Patas Arriba El Mundo Al Revés
Enviado por Luismirones1 • 4 de Mayo de 2015 • 2.862 Palabras (12 Páginas) • 443 Visitas
Clases magistrales de impunidad
Modelos para estudiar
Estos ejemplares tienen un indudable valor didáctico. Aquí se relatan instructivas experiencias de la industria petrolera, que ama la naturaleza con más fervor que los pintores impresionistas; se cuentan episodios que ilustran la vocación filantrópica de la industria militar y de la industria química; y se revelan ciertas claves del éxito de la industriadel crimen, que está a la vanguardia de la economía mundial.
El escritor ahorcado
Las empresas petroleras Shell y Chevron han arrasado el delta del río Níger. El escritor Ken Saro-Wiwa, del pueblo ogoni de Nigeria, lo denunció: «Lo que la Shell y la Chevron han hecho al pueblo ogoni, a sus tierras y a sus ríos, a sus arroyos, a su atmósfera, llega al nivel de un genocidio. El alma del pueblo ogoni está muriendo, y yo soy su testigo».
A principios de 1995, el gerente general de la Shell en Nigeria, NaemekaAchebe, explicó así el apoyo de su empresa al gobierno militar: «Para una empresa comercial que se propone realizar inversiones, es necesario un ambiente de estabilidad... Las dictaduras ofrecen eso». Unos meses más tarde, la dictadura de Nigeria ahorcó a Ken Saro-Wiwa. El escritor fue ejecutado con otros ocho ogonis, también culpables de luchar contra las empresas que aniquilaron sus aldeas y redujeron sus tierras a un vasto yermo. Muchos otros ogonis habían sido asesinados, antes, por el mismo motivo.
El prestigio de Saro-Wiwa dio a este crimen cierta resonancia internacional. El presidente de los Estados Unidos declaró entonces que su país suspendería el suministro de armas a Nigeria, y el mundo lo aplaudió. La declaración no se leyó como una confesión involuntaria, aunque lo era: el presidente de los Estados Unidos reconocía que su país había estado vendiendo armas al régimen carnicero del general Sani Abacha, que venía ejecutando gente a un ritmo de cien personas por año, en fusilamientos o ahorcamientos convertidos en espectáculos públicos.
Un embargo internacional impidió después que se firmaran nuevos contratos de venta de armas a Nigeria, pero la dictadura de Abacha continuó multiplicando su arsenal gracias a los contratos anteriores y a las addendasque por milagro se les agregaron, como elíxires de la juventud, para que esos viejos contratos tuvieran vida eterna.
Los Estados Unidos venden cerca de la mitad de las armas del mundo y compran cerca de la mitad del petróleo que consumen. De las armas y del petróleo dependen, en gran medida, su economía y su estilo de vida. Nigeria, la dictadura africana que más dinero destina a los gastos militares, es un país petrolero. La empresa angloholandesa Shell se lleva la mitad; y la norteamericana Chevron, buena parte del resto. Chevron arranca a Nigeria más de la cuarta parte de todo el petróleo y el gas que explota en los veintidós países donde opera.
El precio del veneno
NnimmoBassey, compatriota de Ken Saro-Wiwa, visitó las Américas en 1996, al año siguiente del asesinato de su amigo y compañero de lucha. En su diario de viaje, cuenta instructivas historias sobre los gigantes petroleros y sus contribuciones a la felicidad pública.
Curazao es una isla del mar Caribe. Según dicen, fue llamada así porque sus aires curaban a los enfermos. La empresa Shell erigió, en 1918, una gran refinería que, desde entonces, viene echando humos venenosos sobre esa isla de la salud. En 1983, las autoridades locales mandaron parar. Sin incluir los perjuicios a los habitantes, que son de valor inestimable, los expertos calcularon en 400 millones de dólares la indemnización, mínima, que la empresa debía pagar por los males que la naturaleza había sufrido.
La Shell no pagó nada, y en cambio compró impunidad a un precio de fábula infantil: vendió su refinería al gobierno de Curazao, por un dólar, mediante un acuerdo que liberó a la empresa de cualquier responsabilidad por los daños que había infringido al medio ambiente en toda su historia.
La mariposita azul
En 1994, la empresa petrolera Chevron, que en otros tiempos supo llamarse Standard Oil of California, gastó muchos millones de dólares en una campaña publicitaria que exaltaba sus desvelos por la defensa del medio ambiente en los Estados Unidos. La campaña estaba centrada en la protección que la empresa brindaba a unas mariposas azules que corrían peligro de extinción. El refugio que daba amparo a estos insectos costaba a la Chevron cinco mil dólares anuales; pero la empresa gastaba ochenta veces más para producir cada minuto de la propaganda que alababa su vocación ecologista, y mucho más todavía por cada minuto de emisión del bombardeo publicitario de las maripositas azules aleteando en las pantallas de la televisión norteamericana.
El spa de los bichitos estaba instalado en la refinería El Segundo, en las arenas del sur de Los Ángeles. Y ésta sigue siendo una de las peores fuentes de contaminación de agua, el aire y la tierra de toda California.
La piedra azul
Ciudad de Goiania, Brasil, septiembre de 1987: dos juntapapeles encuentran un tubo de metal tirado en un terreno baldío. Lo rompen a martillazos, descubren una piedra de luz azul. La piedra mágica transpira luz, azulea el aire y da fulgor a todo lo que toca.
Los juntapapeles parten esa piedra azul. Regalan los pedacitos a sus vecinos. Quien se frota la piel, brilla en la noche. Todo el barrio es una lámpara. El pobrerío, súbitamente rico de luz, está de fiesta.
Al día siguiente, los juntapapeles vomitan. Han comido mango de coco. ¿Será por eso? Pero todo el barrio vomita, y todos se hinchan, y arden. La luz azul quema y devora y mata; y se disemina llevada por el viento, la lluvia, las moscas y los pájaros.
Fue una de las mayores catástrofes nucleares de la historia. Muchos murieron, y muchos más quedaron por siempre jodidos. En aquel barrio de los suburbios de Goiania nadie sabía qué significaba la palabra radiactividad, y nadie había oído jamás hablar del cesio 137. Chernobyl resuena cada día en las orejas del mundo.
De Goiania, nunca más se supo. En 1992, Cuba recibió a los niños enfermos de Goiania, y les dio tratamiento médico gratuito. Tampoco este hecho tuvo la menor repercusión, a pesar de que las fábricas universales de opinión pública siempre están, como se sabe, muy preocupadas por Cuba. Un mes después de la tragedia, el jefe de policía federal en Goiás, declaró:
-La situación es absurda. No existe ningún responsable por el control de la radiactividad que se usa con fines medicinales.
Edificios sin pies
Ciudad de México, septiembre de 1985: la tierra tiembla. Mil casas y edificios se vienen
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