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Elementos, a parte de los propios hechos, que constituyen una verdad


Enviado por   •  5 de Marzo de 2022  •  Ensayo  •  1.420 Palabras (6 Páginas)  •  90 Visitas

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Si un hecho por sí mismo nunca prueba que algo sea verdadero o falso, ¿Qué más está implicado en la prueba de una afirmación?

 Para empezar a debatir sobre la cuestión del ensayo, debemos primero analizarla y comprenderla. Se pregunta por el proceso, los pasos, entre un evento que ocurre, el hecho, y la formulación de una afirmación verdadera. Para explicar este proceso, debemos conocer primero la definición de algunos conceptos desde un punto de vista que no sea exclusivamente el lingüístico.

El primer concepto a definir es el concepto de “hecho”. El concepto de hecho está definido como cualquier evento comprobable mediante percepciones. El hecho por sí mismo nunca es ni verdadero ni falso. Es, simplemente un hecho. El filósofo Ludwig Wittgenstein dice en su Tractatus Logico-philosophicus (1921) que el hecho puede ser definido con la expresión “es el caso que”. Por ejemplo, si “es el caso” que los burros son animales, es un hecho que estos son animales. Cabe remarcar que, de la misma forma que un hecho no es verdadero ni falso, un hecho es independiente. Es decir, un hecho puede “ser el caso” o “no ser el caso” sin que ello afecte a los demás hechos.  

El otro concepto a definir es la verdad. Aristóteles diría que el ser es lo verdadero, y el no ser lo falso. “Alguien que cree que lo separado está separado está en lo verdadero, mientras que quien cree lo contrario está en lo falso” (Metafísica vol.9). Es decir, la verdad o lo verdadero está en aquello que afirmamos y se corresponde con la realidad.

Aristóteles también trataría de explicar cómo interactúan verdad y hechos. Puso este ejemplo: No porque creamos que tú eres blanco, eres blanco en efecto, sino porque eres en efecto blanco, y al decir nosotros que lo eres, decimos la verdad” (Metafísica vol.9). Aquí vemos como afirmamos la verdad a partir de los hechos, estos nunca ocurren en base a una afirmación. Para afirmar la verdad tenemos que interpretar de manera correcta los hechos, en este caso, ver que tú eres blanco, en base a que eres blanco. Por lo tanto, nos surge ahora la duda de cómo podemos interpretar de manera correcta los hechos, para llegar a formular una afirmación que sea cierta.

Cuando un hecho ocurre, nos hacemos preguntas. Estas preguntas nos ayudan a entender nuestro entorno, y a estar más cerca de la verdad del mundo. Esta, muy posiblemente, nos esté vedada, pero aun así el hombre se esfuerza por acumular más saber y más conocimiento. Para esas preguntas buscamos una respuesta, todavía primitiva, que tendrá que pasar más pruebas para que pueda ser una afirmación verdadera.  A estas pruebas, en las que se pone a prueba, valga la redundancia, la hipótesis que hemos formulado, las llamamos experimentos. Una vez realizados estos, vemos si la afirmación primitiva concuerda con los resultados. A partir de ahí podemos, o bien validar nuestra hipótesis, o bien rechazarla. Este proceso, llamado método científico, se ha seguido desde hace mucho tiempo en el ámbito científico, y cuya premisa principal es que cualquier hipótesis puede ser probada mediante un experimento y que, en el caso de volverse a hacer bajo las mismas condiciones, tiene que dar resultados similares.

Muchas veces, los resultados del experimento y la hipótesis inicial no son exactamente coincidentes. Ahí entra en juego nuestra capacidad de interpretación, que usamos para leer los resultados del experimento e intentar adivinar dónde ha fallado nuestra predicción. Para ello, debemos evitar caer en las trampas que, inconscientemente, nos tiende nuestro cerebro, al intentar acortar los procesos de deducción. Estas trampas se llaman sesgos cognitivos, y suelen estar influenciadas por nuestra experiencia. Un sesgo recurrente, a la hora de interpretar resultados, es el sesgo confirmatorio. Este consiste en favorecer y darle más atención a los resultados que confirman nuestra hipótesis inicial, mientras que subestimamos los resultados que la desmienten. Un ejemplo en el mundo científico fue la cantidad de experimentos que demostraban la falsedad de la “Teoría de la generación espontánea” que afirma que la vida surge de la nada gracias a una fuerza sobrenatural, antes de que Pasteur realizara un experimento de gran ingenio y precisión que cumplía todos los requisitos que habían puesto los científicos que apoyaban esta teoría. Este es un ejemplo de cómo muchos nuevos descubrimientos pasan más dificultades, ya que la gente es más reacia a aceptarlos al contradecir sus creencias.

Pero los sesgos cognitivos no se aplican únicamente al mundo científico. En cualquier ámbito dónde nuestra interpretación pueda ser requerida podemos encontrar sesgos. Estos son particularmente interesantes en la interpretación de la Historia o en la política. Durante la existencia humana hemos podido documentar cómo los sesgos han marcado el transcurso de los tiempos: el favoritismo del endogrupo durante el III Reich en el que se creó un círculo que resultaba mucho más favorecido que aquellas minorías que no formaban parte de él, o el sesgo de pensamiento de grupo, en el cual tomamos decisiones irracionales para preservar la armonía. Un ejemplo de esto es la política de apaciguamiento previa a la II Guerra Mundial, en la que se dejó hacer a Alemania para intentar evitar una guerra.

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