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CUENTOS


Enviado por   •  26 de Abril de 2015  •  Síntesis  •  2.388 Palabras (10 Páginas)  •  207 Visitas

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Un hombre encontró el capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder verla cuando saliera de él. Un día, vio que había un pequeño orificio, y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por poder salir de capullo.

El hombre observó que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio en el capullo, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado la lucha, pues aparentemente no progresaba en su intento. Semejaba que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para hacerlo más grande y de esta manera por fin la mariposa pudo salir.

Sin embargo, al salir, tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.

El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblaran y crecieran lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas... Nunca pudo llegar a volar.

Lo que el hombre, en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo, y la lucha requerida por la mariposa para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.

Hace ya bastantes años, doscientos años tal vez, por escapar de los gatos y de las trampas también, unos buenos ratoncitos se colaron en un tren y a los campos ratoncita presumida1se marcharon para nunca más volver.

Andando, andando y andando llegaron por fin al pie de una montaña llamada la montaña Yo-no-sé, y entonces dijo el más grande: lo que debemos hacer es abrir aquí una cueva y quedarnos de una vez porque como aquí no hay gatos aquí viviremos bien.

Trabaja que te trabaja tras de roer y roer agujereando las cuevas se pasaron más de un mes hasta que una hermosa cueva lograron por fin hacer con kioskos, jardín y gradas como si fuera un chalet.

Había entre los ratones que allí nacieron después una ratica más linda que la rosa y el clavel. Su nombre no era ratona como tal vez supondréis, pues la llamaban Hortensia que es un nombre de mujer.

Y era tan linda, tan linda que parecía más bien una violeta pintada por un niño japonés: parecía hecha de plata por el color de su piel y su colita una hebra de lana para tejer.

Pero era muy orgullosa y así ocurrió que una vez se le acercó un ratoncito que allí vivía también y que alzándose en dos patas temblando como un papel le pidió a la ratoncita que se casara con él.Raton2

¡Qué ratón tan parejero! dijo ella con altivez. Vaya a casarse con una que esté a su mismo nivel, pues yo para novio aspiro, aquí donde usted me ve, a un personaje que sea más importante que usted.

Y saliendo a la pradera le habló al Sol gritando:

– ¡Jeeey! usted que es tan importante porque del mundo es el rey, venga a casarse conmigo pues yo soy digna de ser la esposa de un personaje de la importancia de usted.

- Más importante es la nube – dijo el Sol con sencillez- pues me tapa en el verano y en el invierno también.

Y contestó la ratica:

– Pues que le vamos a hacer… Si es mejor que usted la nube con ella me casaré

Más la nube al escucharla, habló y le dijo a su vez:

– Más importante es el viento que al soplar me hace correr.

– Entonces – dijo la rata- entonces ya sé que hacer si el viento es más importante voy a casarme con él.

Mas la voz ronca del viento se escuchó poco después diciéndole a la ratona:

– Ay Hortensia, ¿sabe usted?, mejor que yo es la montaña aquella que allí se ve- porque detiene mi paso lo mismo que una pared.viento

– Si mejor es la montaña con ella me casare- contestó la ratoncita-, y a la montaña se fue.

Mas la montaña le dijo:

– ¿Yo importante? ¡Je, je,je! Mejores son los ratones los que viven a mis pies, aquellos que entre mis rocas tras de roer y roer, construyeron la cuevita, de donde ha salido usted.

Entonces la ratoncita volvió a su casa otra vez y avergonzada y llorando buscó al ratoncito aquel a quien un día despreciara por ser tan chiquito él.

– ¡¡¡¡¡¡ Aaaaaaaaaalfreditooooooooooooooooooooo !!!!!!; ¡Oh, perdóname, Alfredito – gimió cayendo a sus pies-, por pequeño y por humilde un día te desprecié, pero ahora he comprendido -y lo he comprendido bien- que en el mundo los pequeños son importantes también.

Erase una vez, una, dos, tres, eran tres hojitas que querían correr.

Las tres de un árbol colgaban, y todas las noches soñaban que tenían patas y caminaban.

Una era Amarilla, otra era Roja y otra era Verde, el color que el bosque nunca pierde.

Un día, el viento sopló:

-¡Uuuuuhhhh! ¡Uoooohhh!

Y las hizo temblar:

-¡Aaaaahhh! -¡Aaaaahhh!

-¿Por qué sopla el viento? – pregunto Amarilla.

-¿Por qué hace frio? – pregunto Roja.

-Porque el otoño ha llegado y ni cuenta nos hemos dado- contesto una castaña que a su lado estaba

Las tres hojitas se echaron a llorar:

-¡Buaaaahh! Ya nunca podremos del árbol bajar y por el bosque caminar.

-¡Pero podréis volar! – dijo una bellota que el el suelo estaba-. El viento de otoño os desprenderá y por el cielo os paseará.

Así sucedió. Las tres hojitas volaron y con sus colores el bosque alegraron.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado

Esta es la historia de Pablito, un niño de 5 años al que no le gustaban las verduras, ni las endibias, ni los puerros, ni las coles de Bruselas, pero lo que nunca se comía eran los guisantes.

Su madre se los ponía con el arroz, con el pescado, otras veces con jamón...pero Pablito siempre los apartaba y no se los comía, lo extraño era que él nunca los había probado, así que no podía saber si estaban buenos o malos.

Un día fue con sus padres a una gran casa de campo a la que fueron invitados. Había otros niños, así que Pablito se lo pasó muy bien hasta que, persiguiendo a una ardilla se perdió en un frondoso bosque.

Estaba desconcertado, no sabía cómo volver, allí no había nadie que pudiese ayudarle...pero miró hacia arriba y allí, en una rama estaba la ardilla.

-Hola,¿cómo te llamas?

-¿Sabes hablar?

...

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