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Pensamiento Critico


Enviado por   •  3 de Abril de 2014  •  46.174 Palabras (185 Páginas)  •  264 Visitas

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José Hipólito González Z.

Discernimiento

Evolución del pensamiento crítico

en la educación superior

El proyecto de la Universidad Icesi

Esta es una publicación de la

Esta es una versión completa del libro Discernimiento,

descargue solo algunos apartes del libro en:

http://www.eduteka.org/Discernimiento.php

Universidad Icesi

Francisco Piedrahita Plata

Rector

© Universidad Icesi

© Discernimiento

Evolución del Pensamiento Crítico

en la Educación Superior

El proyecto de la Universidad Icesi

© José Hipólito González Z.

Asesor Académico de la Universidad Icesi

ISBN: 958-9279885

Todos los derechos reservados

Prohibida la reproducción total y parcial, por cualquier medio o

cualquier propósito, sin la autorización escrita del autor o

de la Universidad Icesi

Primera edición: Cali, Septiembre de 2006

Diseño de Carátula: Oficina de Comunicaciones de la Universidad Icesi

Universidad Icesi

Teléfono: (57 2) 555 2334

Fax: (57 2) 555 2345

A.A. 25608 Unicentro Cali

E-mail: hipolito@icesi.edu.co

Cali, Colombia

Impreso y hecho en Colombia / Printed and made in Colombia

Prólogo

En el año 1997, la Universidad Icesi realizó un proceso de planeación

institucional que implicó la revisión profunda de su modelo educativo. El

resultado de ese proceso, que llevó a lo que aún hoy, con los necesarios

ajustes, constituye la carta de navegación de la Universidad, se benefició del

inmenso aporte de J. Hipólito González, autor de este libro y, en ese

entonces, Vicerrector Académico.

Para comprender el origen y la magnitud de ese aporte, es bueno

esbozar aquí la biografía intelectual de este ingeniero químico con vocación

de educador. Tal vez nada mejor que comenzar con una experiencia de

infancia que le hemos oído relatar más o menos así: de niño, asistía al Liceo

Restrepo, un pequeño colegio de Bogotá, en el barrio del mismo nombre, en

el que el dueño y rector, el señor Cardona, ejercía múltiples funciones.

Hipólito comenzó a tropezar con dificultades cuando le tocó enfrentarse con

el aprendizaje de la división. No valieron las ayudas familiares. El nivel de

angustia aumentaba. El señor Cardona, enterado de la situación, le dijo

algunas frases de aliento y dejó pasar unos días. Pero no se demoró en

invitarlo a que hiciera unas divisiones que le propuso. El entonces niño

todavía hoy recuerda que, una vez nerviosamente acabadas, el señor

Cardona las examinó y le dijo: “creo que tenemos problemas. Sentémonos y

miremos”. Enseguida escogió una de las operaciones realizadas “quizás ni

la más fácil ni la más difícil”, invitó a Hipólito a mirar las tablas de

multiplicación que estaban en la contraportada del cuaderno y a que,

partiendo de ellas, tratara de decir qué era lo que había hecho en la división

elegida. A medida que la explicación avanzaba como podía, el maestro le

hacía respetuosamente dos preguntas: “¿Por qué? ¿Para qué?” y, entre los

dos, analizaban las respuestas. Hipólito aprendió a dividir, aprehendió el

concepto de división y la mecánica de la operación. Ahora piensa que tuvo la

temprana suerte de encontrarse con un maestro que, en vez de enseñar una

solución o antes de proponerla o sugerirla, quería averiguar, en diálogo con

el aprendiz, dónde estaban las posibles trabas, las causas u ocasiones del

desacierto. Al parecer, quería explorar con el estudiante tres cosas: el

concepto de la operación, el aprendizaje previo a ella las tablas de

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El proyecto de la Universidad Icesi

multiplicar y la mecánica correspondiente. Pero lo más importante fue que

obró gradualmente, de manera que el aprendiz pudiera hacerse consciente

de la situación al mismo tiempo que él, como maestro, iba conociéndola. El

punto de partida era conocer el encaminamiento mental que desembocaba

en resultados errados. El señor Cardona ponía en acción lo que se conoce

como la posición radical del cognitivismo. Atención a posibles aprendizajes

internalizados que se activan más tarde en la práctica. Esa posición se

manifiesta en respeto activo hacia el estudiante, hacia sus procesos mentales

y emocionales. Es un respeto que va más allá de las formas y gestos de la

cortesía y de la “buena educación”. Es atención a los procesos que, en todo

lo que es recepción y apropiación de información, son diferentes en cada

individuo, o pueden serlo. Precisamente, la forma radical del respeto

educativo es la disposición constante y habitual para reconocer y aceptar

que los procesos de cada estudiante sean distintos, no previsibles, y para

descubrirlos en diálogo. Tal vez en eso, o en algo parecido, pensaba ya

Marco Fabio Quintiliano, en el siglo I, cuando decía que “al niño se le debe

el respeto máximo”. Formulaba así la dimensión ética y social de la

educación, porque reconocía la energía intelectual y emocional y la

capacidad comunicativa de quienes con él aprendían que el arte de

comunicar de manera excelente lo que se piensa y se siente es mucho más

que una técnica.

Con toda razón, J. Hipólito González considera que aquel diálogo

operativo con el señor Cardona fue una experiencia privilegiada;

potencialmente privilegiada porque se necesitan nuevos conocimientos

para que las experiencias pasadas manifiesten su sentido, lo liberen, así

como se necesitan experiencias inéditas para que se revele el alcance de

conocimientos adquiridos antes. Años más tarde, al colaborar en la

alfabetización de trabajadores en las ladrilleras del barrio Tunjuelito, al sur

de Bogotá, a Hipólito no se le había revelado todavía el sentido de aquella

experiencia con la división. Al igual que todos sus compañeros

alfabetizadores de adultos, dio por supuesta la validez automática y

universal de otras técnicas con las que le habían enseñado en su niñez. Por

ejemplo, la

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