HISTORIA DE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA
Enviado por zandhim • 8 de Octubre de 2012 • 1.469 Palabras (6 Páginas) • 236 Visitas
¿Enseñanza o aprendizaje de la filosofía?
La filosofía y su enseñanza es un tema recurrente entre quienes se dedican de un modo u otro a la filosofía, que también ha saltado al campo de la opinión pública. En las últimas décadas no ha dejado de ser una cuestión polémica. No son pocos los que han planteado repetidamente la sustitución de la filosofía por otras disciplinas más cercanas a la mentalidad moderna, como la historia de las ideas o la de la ciencia, incluso por una educación moral. Con más frecuencia todavía se propone su desaparición de los programas académicos. Pero, con independencia de las cuestiones de concepto sobre las ciencias y su articulación, y sobre la estructura intelectual que soporta nuestra cultura, y al margen de las vicisitudes de la gestión político- educativa típicas de las sociedades occidentales, la enseñanza de la filosofía ha sido objeto de la reflexión filosófica también como parte de la propia comprensión de la disciplina.
Desde sus inicios, la filosofía ha mostrado resistencia a ser enseñada como un campo de conocimientos más o menos acotado, esto es, a su incorporación con todos los efectos en el conjunto de las ciencias. En su ejercicio, la filosofía no sólo se ha sometido a un juicio sobre su estado, que muchas veces ha sido presentado como un verdadero comienzo, sino que también ha tomado conciencia de la misión que cumple en la educación o formación de los ciudadanos. Igualmente, los filósofos han insistido en distinguir entre ciertos modos escolares (presentes también en la época clásica griega) de iniciar a los jóvenes estudiantes en los problemas de la filosofía y el pensar propiamente filosófico. No es que lo primero excluya lo segundo, es que lo primero no lleva necesariamente a lo segundo; y, sin embargo, sin el pensar filosófico no se sabe de filosofía. Se entiende entonces que lo que verdaderamente ha interesado a los filósofos sea la filosofía como un permanente aprender a filosofar, y no tanto la enseñanza de la filosofía propiamente. Sustituir esa dinámica revisionista por una metodología docente no parece que puede ayudar a garantizar la adquisición de las competencias específicas del oficio filosófico.
Kant dice acerca de la enseñanza de la filosofía que no se puede aprender filosofía, sino todo lo más a filosofar. Es preciso tomar las palabras de Kant en un sentido amplio; él mismo dedicó sus esfuerzos a elaborar un sistema que lógicamente debía ser aceptado, aprendido, para constituir el saber fundamental sobre el que arraigan las ciencias.
¿Cuál es el cometido de un profesor de filosofía?; y más precisamente ¿cuál es ese cometido en nuestro tiempo? El oficio, al menos en principio, es el de enseñar a pensar filosóficamente, esto es, dentro de una tradición de preguntas y respuestas, de problemas y de filósofos. Contra lo que tantas veces se objeta, a saber, que la filosofía acaba siendo historia de la filosofía, una acumulación de pensadores y obras, las palabras de Kant no han perdido actualidad. Una arqueología del saber filosófico, la mera historia de las ideas, es todo menos enseñar filosofía. Traer el pensamiento de Platón, Aristóteles o Hegel debe ser también la ocasión de confrontar con ellos nuestros puntos de vista, deudores de una situación cultural. Pero, sobre todo, desafía a llevar la propia cultura y sus problemas al nivel de racionalidad y sistematicidad en que pensaron Platón o Kant. La enseñanza de la filosofía debe ser una enseñanza filosófica.
¿Cabe esa enseñanza filosófica fuera de la tradición, es decir, al margen de la historia de la filosofía? Algunos pensadores contemporáneos sostienen que sí, aunque aducen razones distintas. Basta mencionar un par de ejemplos. Wittgenstein deja anotado en su diario este pensamiento: “¿Qué me importa la historia? ¡Mi mundo es el primero y el último!”. Después de Nietzsche y Heidegger, la historia de la filosofía es vista como una historia del error, un movimiento de rupturas, discontinuidades que deben ser pensadas filosóficamente. Así para Deleuze, la historia de la filosofía ejerce una función represiva, es el Edipo propiamente filosófico: “No osarás hablar en tu propio nombre hasta que no hayas leído esto sobre aquello y aquello sobre esto”. Si él se ha librado, es gracias a la lectura de los autores que se oponían a la tradición racionalista de esa historia: Lucrecio, Spinoza o Nietzsche.
Aristóteles habla del asombro que lleva al ser humano a la filosofía, a preguntarse por lo que le sorprende y, desde ahí en clara progresión, a plantearse los grandes
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