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El Valor De Educar


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2013  •  604 Palabras (3 Páginas)  •  355 Visitas

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EL VALOR DE EDUCAR

A este proceso peculiar los antropólogos lo llaman neotenia. Esta palabreja quiere

indicar que los humanos nacemos aparentemente demasiado pronto, sin cuajar del todo:

somos como esos condumios precocinados que para hacerse plenamente comestibles

necesitan todavía diez minutos en el microondas o un cuarto de hora al baño María tras

salir del paquete... Todos los nacimientos humanos son en cierto modo prematuros:

nacemos demasiado pequeños hasta para ser crías de mamífero respetables.

Comparemos un niño y un chimpancé recién nacidos. Al principio, el contraste es

evidente entre las incipientes habilidades del monito y el completo desamparo del bebé.

La cría de chimpancé pronto es capaz de agarrarse al pelo de la madre para ser

transportado de un lado a otro, mientras que el retoño humano prefiere llorar o sonreír

para que le cojan en brazos: depende absolutamente de la atención que se le preste.

Según va creciendo, el pequeño antropoide multiplica rápidamente su destreza y en

comparación el niño resulta lentísimo en la superación de su invalidez originaria. El

mono está programado para arreglárselas sólito como buen mono cuanto antes —es

decir, para hacerse pronto adulto—, pero el bebé en cambio parece diseñado para

mantenerse infantil y minusválido el mayor tiempo posible: cuanto más tiempo dependa

vitalmente de su enlace orgánico con los otros, mejor. Incluso su propio aspecto físico

refuerza esta diferencia, al seguir lampiño y rosado junto al monito cada vez más

velludo: como dice el título famoso del libro de Desmond Morris, es un «mono

desnudo», es decir un mono inmaduro, perpetuamente infantilizado, un antropoide

impúber junto al chimpancé que pronto diríase que necesita un buen afeitado...

Sin embargo, paulatina pero inexorablemente los recursos del niño se multiplican en

tanto que el mono empieza a repetirse. El chimpancé hace pronto bien lo que tiene que

hacer, pero no tarda demasiado en completar su repertorio. Por supuesto, sigue

esporádicamente aprendiendo algo (sobre todo si está en cautividad y se lo enseña un

humano) pero ya proporciona pocas sorpresas, sobre todo al lado de la aparentemente

inacabable disposición para aprender todo tipo de mañas, desde las más sencillas a las

más sofisticadas, que desarrolla el niño mientras crece. Sucede de vez en cuando que

algún entusiasta se admira ante la habilidad de un chimpancé y lo proclama «más

inteligente que los humanos», olvidando desde luego que si un humano mostrase la

misma destreza pasaría inadvertido y si no mostrase destrezas mayores sería tomado por

imbécil irrecuperable. En una palabra, el chimpancé —como otros

...

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