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INFORME FINAL: RECUERDOS DE DIÁLOGOS. “La despreocupación es generalizada.”


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2016  •  Ensayo  •  2.233 Palabras (9 Páginas)  •  200 Visitas

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INFORME FINAL: RECUERDOS DE DIÁLOGOS

“La despreocupación es generalizada.”

        Nuestra trayectoria con Alicia Tejerina inició desde mediados de mayo y concluyó abruptamente a principios de septiembre cuando la señora fue retirada de la institución por su hija para viajar al Sur (a Río Turbio) para vivir con su familia. El lunes siguiente, cuando le llevábamos bombones de fruta y la foto de su casa prometida,  nos enteramos de que en el fin de semana ya no estaba. No sabemos por qué su hija la retiró sin previo aviso, y no nos pudieron (o quisieron) decir si volvía o no. Hasta el día de hoy, no lo ha hecho. Así se cerró abruptamente nuestro proyecto: antes de poder invitarla al Congreso de Abuelas y Nietos, antes de entregarle el resultado de Feria de Libro y de Fiesta de Creatividad. Pero al menos los vio en fotos, y se sintió llena de orgullo. Pero eso es el final, ¿cómo fue el comienzo? ¿Quién es Alicia?

        Durante el transcurso del año tuvimos por lo menos un encuentro con ella por semana, en donde, por lo general, los temas abordados, fueron de la vida cotidiana.  Las entrevistas y las charlas tuvieron lugar en el hogar para el adulto mayor “La Casa Grande”, a solo una cuadra del Instituto Taborda, sobre la Calle Pérez de Herrera. El lugar nos causó una buena impresión: es tranquilo, siempre limpio, con buenas medidas de seguridad (como barandas y rampas instaladas para que aquellos que se encuentran allí se muevan con más facilidad) con muebles cómodos. Siempre nos sentimos bienvenidos. La señora Edith, quien es la encargada del lugar, junto con Nora y las chicas de la cocina, nos abrieron las puertas sin precisar de autorizaciones (aunque la pedimos por una cuestión de formalidad y respeto): nosotros le dijimos sobre el proyectos y fueron ellas quienes nos presentaron a un grupo de señoras para que veamos a quien elegimos: si Alicia u otra de sus compañeras. Nosotros nos inclinamos por Alicia porque ella se mostró entusiasmada por nuestro trabajo desde el principio y estuvo menos parca en darnos la bienvenida, a pesar de ser extraños (solamente más tarde nos percataríamos que uno de nosotros, Marco, conocía al “yerno” de Alicia). Podemos decir que una de las mejores cuestiones de visitar Alicia fue su predisposición: abandonaba lo que estaba haciendo, por lo general, para hablar con nosotros. Y hablábamos con total libertad, ya sea en el living room donde se recibían los familiares a la mesa al lado de la cocina o sobre los sillones al frente de las piezas. Nos permitieron circular como si fuésemos de la propia casa.

        Pero no podemos hablar de Alicia, sin presentarla. Alicia Tejerina nació el 10 de Marzo de 1945, en Córdoba, Capital, también estudió en la ciudad (aunque no nos específico que estudió y en dónde) y trabajó en la Facturación de un Sanatorio del cual no quería hablar. Vivía con sus padres y dos hermanas en el Bulevar de los Andes del Barrio San Martín; con la hermana  menor se llevan más de una década de diferencia. Cuando su hermana tenía 9 años, su madre falleció y fue ella quien la crió como su segunda hija (y a su esposo lo considera su “yerno”). Mientras tanto su hija es Licenciada en Ciencias de Educación, vive en el Sur (en Río Turbio)  con su esposo y sus dos hijos y está haciendo una Maestría a Distancia en Buenos Aires. A la muerte de su marido, Alicia cerró su casa en las Heras y se fue a vivir con su hija y sus nietos a Río Turbio, un pueblo chico sin shoppings o cine, en donde “y tercio del año está nublado”. Allí  permaneció hasta que se tuvo que volver a Córdoba el año pasado porque la operaron de un tumor benigno en su cerebro. Muchos de los recuerdos de Alicia están vinculados a problemas de salud, nos contó que casi “parte de la estratósfera” a los 16 años por la fiebre tifoidea, el mayor de los “molinos de viento” (en sentido quijotesco) que tuvo que luchar en contra antes de la operación reciente. Debido a esta operación,  a veces no se acuerda de las cosas, pero poco a poco, reconstruyó la mayoría de sus memorias, por eso está en parte interesada en cooperar con nosotros y nuestro trabajo: no quiere olvidar. Desde su operación tampoco no puede vivir sola, si bien hace las compras y camina cerca, no es recomendable que realice estas actividades sin estar acompañada. Vivió por un tiempo con su hermana-hija y su familia en Saldán, en una casa que ella describe como un zoológico ya que tienen perros, conejos, gatos, caballos e incluso animales que el veterinario de la zona les solicita cuidar animales heridos. Desde el 29 de diciembre del año pasado, decidió internarse, porque no puede estar sola, y tiene muchos criterios para compartir su hogar con una persona, no quiere ser una carga.

        No buscaba ser una carga tampoco para el personal de la Casa Grande. Desde que la conocemos actúo menos como alguien institucionalizado sino como una encargada más. Tiene un temperamento de líder que busca que el resto la obedezca. Muchas veces se ha peleado con alguna que otra señora allí porque le reprochaba que tuvieran que caminar más o si debían sentarse.

        ¿Qué balance le damos a este proyecto?

        En primer lugar, si miramos el proyecto como un proyecto de acompañamiento al adulto mayor geriatrizado, pensamos que este objetivo se logró: pese al problema con los horarios (solamente nos habilitaron para visitarla desde las seis de la tarde, advirtiéndonos que los fines de semana por lo general la buscaban sus familiares… un horario en que nosotros teníamos clases) fue posible de realizar encuentros semanales (o al menos pasarla a saludar, por la proximidad del geriátrico) todas las semanas. La rotaciones entre nosotros fue más o menos justa, y acomodada a nuestra disponibilidad, por ejemplo, dos de nosotros (Marco e Ivana) viajan durante las primeras semanas de las vacaciones de invierno, así que Soledad se comprometió en visitar a Alicia en su ausencia. Establecimos un vínculo con Alicia, quien sabía nuestros nombres y esperaba nuestra visita. Le trajimos canciones, fotos, poesías, fragmentos de cuentos, recuerdos de viaje, bombones de fruta, libros ‘mandalas’ que tanto le gustaban. Miramos con ella el final de una película en el canal ocho, pintamos mandalas y escuchamos música. También participamos en misa (cuando la visitamos en viernes) e incluso tuvimos que ensuciarnos las manos con arcilla cruda para realizar una artesanía cuando la vimos un jueves en la cual la profesora de manualidades estaba enseñándoles como hacer vasijas. El vínculo afectivo fue casi inmediato por la calidez del trato de Alicia y su buen humor constante. Disfrutamos su compañía pero los horarios a veces jugaron en contra nuestra: por cuestiones de trabajo, de familia y de las actividades del Sobral como exámenes (en particular las instancias evaluativas presenciales los miércoles, como la de la del Ateneo de la Historia Reciente, cuando buscamos utilizamos ese horario para visitarla)  trajeron complicaciones a nuestro seguimiento.

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