mantiene a lo largo del relato una dirección vertical, uniendo un “allá arriba”, los hombros del padre donde se encuentra el hijo, con un “aquí abajo” en donde está anclada la voz y el punto de vista del progenitor: “-Tú que vas alláarriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte” (134). Este peso, esta carga, también tiene su parte positiva, en tanto los hombres, a pesar de sus conflictos, se unen para ayudarse. Es así como en el segundo párrafo del cuento aparece por primera vez la voz del autor que sintetiza la relación física entre ellos aunándolos como una sola figura: “La sombra larga y negra de los hombres siguió movióndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante” (134). La relación paterno-filial se ve signada, asimismo, por una ausencia dolorosa, la de la madre. Como en otros cuentos de Rulfo, por ejemplo “La herencia de Matilde Arcángel”, hay una referencia dolorosa a la madre, quien sólo aparece en el espacio de las palabras y de la memoria del padre. A pesar de no estar presente, la mujer en este relato es el motor de las acciones, ya que según sabemos por las palabras del padre, si no fuera por ella, el hijo estaría “tirado allí” (136) donde lo encontró el padre; es ella la que le da ánimos al viejo para que lo lleve a curarse: “Es ella la que me da ánimos, no usted” (136) afirma el padre. Dice más adelante: “Todo esto que hago no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre” (136).

A pesar del deseo del padre de que el hijo se cure física y moralmente, comprende que aunque Ignacio se cure, “volverá a sus malos pasos” (136), no habrácambiado su actitud para nada. Y quizás mejor entonces que la madre no esté presente; como afirma el padre: “Y tú la hubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas” (137).

Visión subjetiva del espacio

En el caso de los relatos de Rulfo, los cuentos narrados en primera persona parecen ser de enfoque interno, fijo, es decir restringidos a la perspectiva de un solo personaje que trasmite sus impresiones, mientras que las historias presentadas en tercera persona tendrían la ventaja de dejarnos saber “qué sucede” en realidad, a través de la voz narratorial. Sin embargo, esto no es tan obvio como parece. Aún en una narración en tercera persona es posible encontrar relatos de enfoque interno el cual puede tener una perspectiva fija o no (Peavler, “Perspectiva” 846). Este último es el caso de “No oyes ladrar los perros” donde, con algunas excepciones, la perspectiva de “quién ve” es la del padre y en donde aún las descripciones de autor refieren constantemente a este punto de vista. Tal perspectiva desde la mirada del padre se ve reforzada por el uso de los adverbios “acá”, cuando se refieren a él, y “allá” cuando se refieren al hijo: “El otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él acá abajo”(135). La relevancia del punto de vista del padre hace que sus impresiones sean las que guían al lector y, en este sentido, las percepciones del padre son casi exclusivamente el registro que nos permiten saber qué sucede.

Si este es el caso, el ámbito espacial donde se desarrolla el relato también se ve a partir de

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