Kant. El mundo moral. Eucken
Enviado por danilau • 31 de Mayo de 2013 • Ensayo • 1.260 Palabras (6 Páginas) • 397 Visitas
Kant. El mundo moral. Eucken.
La vuelta hacia el sujeto propuesto por la filosofia de Kant (recordar lo de la esencia del conocimiento, en cuanto a la importancia entre el sujeto y el objeto, en cuanto al conocimiento , presenta en la esfera de la acción (el campo de la moral), en contraposición con el campo del conocimiento, la posibilidad de una acción independiente. Para ello habrá de librarse de todo lo externo y encontrar su fin principal en si mismo. Con ello queda queda en claro que la felicidad (Aristóteles) no puede constituir un fin, pues según Kant esta felicidad lo liga al hombre a algo exterior y lo somete a sus exigencias. Para ser independiente “autónomo”, la actividad debe prescindir de todo fin extraño y preocuparse solo de si misma. Ahora bien: ¿Contiene la esfera de la vida una actividad semejante?
Kant, contesta afirmativamente, partiendo del hecho de que obra en nosotros, una ley moral, un principio incondicionado de la idea del deber. La moral exige de nosotros determinadas acciones y convicciones, no por razón de sus consecuencias, sino exclusivamente por si mismas; la ley moral no nos habla condicionalmente, sino incondicionalmente, como un imperativo categórico y el cumplimiento de ese mandato no lo considera como un merito sino como un deber y obligación.
¿De donde viene esa ley que nos habla de un modo tan seguro y superior? Nunca puede provenir de fuera (ni un mandato de Dios), puesto que debería usar para su cumplimiento una pena o recompensa, y de esa manera perdería su carácter moral, puesto que solo puede ser bueno lo que se quiere por si solo, sin pensar en las consecuencias. De aquí que la ley solo pueda proceder de nuestro propio interior, es nuestra propia voluntad la que hace de la esfera moral nuestro deber.
Esto da una nueva visión al alma; esta adquiere profundidad en si misma y a la vez una elevación interior; en nosotros aparece una naturaleza inteligible cuyo contenido llega al hombre empírico como una exigencia, pero de su propio ser, como una necesidad de perfeccionamiento de este ser. El hombre aparece así, grande y pequeño. Pequeño en comparación con la ley, pero es grande con la ley, en cuanto reconoce en el mismo su intima voluntad y esencia, y le convierte en legislador. Por estas relaciones se explican las palabras en la tumba de Kant.
Pero la ley moral solo alcanza esta altura si defiende estrictamente su independencia, y esto sucede solo cuando la generalidad de la máxima rige exclusivamente nuestra acción. La máxima de nuestra acción debe servir a la vez como principio de una legislación general que por lo tanto no debe contradecirse. Debemos obrar por el solo respeto a la ley, como recipiente e instrumento de la ley, de la cual somos creadores.
Kant no declara a la inclinación como algo injusto, solo que la esfera moral es algo esencialmente superior. Precisamente esta acepción rigurosa del fin de la vida trae consigo una alta apreciación del hombre como ser autónomo. La autonomía es la base de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional. Solo ella, no el intelecto, hace del hombre algo esencialmente distinto del animal, “sobre la mera animalidad no le eleva nada el tener razón, si solo le sirve para aquello que en los animales realiza mejor el instinto” (Digo, el placer de las cosas?)
Al mismo tiempo con esta filosofía se aclaran conceptos que preocupaban de antiguo a la humanidad, conceptos que no encontraban la cohesión de una teoría filosófica: conceptos como personalidad y carácter. Para la personalidad no basta la mera facultad de pensar, sino que es necesario una imputabilidad moral, que encierra la independencia de todo mecanismo de la
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