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Apologia De Socrates


Enviado por   •  20 de Mayo de 2015  •  818 Palabras (4 Páginas)  •  209 Visitas

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APOLOGÍA DE SÓCRATES

Ciudadanos de Atenas: Ignoro qué impresión habrán despertado en vosotros las palabras de mis

acusadores. Han hablado tan seductoramente que al escucharlas, casi han conseguido

deslumbrarme a mí mismo. Sin embargo, quiero demostraros que no han dicho ninguna cosa que

se ajuste a la realidad. Aunque de todas las falsedades que han urdido, hay una que me deja lleno

de asombro: aquella en que se decía que tenéis que precaveros de mí, y no dejaros embaucar

porque soy una persona muy hábil en el arte de hablar. Y ni siquiera la vergüenza les ha hecho

enrojecer al sospechar de que les voy a desenmascarar con hechos y no con unas simples

palabras. A no ser que ellos consideren orador habilidoso a aquel que sólo dice y se apoya en la

verdad. Si es eso lo que quieren decir, gustosamente he de reconocer que soy orador, pero jamás

en el sentido y en la manera usual entre ellos. Aunque vuelvo a insistir, que poco, por no decir

nada, an dicho que sea verdad.

Y, ¡por Zeus!,que no les seguiré el juego compitiendo con frases redondeadas, ni con bellos

discursos escrupulosamente estructurados como es propio de los de su calaña, sino que voy a

limitarme a decir llanamente lo que primero se me ocurra, sin rebuscar mis palabras, como si de

una improvisación se tratara, porque estoy tan seguro de la verdad de lo que digo, que tengo

bastante con decir lo justo, dígalo como lo diga. Por eso, que nadie de los aquí presentes, espere

de mí, hoy, otra cosa. Porque, además, a la edad que tengo sería ridículo que pretendiera

presentarme ante vosotros con rebuscados parlamentos, propios más bien de los jovenzuelos con

ilusas aspiraciones de medrar.

Tras este preámbulo, debo haceros, y muy en serio, una petición. Y es la de que no me exijáis

que use en mi defensa un tono y estilo diferente del que uso en el ágora, curioseando las mesas

de los cambistas o en cualquier sitio donde muchos de vosotros me habéis oído. Si estáis

advertidos, después no alborotéis por ello. Pues, ésta es mi situación: hoy es la primera vez que

en mi larga vida comparezco ante un tribunal de tanta categoría como éste. Así que, -y lo digo

sin rodeos-, soy un extraño a los usos de hablar que aquí se estilan. Y si en realidad fuera uno de

los tantos extranjeros que residen en Atenas, me consentiriais, e incluso excusaríais el que

hablara con aquella expresión y acento propios de donde me hubiera criado. Por eso, debo

rogaros (aunque creo tener el derecho a exigirlo) que no os fijéis ni os importen mis maneras de

hablar y de expresarme (que no dudo de que las habrá mejores y peores) y que por el contrario,

pongáis atención

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