Filosofia
Enviado por Anahis19 • 4 de Octubre de 2015 • Biografía • 1.153 Palabras (5 Páginas) • 167 Visitas
PRELIMINARES
La generación que fraguó el renacimiento carolingio y las que vinieron a continuación (siglos VIII-IX: Alcuino, Rabano Mauro, Escoto Eriúgena…) constituyen un eslabón decisivo en la cadena que lleva a la aparición de la escolástica propiamente dicha, como padre de la cual suele señalarse a San Anselmo (1033-1109).
Si echamos un vistazo a la línea del tiempo para seguir la pista de lo ocurrido entre los tiempos de Erígena y los de San Anselmo, hallamos que:
“a la muerte de Carlos el Calvo (877) se vuelve a producir un decaimiento en el ambiente cultural que había dominado el tiempo de Carlomagno. Acontecimientos internos y externos se conjugan para hacer de este siglo y de gran parte del siguiente una época oscura. Surge un nuevo poder, el feudal, que debilita el del rey. […] Señores feudales, abades, obispos: nobleza y clero que comparten un mismo estilo feudal. Junto a esto, invasiones normandas, de árabes, de húngaros y de mongoles se suceden durante este siglo. ¿Qué queda del esplendor cultural del “renacimiento carolingio”? Solo algunas escuelas monásticas, y más catedralicias, mantienen el interés por la cultura. El año 910 se funda Cluny, auténtico foco cultural europeo. A medida que la reforma cluniacense se va extendiendo, asistimos a un cultivo de las artes y las ciencias ligadas a los monasterios. Siglo, pues, [el X] de grandes sombras, disipadas por las luces que mantienen vivo el interés cultural, filosófico y teológico” (Cerezo, II. p. 41).
En la segunda parte del siglo X comienzan a soplar nuevos aires, que se harán sentir con más fuerza en la centuria siguiente:
“Con la unción y coronación del emperador Otón I, por el papa Juan XII, el año 962, en Roma, se inicia el Sacro Imperio Romano Germánico. […] El Imperio junto con el papado […] contribuyeron a la constitución definitiva de la cultura cristiana medieval”, Forment, p. 51.
No todo fue armonía en las relaciones del Imperio y el Papado, como se hizo evidente en la querella de las investiduras (Canosa, 1077), y en las contradicciones y controversias acerca del rango respectivo que correspondía a cada uno de los dos poderes, el espiritual y el secular.
En aquel mundo, relativamente unificado bajo una cultura de inspiración cristiana, los estudios toman el camino de su recuperación. (Política).
La atención se concentra en el trivio: predomina la gramática; aumenta el interés por la dialéctica con la llamada Lógica vetus (Categorías de Aristóteles, Isagoge de Porfirio, etc.).
Se perfeccionan las técnicas de razonamiento y discusión con temas teológicos (Eucaristía, Trinidad) y de interés político (sobre el poder secular y el eclesiástico).
DIALÉCTICOS Y ANTIDIALÉCTICOS
La moda de la dialéctica fue propagada por profesores laicos, los “dialécticos” o “filósofos”, que tomaron una actitud de independencia frente a la autoridad y a la fe. Muchos aplicaron su ingenio a cuestiones intrascendentes, a veces puramente verbales, con argumentaciones que podían caer en el sofisma. Ejemplos:
“Si un hombre lleva al mercado un puerco atado con una cuerda, ¿quién lo lleva, el hombre o la cuerda? “Mus es un monosílabo. Pero mus (el ratón) roe el queso. Luego un monosílabo roe el queso.” (apud Fraile, II, 1º., p. 346).
De mayor relevancia fue la aplicación de la dialéctica a temas de la fe. Tal es el caso, por ejemplo, de Berengario (1000-1088), docente en Tours y arcediano en Angers, quien proclamaba que la razón y la evidencia son superiores a la autoridad. Concluyó que la presencia de Cristo en la Eucaristía es una alegoría simbólica.
La tesis de Berengario
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