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Literatura


Enviado por   •  8 de Mayo de 2013  •  1.134 Palabras (5 Páginas)  •  325 Visitas

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Buenos días, América

David Sánchez Juliao

Editorial Planeta, Bogotá, 1988, 309 págs.

Soplan de nuevo las calientes brisas literarias del Caribe. Y retornamos los lectores a una de esas escalfadas poblaciones costeñas, Lorica en este caso, acostumbrada desde los tiempos coloniales al intrincado sistema de comunicaciones que la gente, debido a la tardanza de la tecnología o a sus imperfecciones, llama actualmente radio bemba. Esta totalitaria voz del pueblo opera mediante el chisme vertiginoso, la maledicencia justiciera y las habladurías que con el mero hecho de mentar limpian, fijan y dan esplendor al estado de cosas imperante. Corren de boca en boca comentarios sobre el acontecimiento próximo. Esta vez no se trata del tránsito de uno de esos prelados que campean por el género (aunque en esta novela no podía faltar la visita de un nuncio), sino de la instalación de la primera emisora radial de la ciudad. La rumorosa vida ya no será la misma.

David Sánchez Juliao se encarga de contarnos esta historia. Lo hace desde adentro, desde la amena posición de un loriqueño que estuvo en todo y ahora tiene todo el tiempo por delante de su mecedora. Esta postura, sumada a lo que bien parece ser la conciencia de haber logrado fórmulas de amplia aceptación que, con o sin su consentimiento pleno, pueden ser fusiladas por el medio metaliterario de la televisión, da como resultado una novela, Buenos días, América, que vacila entre la destreza y la comodidad.

Tal vez lo más logrado en ella es la manera sigilosa, comprensiva y alejada de toda cruda militancia como Sánchez Juliao presenta el manotazo (involuntario) que la inauguración de la emisora significa contra el vetusto tablero de ajedrez de los poderes de Lorica; por allá, sino fallan los cálculos, en el año 1965.

David Lavalle, prohombre que conjuga las pasiones disímiles de la música clásica y el caciquismo regional, es quien decide que la sinhueso ya necesita la prótesis de un micrófono. Cosas de diletante, que acaba por creerse la idea de que sería posible “culturizar” a la semisalvaje población de la comarca. Para desmayo suyo, los resultados son tan mulatos como el vulgo. Cuando alguien oye en la plaza de mercado a una verdulera tarareando el Himno a la alegría de Beethoven y le pregunta qué canción es esa, obtiene esta respuesta: “Es uno de los merengues tristes que pone el viejo Lavalle en la emisora (pág. 252).

Pero Lavalle tiene también motivos menos edificantes. Las “clases emergentes” han generado un nuevo espécimen político, preparado, sagaz y, sobre todo, suciamente rico. La radio será el embeleco que contrarreste su creciente influencia. Y que enrede hasta al propio Lavalle con la suya.

La novela describe cómo él, cómo Lorica entera van adaptándose a las nuevas condiciones. De manera muy propia de los personajes de Sánchez Juliao: con una dignidad, en fin de cuentas, cuya prueba evidente es el humor. Yen el proceso, radio bemba no es sustituida sino más bien condicionada y alimentada por la emisora omnipresente, que sin descanso lanza al aire “La Versión” de todos los acontecimientos, ordinarios y extraordinarios, con que bulle Lorica. Conviene aquí anotar que ni el run¬rún ni la radiofonía tienen que ver con el esclarecimiento progresivo de ninguna verdad que concierna a mentadores y mentados. Habría de trasfondo en la novela la exposición

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